Image: Hans Werner Henze

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Música

Hans Werner Henze

“Soy fiel a una estética personal. No pertenezco a ningún grupo”

24 julio, 2003 02:00

Hans Werner Henze. Foto: Fausto Moroni

El gran acontecimiento de la próxima edición del Festival de Salzburgo, que se inaugura el 25 de julio, es el estreno de la nueva ópera del compositor alemán Hans Werner Henze, L’Upupa und der Triumph der Sohnesliebe (La abubilla y el triunfo del amor filial). Supone la primera coproducción del Festival austriaco junto al Teatro Real de Madrid, donde se podrá ver la obra en diciembre de 2004. El montaje contará con dirección musical de Markus Stenz, que sustituye al inicialmente previsto Christian Thielemann, mientras que el apartado escénico será asumido por Dieter Dorn. Intervienen en sus principales roles nombres tan importantes como el barítono Matthias Goerne, la mezzo Hanna Schwarz, el tenor John Mark Ainsley o el bajo-barítono Anton Scharinger. Con este motivo, Hans Werner Henze desgrana para El Cultural las claves de esta obra de madurez y analiza la evolución en su personal corpus creativo.

A pesar de que Hans Werner Henze es uno de los grandes creadores actuales y una de las figuras capitales de la Alemania musical de la segunda mitad del XX, su nombre apenas se conoce en nuestro país. Durante el franquismo, su militancia de izquierdas fue razón para alejarlo de nuestras pobres infraestructuras. En el campo de la composición, los seguidores más acérrimos de la vanguardia de Darmstadt lo miraban con distancia, cuando no con desprecio, incluso más que en su propio país. Sólo en los últimos diez años su nombre ha vuelto a nuestros carteles. García Navarro apostó, con éxito, por The Bassarids en el Real, mientras que la Zarzuela presentaba su Rey de Harlem en 1998.

Nacido en Götersloh, Alemania, en 1926, Henze ha buscado una identidad en el esquizofrénico panorama musical del siglo XX. Cuando su colega, el iconoclasta Pierre Boulez, auspiciaba la destrucción de los teatros líricos por obsoletos, él no se cansaba de escribir sinfonías, óperas y ballets, siguiendo procedimientos y recursos románticos, aunque sin perder de vista la grandes aportaciones que en el terreno de los sonidos ha proporcionado el siglo XX. Compositor prolífico -"si no pudiera escribir no viviría, sólo existo en función de este trabajo", afirma con sorprendente sinceridad- la obra que presenta en Salzburgo se inscribe entre las cuarenta largas piezas escénicas de todo tipo que ha llevado a cabo, con la novedad de que el texto ha sido realizado, por primera vez, por él mismo.

"El argumento de esta comedia alemana procede una antigua saga árabe, concretamente de Siria. La abubilla es el pájaro de la felicidad, cuya búsqueda es una meta para todo ser humano. Aunque el asunto es mucho más complejo, he eliminado muchas cosas para convertirlo en ópera", afirma.

-Es la primera vez que escribe su libreto.
-Sí, aunque me han ayudado amigos y hay múltiples referencias a la literatura de Robert Musil, Thomas Mann o Stephen George que me han aportado ideas, colores. En realidad, la idea base es que un hijo acaba salvando la vida del padre, algo que me resulta muy próximo. La abubilla (Upupa epops), es un animal sacro en la mitología árabe que trae cariño, juventud...

-Es inevitable establecer un vínculo con su padre que murió en Danzig, en la Segunda Guerra Mundial, en plena batalla contra el ejército ruso.
-(Con seriedad) Me hubiera gustado salvar a mi padre en la guerra. En el ánimo de cualquier hijo está salvar a su padre de la muerte.

-¿Qué supone esta obra en su proceso creador?
-Todavía me lo pregunto yo. La acabé hace un año, lo que no es demasiado lejos ni cerca. Me gustaría juzgar objetivamente esta obra, pero todavía no es el momento. Estructuralmente es una continuación de mi pensamiento que ya está en la Décima, en la Octava, en la música de los últimos diez años, con una linealidad, transparencia. No creo buscar nada especial.

