Image: Y la vanguardia se hizo imperio

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Música

Y la vanguardia se hizo imperio

Pierre Boulez a los ochenta

24 marzo, 2005 01:00

Pierre Boulez. Foto: H. Hoffmann

Lo de Boulez, más que influencia, es imperio. No lo construyó él solo, pero él fue portaestandarte. En los últimos años cuarenta y primeros cincuenta, Boulez y algunos otros -Stockhausen, Maderna, Nono...- consiguieron desaguar la múltiple tradición musical de entreguerras en el único cuello de botella del llamado serialismo integral. Su triunfo fue rotundo, imperial, e instauró una especie de "pax bouleziana" que ha ralentizado todo cambio posterior. La obra más trascendente de Boulez, el legendario Martillo sin dueño, es de 1953. Comparémosla, calidades aparte, con las que acabamos de oír hace unas semanas en la Tribuna de Compositores Jóvenes del CDMC: es difícil encontrar en la historia de la música europea un periodo de cincuenta años en el que la música haya evolucionado así de poco.

Y no es que todos escriban como el Boulez de aquellos años. Hoy no quedan serialistas y los espectristas, bruitistas, conceptuales, minimalistas, ingenuistas y tantos otros están, efectivamente, lejos del serialismo, pero en todos ellos pervive lo fundamental de la revolución bouleziana, que consiste en emancipar a la música de sus deberes para con el oído humano, tan débil él y tan perezoso. Boulez dio prestigio a la composición por componentes y al juicio estructuralista de la música. Desde Boulez, los compositores trabajan, no con el sonido, sino con sus elementos (altura, ritmo, timbre, registro, etc.), y buscan la justificación de su música en la hondura de la estructura técnica más que en la superficie audible.

La herencia de Boulez ha sido esterilizadora. Pasa a menudo con los grandes creadores: parece que abren puertas, pero en realidad las cierran. La losa Boulez -como la losa Stockhausen, o la losa Xenakis, o incluso la losa Cage en América- aplasta a los jóvenes, pero eso no es culpa de los abuelos, sino de los nietos, que no han sabido o no han querido quitárselos de encima. Muy pocos de los compositores postboulez han tenido el coraje o la gana de poner rumbo de nuevo al oído del espectador.

España en esto no ha sido distinta de los demás países europeos. Halffter, De Pablo, Bernaola, sus coetáneos y casi todos los compositores de cualquier generación que hoy disfrutan de prestigio en nuestro país son coautores o herederos de aquellas vanguardias de postguerra. Algunos han trabajado directamente con Boulez, como Tomás Marco a primera hora, Ernest Martínez Izquierdo después o, más recientemente, Fabián Panisello. Curiosamente, Marco, que es de los mayores, ha sido uno de los pocos que ha sabido encontrar caminos propios. La influencia gravitatoria del planeta serial es tan fuerte que afecta, aunque sea por negación, a los que voluntariamente se han alejado de él, como García Abril, Miguel ángel Coria o Claudio Prieto.

No imperial, pero sí notable, ha resultado la influencia del Boulez director. Sin batuta, con las palmas extendidas a modo de hachas cortantes, con gestos gélidamente precisos, sin levantar la vista del papel y haciendo sonar todo lo que pone y sólo lo que pone, Boulez ha aportado verdad al arte de dirigir orquestas, en el que tántos venden humo a golpe de melena.