Image: Victoria de los Ángeles

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Música

Victoria de los Ángeles

80 años de fidelidad

30 octubre, 2003 01:00

Foto: M. H. de León

El 1 de noviembre, Victoria de los ángeles cumplirá ochenta años. La cantante catalana ha sido una de las mayores figuras de la historia de la lírica, una personalidad que ha dejado su legado en cientos de interpretaciones por todo el mundo. Retirada de la actividad operística, y tras una vida personal difícil, ha dejado su testimonio a través de innumerables grabaciones. El Cultural rinde homenaje a la artista con declaraciones inéditas y un análisis de su discografía.

Victoria habla como canta, con el corazón en la palabra. Sin embargo, a punto de cumplir 80 años -el próximo sábado-, esta leyenda de la lírica prefiere guardar silencio. No asiste a homenajes ni participa en el juego mitómano de los melómanos que la adoran. La vida la ha castigado con fuerza. Detrás de los escenarios, en el silencio solitario que sigue al aplauso y al éxito, Victoria ha pasado trances muy duros. Desde la muerte de un hijo al esposo que se fuga con todo y la deja con lo puesto. Sin embargo, mira aún con esos ojos directos por los que asoma el corazón abierto de una de las últimas divas de la historia de la lírica.

Victoria, la "dulce Victoria" como la imaginan muchos, mira atrás sin nostalgia."La vida ha cambiado de muchas formas. Los valores son otros. Ya no existen un Fischer-Dieskau, una Schwarzkopf. Hoy, salvo excepciones, los cantantes piensan que llegar es cantar en televisión, actuar en grandes galas, ganar el máximo dinero... Se ha estropeado el sentido de los valores: el hacer música sin esperar nada a cambio y que venga lo que sea. Hay muy poca gente que hoy crea en eso de ‘El hombre y sus circunstancias’. Se buscan las circunstancias hasta con ansiedad, y a veces se te escapan de las manos precisamente por ello".

Por encima de cualquier compromiso o conveniencia, Victoria ha impuesto sus convicciones éticas y profesionales. Así ocurrió cuando en noventa una conocida firma catalana de joyas le hizo una tentadora oferta para protagonizar una sofisticada campaña publicitaria: "Al momento dije que no. Me contestaron: ‘Pero, señora De los ángeles, aún no le hemos dicho ni cuánto le pensamos pagar. ‘No quiero ni oírlo’, les respondí". A pesar de verse forzada a vender su espacioso piso en Barcelona.

Es la misma ética que mostró en un camerino del Palau de la Música de Valencia. Corrían las once de la noche del miércoles, 24 de julio de 1996, cuando, tras una agotadora sesión de grabación de las Canciones playeras de óscar Esplá junto a la Orquesta de Valencia, la soprano devolvía el talón bancario que ya tenía en sus manos, y que correspondía al caché fijado. "No puedo aceptarlo. El disco no va a quedar bien.Es mejor que no salga". Sólo después de horas de discusión, y tras escuchar el montaje final, la exigente Victoria dio el plácet a la edición del compacto. Hasta entonces se negó en redondo a cobrar ni una peseta.

Generación irrepetible
Pertenece a una generación irrepetible, la de los Del Monaco, Bergonzi, Callas, Nilsson, Schwarzkopf, Corelli. Ha cantado junto a Windgassen, Fischer-Dieskau, Hotter, Frick... Voces impensables en la escena contemporánea. "Pero yo no creo que haya crisis de voces. Lo que ocurre es que los valores son otros. Hay voces, pero las inteligencias están sumergidas. Se cuentan miles de maestros de canto, pero las direcciones pedagógicas a veces no son las indicadas. Hay otras formas de pensar sobre cómo hacer una carrera. Los jóvenes creen que tienen que emular lo que ven y meterse en los conductos que los lleven a cantar".

Se muestra hipercrítica con el actual mundo de la ópera, con sus intereses y concesiones: "En nuestro tiempo sería impensable un espectáculo como el de los tenores". ¿Y un trío Schwarzkopf-De los ángeles-Fischer-Dieskau? "¡Qué dice! Jamás nos hubiéramos prestado a hacer cosas así. Piense solamente en Fischer-Dieskau: sería la negación para eso. Diría que no: últimamente ni siquiera firmaba autógrafos tras los conciertos. Es un hombre de gran cultura, que pinta, que toca el piano, que escribe... Ninguno de los tres nos hubiéramos prestado jamás a hacer esas cosas. Además no sabríamos cantar un Schubert con megafonía".

"Cuando te pones delante de una partitura de Schubert, de Wolf... piensas ‘qué tiene que ver esto con ese mundo’ [susurrando] ¡naaadaaaaaaa! Sigo con el mismo pensamiento que cuando iba al conservatorio en mis primeros días. Continúo no sabiendo nada. Después de tantos años, te das cuenta de que esto que haces o has hecho, está mal, que lo puedes hacer mejor, quizá de otra manera. Es verdad. ¡Cómo siendo consciente de tantas cosas me voy a poner a anunciar joyas o a cantar en un estadio con micrófono! ¡Ni podría ni sabría!".

Victoria no se deja tentar por el halago o el piropo. A punto de cumplir los 80 años, vive el mismo Olimpo que aún habitan glorias como Birgit Nilsson, Renata Tebaldi, Astrid Varnay, Franco Corelli o su íntima amiga Elisabeth Schwarzkopf. "Me han dicho de todo, desde que soy Teresa de Calcuta hasta que evoco a Santa Teresa de Jesús. Pero ya en serio, la verdad es que estudié siempre mucho, y nunca he dejado de seguir haciéndolo. Lo que ocurre es que siempre he mirado muchísimo lo que podía hacer y lo que no podía. Eso nunca lo he forzado. Incluso los roles wagnerianos que he abordado en mi carrera -Elisabeth, Elsa, Eva- los hice siempre con un sentido lírico, con una técnica lírica, o sea, nunca intentando hacer la voz wagneriana [dice esto ensanchando la voz hasta casi parecer el mismísimo Fafner]", afirma.

Instrumento vulnerable
"Jamás he querido abusar de este instrumento que es muy fuerte pero al mismo tiempo delicado y vulnerable", insiste. "Cuando las cuerdas vocales están tocadas ya no hay modo de arreglarlas. Tienes que conservar el sonido, la belleza de color. Corregir esas notas que te salen de vez en cuando que no son bonitas y que cuando se te escapan te hacen exclamar un "¡ay!"... Desde que empecé a estudiar en agosto del 39 me he pasado la vida oyendo y observando lo que estoy haciendo. Jamás he tenido ambición de cantar todo, eso de ufanarme con un ‘yo lo canto todo’, de ‘ahora canto esto dramático’, ahora me proponen Ernani y digo sí y Tosca, también ¡Hasta Isolda!".

Como ejemplo y contrapunto a esa fidelidad a sí misma, a su propia vocalidad y ser artístico, Victoria refiere su relación con la Mariscala de El caballero de la rosa: "No se puedes imaginar la cantidad de veces que me la pidieron. Nunca la canté. No, no: Thanks very much! En los años cincuenta el viejo Metropolitan me la pidió una y mil veces. No debía de hacerla: había ya grandes mariscalas. Cuando tú oyes a Schwarzkopf o a la señora Lehmann, automáticamente piensas: "no toques eso, porque nunca vas a conseguir hacer esas mariscalas ¿Qué cantante de hoy piensa así?"