Ivo Pogorelich
Sólo me importa la calidad, lo que piense la gente me da igual
15 marzo, 2007 01:00Ivo Pogorelich. Foto: Antonio D´Amato
Aunque se ha paseado en varias ocasiones por los caminos de España e, incluso, ha llegado a hacer alguna parada musical, como es el caso de la Soria machadiana, Ivo Pogorelich parecía ausente de nuestro panorama musical (a pesar de que hace diez años sus apariciones eran continuas). No es de extrañar la expectación que levanta la gira que comienza mañana en León, para continuar en Madrid, Zaragoza y Cuenca. Por este motivo, ha hablado con El Cultural.
Los avispados agentes no dudaron de aprovechar tan gran filón y apostaron por esa figura que tan bien daba en las fotos y cuya actitud resultaba ideal para vender discos y conciertos. Pero Pogorelich demostró que era una persona que no iba a permitir que le manejaran como una marioneta. Vinieron después su enfrentamiento con el entonces "dios Karajan", su actitud levantista contra el sistema, aunque también sus apuestas humanitarias con varias fundaciones o sus conciertos benéficos que intentaban paliar las duras consecuencias de la conflagración bélica habida en Yugoslavia.
La muerte de su esposa y profesora Aliza Kezeradze, hace ahora once años, abrió una falla que, en su momento, algunos vaticinaron como insalvable, algo que el tiempo ha desmentido. Aunque ocasionalmente ha actuado en los últimos años en España, Pogorelich vuelve ahora en una gira (León, Madrid, Zaragoza, Cuenca) en la que habrá de encontrarse con el público madrileño del ciclo de Grandes Intérpretes, fiel y comprensivo incluso ante sus cancelaciones, tras casi una década en la que se le ha echado de menos. No en vano, Pogorelich es una de las figuras más carismáticas del actual panorama musical.
-Después de nueve años regresa al ciclo de Grands Intérpretes, a un público que le aprecia y quiere como le ha demostrado en múltiples ocasiones. Demasiado tiempo, ¿no?
-Sólo tenemos un cuerpo, con sus limitaciones, y no podemos hacerlo todo. Especialmente cuando, en mi caso, aspiro a llevarlo a cabo con el máximo de calidad. No puedo estar en todos los sitios. Hace poco he pasado prácticamente dos meses en los Estados Unidos y otros dos en Oriente, en Japón y China... (con un tono distinto) y la verdad es que me siento muy cansado.
-Pero no le extrañará que el aficionado se pregunte qué razones le han llevado a tan larga ausencia teniendo en cuenta que sí que ha actuado, ocasionalmente, en otras ciudades españolas.
-Es una cuestión de planes. No puedo tocar en todos los sitios, y más aún cuando no doy preferencia a ninguno en especial. Recientemente, he ofrecido un concierto en el Metropolitan Museum Nueva York y me comentaron, con sorpresa por mi parte, que hacía nada menos que diez años que no había tocado allí. No me había dado cuenta... Pero no, no he dejado de tocar en ningún momento aunque haga más o menos conciertos. Las cosas han ido de otra manera.
-¿Ya no le interesa ofrecer esas amplias giras maratonianas?
-La verdad es que lo único que me importa es la calidad de mis actuaciones. Siempre he seguido este principio y, en este momento, no voy a cambiar. Que la gente lo vea de una manera u otra, a mí no me importa, me da igual. Porque yo sigo trabajando y sólo me presento cuando considero que estoy muy bien preparado.
Un amplio programa
-El programa es gigantesco.
-Como siempre. Interpreto dos sonatas de Beethoven (la 24 y la 32), una de Scriabin (la Cuarta op. 30) y de Rachmaninov (la Segunda, op 36, en su segunda versión) junto a dos piezas cortas de Beethoven (el célebre Para Elisa) y Brahms (el Intermezzo en la menor), que actúan a modo de intermedio.
-¿Cómo evoluciona su visión de Beethoven siempre en su repertorio?
-El acercamiento a cualquier obra es fruto de mi trabajo sobre el instrumento y las consecuencias son el resultado de mi convivencia con él. También he estudiado el pianoforte de finales del siglo XVIII y ello me ha planteado recursos técnicos diferentes.