Orquesta en mente
-¿Ha pensado en los intérpretes a la hora de los papeles?
-En los solistas, no. La orquesta, de alguna manera, sí está presente en mi pensamiento. La Octava Sinfonía la pensé para la Boston Symphony, la Novena para la Filarmónica de Berlín, mientras que para la Décima pensaba en Birmingham. Esta obra tiene una cierta proximidad con la Filarmónica de Viena, porque sabía que la iba a interpretar. Es importante tener una orquesta de las características de la Filarmónica de Viena, por sus arcos. Hay en mi obra mucha música para cuerdas. Y como es larga, las partes de viento buscan el equilibrio. Sabe, a mí me gusta identificar al demonio con la cuerda. En los pasajes demoníacos, tiene mucho protagonismo.

-Y, ¿en relación a intérpretes?
-Siempre escribo en mi cabeza, no pienso en personas concretas. Conozco a los cantantes bien, caso de Goerne, ¿lo han oído en España? (asiento)... Tiene un enorme talento. También es fantástico John Mark Ainsley, ¿también ha estado en España? (señalo que más o menos). Pues, es muy bueno.

-Señaló en una ocasión que en Salzburgo había una enorme dosis de estupidez, algo así como que el público de Salzburgo no era el suyo.
-¿Cuándo dije eso?

-En una larga entrevista con el musicólogo Enzo Restagno.
-(Se lo piensa). No sé, me siento bien en Salzburgo. En la era Karajan estrené mi orquestación de Il ritorno d’Ulisse de Monteverdi y tuvo gran éxito. Es la tercera vez que estreno una ópera... por ahora. La preparación está siendo fenomenal. Llevan trabajando dos meses. Es muy laudable. Tengo la sensación de que está haciendo un trabajo muy serio. Desde luego, el clima de Salzburgo no es mi preferido. Sobre todo, cuando llueve, es malo.

Bajo el influjo romano
-Parece muy determinado por el clima y, por eso, vive cerca de Roma.
-Siento lo mismo que muchos pintores: la luz. Es un cielo muy particular. Se percibe la naturaleza del paisaje, clásico, iluminado con un cielo límpido y yo creo que esto influye en mi orquestación. Desde mi colina, veo Roma, abajo. Se siente el viento que viene del mar. A veces llueve... Es el único sitio donde me siento de verdad cómodo.

La obra de Henze ha avanzado desde una línea muy personal. Los comentarios sobre ella son variados, cuando no críticos. Todavía hace poco, Dermot Clinch lo calificaba de "hombre de contradicciones" y presentaba su obra como una especie de "puzle". Su particular batalla se iniciaba poco después de la Guerra Mundial, cuando los pesos pesados de la música, Boulez, Stockhausen, Nono, Maderna, Berio, ponían en marcha una estética de vanguardia muy agresiva, estructurada en lo que se denominó "Escuela de Darmstadt". Henze, por su parte, actuaba a su manera. "Cuando yo compuse Künig Hirsch en 1956, había en esta obra algo de provocación contra la música post-weberniana que se hacía en aquellos años", señala. Esa actitud tuvo su réplica. En el Festival de Donaueschinge de 1958, se había escuchado el estreno de las Varianti para violín y actos de Luigi Nono. Aunque la obra no le gustó mucho, Henze aplaudía con entusiasmo porque "Nono era mi colega y también mi amigo". Pero, en la segunda parte, cuando se interpretaron sus Nachtstöcke und Arien, Boulez; Stockhausen e, incluso, Nono, con desvergöenza, se levantaban al quinto compás y se marchaban, dando testimonio de su desprecio a quien estimaban como traidor de la llamada Nueva Música. "No quería entrar en ese discurso" comenta, "en ese lenguaje darmstadtiano que se estaba definiendo, me parecía que le faltaba vocabulario, que era insuficiente. Sentía el deseo de alejarme y de tener mi tiempo para encontrar mi respuesta a los problemas actuales de la composición".

-Su actitud es la de un outsider.
-Es que no he formado parte de ningún grupo estilístico; he sido fiel a una estética propia más que a unas directrices en las que todos los participantes creen y deben seguir. He buscado en mis medios, he intentado vivir a mi manera. Si eso me da un talante de outsider... Bueno ahora casi soy un insider (se ríe). En realidad... siempre he sido el mismo.

