Image: Un puente hacia el futuro

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Música

Un puente hacia el futuro

25 septiembre, 2003 02:00

Montaje de Semiramide de Rossini realizado por Kaegi. Foto: Amaci Bacciardi

El curso del Real, asentado en títulos muy conocidos del repertorio operístico, articula un puente hacia lo que será el regio coliseo en su nueva etapa, que se materializará la próxima estación lírica en el diseño de Sagi y López Cobos.

Una selección sin Monteverdi y aledaños, sin Haendel, sin Mozart, sin napolitanos, sin Gluck, sin Lully o Rameau, sin Telemann y paisanos, sin obras rompedoras de los últimos decenios parece algo coja. No es que lo que se ofrece esta temporada en el Teatro Real carezca de interés; los títulos están bastante bien elegidos, con cabeza. Pero se reducen a una franja temporal y estilística extremadamente pobre.

Hay dos grandes novedades. La primera, el reestreno en versión concertante de Ildegonda (1844) de Arrieta; una obra no exenta de academicismo pero dotada de esa inspiración melódica que diera fama al autor de Marina. López Cobos con la batuta y álvarez, Sánchez y Bros con sus gargantas darán lustre a la partitura. La segunda es Osud (El destino) (1907) de Janácek, una composición de tan minuciosa elaboración como todas las del creador moravo. Coproducción con el Teatro Nacional de Praga dirigida por el estilizado y estilizador artista norteamericano Robert Wilson. Encinar gobernará a un reparto en el que abundan los nombres checos. Con esta obra el Real inicia un loable proyecto Janácek.

Culmina el Anillo
No han entusiasmado, la verdad, las soluciones escénicas de Willy Decker en las dos primeras óperas de El Anillo; su extremado conceptualismo por un lado y su, curiosamente, esquematismo y afición por lo obvio han sido escasamente convincentes. Habrá que ver lo que nos depara la continuación de esta coproducción con la Semperoper de Dresde, donde ya se ha presentado. La batuta seguirá estando en las manos del muy práctico y poco inspirado Peter Schneider, que al menos es garantía de orden y de respeto al estilo. El Viandante será el más bien mediocre y nasal, pero contundente Alan Titus (¿dónde un barítono dramático wagneriano hoy?). El Siegfried de la ópera del mismo título es el danés, ya cincuentón, Stig Fogh Andersen, que ha volado en pocos años de Mozart a Wagner. Alfons Eberz asumirá el Siegfried del Ocaso de los Dioses. Por su parte, Brönnhilde recae en la competente, sin más, americana Luana DeVol. Welker, Korhonen y Schwarz son voces sólidas y aplicadas; lo mismo que Halfvarson (oscuro Hagen) y Braun.

Hay no uno, sino dos Rossini, ambos en las solventes manos musicales de Alberto Zedda, que se nos ofrecen sendas coproducciones con Pesaro. La de Semiramide viene firmada por Dieter Kaegi, la de Il viaggio a Reims por Emilio Sagi. ángeles Blancas, que ha crecido mucho vocalmente, se enfrenta a su gran prueba en el Real. Junto al belcantismo rossiniano, el neobelcantismo donizettiano de Don Pasquale, uno de los mejores logros bufo-sentimentales del autor de Bérgamo. El interés recae en el bajo-barítono belga José van Dam.

Traviata de Pizzi
En lo romántico tenemos una Traviata de Pizzi -coproducción con ABAO y Liceo- que se espera con cierta expectación; a falta de la soprano rumana Angela Gheorghiu, el reparto descansa en el joven Bros y el veteranísimo Bruson, dos nombres de garantía. Jesús López Cobos hace su presentación oficial como director musical del Teatro. Del romanticismo verdiano al verismo expresionista pucciniano de Tosca en un nuevo montaje del Real y la ABAO. Nuria Espert estará al frente de la escena y el emergente Maurizio Benini bajará al foso. Buenas voces para Floria: Dessì, Sánchez, Romanko y Kabaivanska (que fue hace años de las más grandes. Veremos ahora).

Se incluye también La dama de picas de Chaikovski, una obra trágica y obsesiva, que trae de nuevo, para regocijo de algunos, a Plácido Domingo, que ha hecho en los últimos tiempos suyo el personaje de Herman. La autoridad, el saber ecléctico de López Cobos, estarán otra vez en el foso. La producción, de Los ángeles, lleva el sello del salzburgués Gottfried Pilz.