-¿El pianoforte clásico y el piano moderno son dos mundos diferentes?
-Uno es el museo y otro es la realidad y yo me decanto por la realidad. Los instrumentos del pasado resultan limitados por sus características técnicas y acústicas. Ni a Beethoven, ni a Brahms, ni a Mozart se les ocurrió nunca pensar que sus obras se podrían ofrecer en salas de dos mil personas.
-¿Quiere decir que las dimensiones actuales distorsionan el concepto con el que fueron creadas?
-Se pierde en intimidad y, con ella, el espíritu original de muchas obras. Los artistas se acomodan a estas magnitudes. De ahí que sea necesario buscar un punto de equilibrio en el sonido.
-¿En qué medida le ha influido el conocimiento del pianoforte de la época de Beethoven?
-No podría decir que en cosas concretas. Es más un proceso personal de asimilación que permite perfilar la técnica, buscar más colores, aportar otro concepto que construye el sonido de otro modo.
-Beethoven, por un lado y Rachmaninov junto a Scriabin, por otro, ¿qué hay de común en ellos?
-Los une el instrumento. Hay una línea entre Rachmaninov y Scriabin con Beethoven que es el propio piano. Lo que muestro, y lo que para mí importa, es que hay un espíritu poético común aportado tanto por Beethoven, como por Rachmaninov y Scriabin.
-Del mismo modo que trabaja el instrumento que convivió con su autor, ¿en qué medida es necesario saber el marco biográfico de un compositor para acercarse a la obra?
-Puede facilitar un vínculo emocional y literario, si se quiere, que siempre será útil. Pero creo que es necesario separar las cosas. Ese conocimiento puede servir para favorecer que la persona esté mejor formada, aunque a la hora de la verdad qué más da que conozcamos o no lo que pasó en un momento concreto del siglo XIX, entre Clara Schumann y Brahms. Para mí, todo está en la partitura. Lo importante es el modo de leerla. Y yo lo voy a hacer de diferente manera que otro pianista porque, seguramente,cada uno verá cosas muy distintas en ella.
El marco histórico
-¿No cree entonces necesario enmarcar histórica y culturalmente a un compositor?
-No digo eso, porque siempre es útil conocer la vida y la obra de los compositores que interpreto. No se puede negar que desarrolla la sensibilidad cultural humana. Pero un abogado, por citar un profesional, puede conocer hasta el último dato de la biografía de Beethoven y, sin embargo, no por ello va a poder tocar mejor un instrumento, porque le falta el soporte técnico. Hay que distinguir entre los dos campos. Y cualquier diplomado puede contar con una base cultural. Pero hacer música es otra cosa. La interpretación depende de la lectura no de la subjetividad de la persona que toca.
Pogorelich ha evolucionado también en muchos detalles. Ahora toca con partitura (algo que también hizo Richter) y muestra una actitud menos excéntrica. Hace años que no graba discos y habla con meticulosidad, en un español perfecto. En todo caso siempre se ve sometido a esa inevitable presión de ser pianista, es decir el único intérprete que además de enfrentarse a nuevas acústicas también ha de cambiar de instrumento allí donde va.
-¿Cómo supera este inconveniente, teniendo en cuenta que apenas puede convivir previamente con los pianos durante unas horas?
-Con la experiencia. Sólo ella te permite afrontar estas situaciones. Desde luego, un joven no puede tenerla. Haber ofrecido muchos conciertos, en sitios muy diferentes, te ayuda a superar los problemas a los que usted se refiere. Porque nunca he sido partidario de llevar a rastras un piano conmigo.
-Pero cada vez son más aquellos colegas suyos que apuestan por ello.
-Lo considero muy injusto. El piano no es un instrumento porteable mientras que los demás sí lo son. El piano necesita su sitio. De ahí que cuando asumimos la responsabilidad de ser pianistas, debamos ser conscientes de los retos que implica: nuevas acústicas, nuevos públicos, distintos instrumentos. Y un verdadero artista tiene que saber afrontarlos. En mi experiencia cotidiana, poder tocar en muy distintas ciudades, en culturas lejanas, me ha facilitado otro tipo de comprensión del acto que supone un concierto.
