Image: Wagner ¿héroe o villano?

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Música

Wagner ¿héroe o villano?

La ideología del compositor todavía condiciona el valor de su obra

10 febrero, 2005 01:00

Plácido Domingo en el Parsifal del Liceo

Coinciden las representaciones de Parsifal en Barcelona y Lohengrin, que llega ahora al Real, con la conmemoración del aniversario de Auschwitz, donde la música de Wagner atormentaba a los prisioneros judíos. El Cultural profundiza en el aspecto más controvertido del compositor.

Extraña paradoja la de nuestros dos teatros más importantes que parecen haberse puesto de acuerdo para programar obras de Wagner en curiosa coincidencia con el sesenta aniversario del Holocausto de Auschwitz, donde los prisioneros judíos "convivían" a diario con las óperas del compositor que tronaban por los altavoces de los campos de concentración. Ese curioso maridaje Wagner-nazismo sigue generando abundante polémica. La célebre frase de Woody Allen, extraída de su película Misterioso asesinato en Manhattan, "cuando oigo mucho rato a Wagner me entran ganas de invadir Polonia", parece subrayar aquellas palabras que el cineasta Hans Jörgen Syberberg pone en boca de Hitler en su obra Una película alemana: "mientras se escuche música de Wagner, yo estaré presente".

La sombra del dictador alemán no sólo se proyecta sobre la del compositor sino que parece haber cubierto una parte importante. Así, no sorprende el comentario del profesor argentino Horacio Sanguinetti, rector del Colegio Nacional de Buenos Aires: "Se afirma en defensa de Wagner que, muerto medio siglo antes, no podía evitar que su música ilustrara la saga del nazismo. Pero ocurre que el nazismo no sólo se apropió de su arte, sino de sus ideas. Y en última instancia, el numen creador de aquellos horrores se llamó Richard Wagner. Tal como él reclamaba, juzguémoslo por lo que hizo a la Humanidad".

No es ninguna novedad el desprecio que Wagner sentía por los judíos, a los que dedicó, además de su opúsculo El judaísmo en la música, muchas referencias en sus escritos. Su animadversión se expresaba con estas palabras: "Si su lenguaje impide casi completamente al judío expresar sus sentimientos y sus ideas por medio del discurso, con más razón una manifestación semejante le resultaría imposible por el canto. El canto es el discurso llevado al más alto grado de la pasión; la música es la lengua de la pasión. Si al judío le sucede elevar el tono de su discurso hasta el canto, su animación nos parece ridícula, y como nunca toma el acento de una pasión susceptible de emocionarnos, se nos convierte en insoportable".

Es una opinión de 1850 que no deja de poner los pelos de punta, teniendo en cuenta que está firmada por el autor de Tristán e Isolda. Casi veinte años después, en otro opúsculo menos conocido, Aclaraciones sobre el judaísmo en la música, solucionaba el problema de la siguiente forma: "La decadencia de nuestra cultura podría ser parada por una expulsión violenta de este elemento extranjero de descomposición, aunque eso es algo que no puedo esperar pues para ello se necesitarían unas fuerzas cuya existencia me es desconocida", en lo que muchos analistas han podido ver como una profecía del Holocausto vivido setenta años después.

Todavía el escritor Houston Stewart Chamberlain, emparentado con los Wagner, y de conocidas ideas racistas, justificaría esa impresión afirmando que, "si Wagner creyó verse obligado a lanzar un grito de alarma ante la influencia creciente de los judíos en el arte alemán, esto no es resultado de una idiosincrasia personal. Los mejores de su tiempo, no importa a qué partido perteneciesen, pensaban como él. Pero es muy digno de remarcar que mientras los judíos no hicieron nada a los otros por su antisemitismo, ¡no le perdonaron nunca a él el suyo!".

Obra manipulada
Preguntado por EL CULTURAL, el compositor Luis de Pablo intenta poner un poco de distancia en la polémica: "la Historia da muchas vueltas. El desprecio a los judíos ha sido compartido por muchos y en demasiados sitios. Recuérdese la Execración contra los judíos de Quevedo o la persecución que llevó a cabo Lope a través de nuestra Inquisición. Wagner vivió en un momento muy concreto y en él hay que intentar analizar su personalidad. Y no se puede negar que su genial obra fue manipulada por los nazis para identificarla con sus ideales. Eso no obsta para que el personaje pueda resultar especialmente desagradable", señala.