-Hace poco fallecía Berio. ¿Qué impresión tenía de él?
-No conozco bien su obra. Nos tratábamos y tuvimos una buena relación. Vino aquí, a mi colina. Estaba muy enfermo. Para Italia ha sido una pérdida. Era un músico que tenía la estima de todo el mundo musical, sin duda, de todo el mundo (enfatiza), un gran organizador. Ha sido una batalla encarnizada contra su enfermedad. Tenía un año más que yo. Era como un héroe en la defensa de su vida contra el mal de este mundo. Y cuando le ha llegado no ha podido hacer nada.

-Frente a países como Gran Bretaña o Alemania, donde usted es muy valorado, en España apenas es conocido.
-Ni en España ni en Francia. Bueno en Francia, en el Festival Presences de Radio France, el pasado invierno, hicieron todas mis sinfonías y fue una grata sorpresa, y ha habido un gran consenso a favor, en general. Nada menos que seis orquestas. En cuanto a L’upupa es una coproducción entre el Real, Salzburgo y la Deutsche Oper de Berlín. Por cierto, una orquesta española (la Nacional) va a hacer la Décima Sinfonía, la próxima temporada. Me congratula.

Vínculo español
-Usted ha tenido un gran vínculo con la cultura española.
-Tanto con la literatura como con la música. Falla me gusta mucho, así como los ritmos españoles. Soy un nostálgico de España. Federico García Lorca es uno de mis referentes más frecuentes. Una de mis obras más conocidas, El Rey de Harlem (en español en el original) está basada en sus textos. Y tengo muchas obras inspiradas en su folclore o su historia como el Fandango sobre un bajo del Padre Soler. También me he sentido próximo a la cultura hispanoamericana.

-A fines de los sesenta, vivió dos años en La Habana, incluso escribió y estrenó allí su Sexta Sinfonía. ¿Cómo ve la realidad del castrismo?
-Muy alarmado y molesto. Aspiro a una conclusión pacífica y tranquila, que lleve a una transformación no violenta, lo mismo que otros muchos. He admirado la revolución cubana, como he tenido la ocasión de exponer en múltiples ocasiones, y he aplaudido con simpatía y esperanza lo que se creó en su momento. Pero desde hace veinte años no se ve nada positivo allí.
Henze ha sido un artista con fuerte actividad política y social. A raíz de las contestaciones del 68, su casa de Berlín se convertía en una especie de campo revolucionario, permanente rodeada de la policía y abierta a los jóvenes. El conocido como "Vietnam-Congress" fue gestado en sus muros. Militó en el Partido Comunista Italiano y fue uno de los escasos nombres de la música que mostró abiertamente sus tendencias homosexuales.

-Usted que tanto ha querido Italia, ¿cómo ve el panorama actual?
-Menos mal que en las últimas elecciones la izquierda ha vencido en el norte. Italia está llena de gente inteligente. Yo creo que, poco a poco, se está preparando la caída de Berlusconi. Es muy posible conseguir tirar abajo este directorio fascista. Será bueno para un país lleno de gente positiva. Por el bien de la justifica y por el respeto a las leyes.

-¿Ya ha averiguado cuál es el papel del músico en la sociedad?
-Lo mismo que cualquier artista. Defender la cultura, la tradición y enseñar, no sólo a los alumnos de composición, sino al público en general. Tenemos que dar siempre lo mejor de nosotros.

Compositor
Consagrado en el Gotha del siglo XX, la vida de Hans Werner Henze (Götersloh, Westfalia, 1926) ha sido todo menos fácil. Su adolescencia, bajo el nazismo, y su juventud, reivindicativa, le hizo abandonar su país, para instalarse en Italia cuando sólo tenía 27 años. Vinculado al partido comunista italiano, fue defensor de la revolución cubana, a la que le dedicó varias obras. Ha sido uno de los creadores más prolíficos de la segunda mitad del siglo XX, con cerca de medio centenar de obras escénicas, incluyendo ballets y óperas, además de diez sinfonías. Ha colaborado con los creadores más grandes del siglo, desde Visconti a Ashton. Los más importantes artistas han frecuentado sus obras y, en la actualidad, está considerado como uno de los mayores creadores del momento.