Image: Ópera al fresco

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Música

Ópera al fresco

Los festivales de Santander y San Sebastián apuestan por la lírica

29 julio, 2004 02:00

Maria Guleghina y Giacomo Prestia durante los ensayos de Norma en Santander. Foto: Fernando Baños

Tanto el Festival de Santander, que comienza este domingo, como la Quincena Musical Donostiarra pisan ya muy fuerte en el panorama europeo, con apellidos de la talla de Gergiev, Bertman, Flórez o Sokolov entre sus filas. Un año más, la ópera adquiere el mayor protagonismo: la capital cántabra estrena un nuevo montaje de Norma, mientras que San Sebastián apuesta por Ballo in maschera.

La ópera, desde los últimos años, se está constituyendo en una nueva seña de identidad de los festivales españoles, en los del norte sin ningún género de dudas. Comentemos en primer lugar, a vista de pájaro, los pormenores que definen el de Santander, que alcanza este verano su edición número 53. Norma de Bellini abre el fuego el día 1. Es una producción del propio certamen dirigida por un experto e imaginativo hombre de teatro, el ruso Dmitry Bertman, habitual regidor de la compañía Helikon de Moscú. No cabe duda de que existe interés por ver qué se le ocurre a este artista para desentumecer un poco una obra que escénicamente puede resultar más bien apolillada en manos rutinarias. Cuenta desde luego con un reparto de altura -a día de hoy-, en el que intervienen Maria Guleghina, una de las más asentadas sacerdotisas de estos años -sin que posea la voz y el estilo idóneos-, Luciana d’Intino, conocida en la plaza por su excelente Eboli, el canadiense Richard Margison, un correcto Pollione, y Giacomo Prestia, un bajo de presencia y robustez innegables. El práctico Antonello Allemandi, muy querido en el Festival, se las verá con ellos y con la Orquesta y Coro del Helikon.

Estos mismo conjuntos, gobernados por Bertman, pero con dirección musical de Vladimir Ponkin y con los cantantes de la compañía, ponen en escena, al igual que en Peralada, El caso Makropoulos, una de las obras más misteriosas y acabadas de Janácek, y, en repertorio diametralmente opuesto, el de la ópera cómica francesa Pedro el Grande de Grétry, estrenada en 1790. Una rareza. Para compensar y complementar se propone un viaje -que asimismo realizan los asistentes a Peralada- al extremo oriente de la mano del Teatro Nacional de la ópera de Pekín y su La diosa del río Luo. Pero la expectación lírica se centrará especialmente en el recital de la diva Angela Gheorghiu, con obras de Puccini, Cilea, Catalani, Bellini, Leoncavallo y Verdi; una mezcolanza de verismo dulzón, verismo duro, romanticismo neobelcantista y romanticismo pleno. Una excursión por el belcanto podrá seguirse en la voz clara de Juan Diego Flórez, con el aditamento de canciones de Beethoven y Schubert y de piezas iberoamericanas.

Espléndido Sokolov
En el capítulo camerístico e instrumental sobresale, en primer lugar, la presencia del espléndido y hermético pianista Grigori Sokolov, con obras de Bach y Beethoven, dos de sus especialidades. Luego la siempre atractiva excursión por el barroco francés (La viola del Rey Sol) de Jordi Savall, con amigos de la talla de Hantaï y Lislevand, y la intervención de la ascendente Orquesta Barroca de Sevilla con el estupendo contratenor Carlos Mena. Por supuesto, se sigue cuidando, y mucho, la parcela de los ‘Marcos históricos’, en donde se despliega una frenética actividad: ciclo de Sonatas del Rosario de Biber, que vuelve a traer a España La Risonanza de Fabio Bonizzoni, gregoriano en las voces de la Scola Gregoriana Brugensis, músicas de peregrinos por Alia Musica, Cuarteto Parisii, Solistas de Hamburgo, Camerata Iberia (V centenario Isabel la Católica), Millenarium (maestros del organetto florentino), La Tempesta, Quinteto Sorozábal, Neopercusión, Hantaï…

Los estrenos, siempre presentes en este certamen, aparecen aquí y allí, en los distintos espacios organizados por su director José Luis Ocejo. Se crean partituras de Samano (Fantasía II) en homenaje Jesús García Leoz, de quien se conmemora el centenario y a quien dedica un concierto el Trío Mompou; de Bertomeu (Cuarteto Cántabro), Dossena (Variaciones para órgano), Valent, Israel David Martínez… El ballet sigue teniendo asimismo gran presencia. Aparte el díptico con El sombrero de tres picos y El Café de Chinitas, que recupera los telones dalinianos y que se hace también en Peralada, es de resaltar la participación de Julio Bocca y su Ballet Argentino.