La necesidad de separar al compositor del personaje, era comentada también por el escritor palestino, Edward Said, recientemente desaparecido, en su artículo Barenboim y el tabú Wagner donde subrayaba: "Para una mente madura debiera ser posible mantener juntos dos hechos contradictorios, que Wagner fue un gran artista, y que fue un ser humano repugnante. Por desgracia, no se puede tener lo uno sin lo otro. ¿Significa esto que no se debiera escuchar a Wagner? Con seguridad que no. Es obvio que si un individuo sigue obsesionado por la asociación de Wagner con el Holocausto, no hay ninguna necesidad de que se le obligue a escuchar a Wagner. Todo lo que diría, sin embargo, es que se necesita una actitud abierta hacia el arte". En el vínculo con el nazismo, sin embargo, han tenido una enorme influencia sus sucesores. Como afirma a este suplemento el compositor Josep Soler, que se reconoce "profundamente"wagneriano: "es normal que, como persona, levante numerosas antipatías, ¿quién no? Hay pocos santos y se pueden encontrar muchos puntos en su contra. Pero ahí esta un mundo de óperas excepcionales que dejó. Ahora bien, no se puede olvidar la manipulación que de él llevó a cabo su familia". Sin duda, aquí surge el peculiar carácter de Winifred, su nuera, que al enviudar de Sigfried, hijo del compositor, se hizo cargo del Festival de Bayreuth en la plenitud del nazismo.

Entusiasmo por Wagner
Hay que recordar el especial entusiasmo que el compositor suscitaba en Hitler que, antes incluso de ser Canciller, lo había convertido en su particular joya de la corona. Como señala el historiador Frederic Spotts, en su obra Bayreuth: una historia del Festival Wagner, la apropiación de Los Maestros Cantores, representada en todos los acontecimientos destacados del partido nazi, fue "uno de los grandes crímenes culturales del Tercer Reich". Según Spotts, para los nazis, las óperas de Wagner suponían una llamada "a la exaltación de los sentimientos románticos y mitológicos germánicos y a su profundo anhelo de redención. Que además les servían para sustituir su paranoico complejo de inferioridad con la convicción de pertenecer a un pueblo único y superior. El Bayreuth del Tercer Reich explotó de forma vergonzosa estos sentimientos en su propio beneficio". El vínculo Wagner-Hitler se aireaba, por los medios propagandísticos de Goebbels con desfachatez y así no sorprende que en el periódico Bayreuther Blätter se escribiera de un modo que hoy apesta: "Ahora tenemos un Canciller que ama a Wagner, entiende la cultura alemana y no temerá enfrentarse a la cuestión judía". Hitler sentía una fuerte atracción por Winifred Wagner y protegió a Bayreuth que, justo antes de la guerra, vivió una auténtica edad de oro. A cambio, la colina sagrada pasó a convertirse, en palabras de Thomas Mann, en el "teatro de corte de Hitler". Fue allí donde éste acogió favorablemente el mensaje de Franco requiriendo ayuda militar. De ahí que la misión de apoyo recibiera la clave de Fuego mágico, en referencia al último leit-motiv de La walkiria.

Winifred consultaba con Hitler todas las decisiones importantes que afectaban al Festival. Después de cada representación, cuando regresaban a Wahnfried, discutían sobre ellas hasta altas horas de la noche. No es de extrañar que los procesos de desnazificación posteriores a la guerra se la llevaran por delante obligándole a dimitir en beneficio de sus hijos, Wieland y Wolfgang, que se lanzaron a un proceso de despolitización de la obra de su abuelo. Por cierto, ya fallecido el primero, Winifred escribió que "las sombras pardas proyectadas sobre mí pesan aún hoy sobre Bayreuth y por desgracia mi hijo Wolfgang tiene aún hoy que seguir devolviendo la sopa que yo le di a cucharaditas". Por ello, el debate todavía está lejos de terminar.


El Wagner de López Cobos
ElTeatro Real apuesta en esta temporada por una representación de Lohengrin cuya producción procede de la Deutsche Oper de Berlín, realizada por el célebre y recientemente desaparecido Gütz Friedrich. Fue estrenada en 1990 con el maestro López Cobos a la batuta, que vuelve de dirigirla, en lo que supone su debut en el Real como maestro wagneriano. El reparto, si no falla alguno por las infecciones invernales, estará encabezado por dos figuras importantes: el tenor Peter Seiffert como protagonista -alternando con Christopher Ventris y Jeffrey Dow-, convertido en uno de los referentes actuales en este papel, que demanda un tenor más lírico que sus hermanos Tristán o Tannhäuser, y la mezzo Waltraud Meier -que alternará con Birgit Remmert- que ya obtuviera un rotundo éxitos con sus apariciones en La walkiria del pasado año, que asumirá el papel de Ortrud. El resto del reparto es importante e incluye nombres muy señalados como el coreano Kwangchul Youn, muy celebrado en Berlín, o la soprano Petra Maria Schnitzer.