-Resulta inevitable preguntarle por su reciente reencuentro con el pasado, con Varsovia, sede de su lanzamiento después de la polémica suscitada por no haber ganado el Concurso Chopin.
-(Se ríe). Es verdad, acabo de venir de Varsovia. Ha sido mi primer concierto después de 27 años. El 4 de marzo volví. No quiero comentar nada en especial. Puede usted mirar todo lo que ha salido en internet. Pero fue algo charmant.
-¿Sigue valorando los concursos negativamente?
-Los concursos son como una especie de deber que los artistas jóvenes han de pasar. Es la manera, o mejor dicho, es un buen vehículo para tomar contacto con el público. Es especialmente válido para la gente joven como un potencial escaparate de su talento... siempre y cuando haya algo que ofrecer.
Hervidero de comentarios
-El ciberpespacio es un hervidero de comentarios sobre usted.
-Soy consciente de lo que dicen o hablan de mí, y reconozco la importancia de internet en la vida contemporánea. Pero ni siquiera tengo página web oficial. No me ocupo de eso. Cuento con personas, secretarios y asistentes, que me ayudan, lo que me permite ganar ese tiempo.
-¿No le interesa internet?
-Valoro la información inmediata que facilita pero, a la hora de la verdad, imperan casi más los gossip (chismes), que lo que de verdad importa. Aunque hay fuentes serias, claro que sí.
-Con España ha vivido una relación muy estrecha.
-Me gusta estar en España, pero prefiero hacerlo de modo privado. Siempre necesito más tiempo como persona para hacer y disfrutar de todo lo que ofrece. Por eso me resulta más cómodo ir de incógnito. Cuando falto mucho tiempo, noto que me hace falta España.
-Y, ¿la música española?
-En Varsovia toqué como propinas dos Danzas Españolas de Granados. Claro que valoro Iberia pero ahora me interesa más Goyescas.
-Como solista, sigue padeciendo las complejidades de actuar con orquestas sin apenas ensayos.
-Hace mucho tiempo que vengo denunciando las condiciones de este sistema, absurdo, incómodo, lleno de restricciones, de falta de tiempo. Bajo esta concepción, parece que lo último que interesa es la música. Personalmente no me puedo quejar de mi posición privilegiada, fruto de mi educación, mi compromiso moral, artístico y humano. Pero, a veces, lo veo con temor y no deja de sorprenderme todo lo que pasa. En todo caso, creo en el poder de la música para quebrar estas incomodidades y su poder para superarlas.
-En una ocasión me habló de que siempre buscó el secreto de la música, ¿lo ha encontrado?
-Creo que el verdadero secreto de la música viene del universo, de muy lejos, y es a través del sonido, que es el objetivo, y del intérprete, que es el medio, como llega a materializarse.
Un piano de matices impensables
La figura de Ivo Pogorelich ha estado siempre envuelta en un cierto halo de misterio, que su vida y manera de tocar han ido reforzando. Es pianista que no se ha prodigado nunca demasiado y que ha actuado en nuestro país intermitentemente. Ahora reaparece, tras nueve años, en el ciclo Grandes Intérpretes. Los buenos catadores están de enhorabuena; y los aficionados amigos de las emociones fuertes y con memoria. No sabemos a día de hoy qué nos va a ofrecer en esta oportunidad el artista, siempre amigo de sorprender al personal, de jugar hasta cierto punto con él. Una tendencia que cultiva desde hace mucho tiempo, evidenciada no sólo en ese toque enigmático, sino en su apuesta por soluciones pianísticas de inesperados planteamientos, por el empleo de contrastes dinámicos increíbles y por la elección de acentos y de tempi realmente insólitos. Todo ello lo revestía de una pátina de travieso enfant terrible, que no se preocupaba de disimular; incluso parecía querer acentuarlo con el uso de vestimentas un tanto estrafalarias, de zapatillas de raso y de actitudes de una displicencia más bien cargante. Sin embargo, tras esa fachada, se ha escondido en todo momento un artista que puede rozar la genialidad.La sonoridad que emana de los dedos de Pogorelich es de un refinamiento tímbrico sensacional, posee una pátina riquísima y una coloración tan lustrosa como variada. Es de los que a base de un hábil pedal puede llegar a extraer del teclado matices impensables. A. REVERTER