Lo sinfónico viene al final y tiene moderado interés: Sinfónica de Berlín con Eliahu Inbal (Mahler, Bruckner), Orquesta y Coro del Comunale de Bolonia con Gatti (los Réquiem de Brahms y de Verdi) y Filarmónica de Dresde con Fröhbeck (Strauss, Wagner).

Tres títulos operísticos podrán seguirse, a partir del próximo 5 de agosto, en la Quincena. El único representado, Un ballo in maschera de Verdi, en producción del Teatro de Mannheim firmada por Werner Schroeter y dirigida musicalmente por López Cobos, tiene como solistas al joven y orondo americano Francisco Casanova, una voz muy prometedora y musical Ana María Sánchez, una Amelia de bastantes campanillas, a Vassily Gerello, nuevo valor eslavo, a la muy firme Elena Zaremba y a la creciente Ofelia Sala. Semyon Bychkov, con su Orquesta de la Radio de Colonia, dirige la versión de concierto de Elektra de Strauss, con un reparto apañado sin grandes cosas: Deborah Polaski, Anne Schwanewilms, Reinhild Runkel y el muy veterano Siegfried Jerusalem, que puede hacer un excelente Egisto. Aunque el aficionado medio lo que estará esperando, aquí también, es la actuación de Juan Diego Flórez, pero en este caso como integrante del reparto de la versión concertante de La donna del lago de Rossini, que dirigirá Riccardo Frizza. Darina Takova, Daniela Barcellona, Gregory Kunde y Simon Orfila, un buen equipo, están al lado del divo peruano, que deberá -como hiciera ya en La Coruña a finales de junio y deberá hacer en Pamplona- salvar una parte muy comprometida.

Dentro de su habitual planificación, siempre clara y linealmente trazada por estratos, la Quincena se anima en esta edición con dos nuevas ventanas. la primera está dedicada al Camino de Santiago en Euskadi y a las músicas conectadas con él. Por ejemplo, las del Codex Calixtino: Cantigas de Santa María (Cuarteto Urueña), Misa Sancti Jacobi (agrupación Alfonso X el Sabio), El camino de las estrellas (Escuela Gregoriana de Donosti). La segunda ventana aglutina actos en torno a la leyenda In vino... música: folklore vasco, De la taberna a la corte (músicas medievales) (Grupo Arte Factum), concierto del contratenor José Hernández Pastor (Milás, Mudarra, Narvaéz...) y numerosas actuaciones callejeras.

Gergiev con Rotterdam
No hay en esta muestra tampoco especiales sorpresas en el ámbito orquestal, lo que no significa que no haya cosas de interés, en conjunto probablemente superiores a las de Santander: dos conciertos de la Filarmónica de Rotterdam con Gergiev (música francesa, Romeo y Julieta de Prokofiev), dos de Filarmónica de Londres con Jurowski, dos de la Radio de Colonia (uno es Elektra, el otro está dedicado a Brahms) y uno de la Sinfónica de Euskadi son su titular Gilbert Varga y el Orfeón con el Réquiem de Brahms (buena ocasión para comparar). La parcela de música antigua, muy importante en este festival, aparece presidida, como en Santander, por las Sonatas del Rosario de Biber a cargo de La Risonanza y sitúa en lugar destacado a Carlos Mena, junto a Rivera y Bernat, laúd y órgano (Entre lo divino y lo humano).

El apartado de música contemporánea está habitado por el nombre del compositor alemán Helmut Lachenmann (Stuttgart, 1935), que se coloca, junto al de otros colegas, en los atriles del Grupo Neopercusión, de las guitarras de Delume, Aschour y Márquez, del clarinete de Estellés y el grupo electrónico Musikene y en los del pianista Marino Formenti. Y no falta el ciclo de órgano, que dirige esta vez Zsigmond Szathmáry. Recordemos, por último, que se ha programado aquí esa función de Peralada y Santander -que el año próximo estará en Granada- dedicada a Dalí.