Image: Canarias cierra con Muti

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Música

Canarias cierra con Muti

El director clausura esta semana el Festival de Música de las Islas

21 febrero, 2008 01:00

Qué duda cabe de que Riccardo Muti es, a sus 66 años, uno de los grandes directores del momento. Incluso en vida de antecesores ya fallecidos como Giulini, Kubelik, Celibidache, Markevich, Solti u otros, estandartes de toda una generación de maestros, el despierto y cetrino joven napolitano, alumno de Guido Cantelli -coetáneo de aquéllos, pero tempranamente desaparecido-, se imponía como fuerza emergente por su seriedad, su seguridad, su concisa técnica y su sólido concepto musical.

Sin aspavientos y con firmeza, este italiano del sur ha triunfado sin fisuras con su cara de póquer y sus modos autoritarios, que esconden un discurso elocuente y un criterio que alimenta concepciones plenas de una tensión heredera de las manejadas por Toscanini, aunque con el toque elegante y teatral de Giulini. Menos variado de registros, menos analítico que Abbado, Muti bucea con un temperamento más a flor de piel, vital y vivificante, en las estructuras dramáticas de la ópera italiana, tanto la romántica como la clásica.

Ha sabido elevar a alturas insospechadas durante su etapa en La Scala -concluida malamente- la fiebre del Verdi de los años de galeras y de propulsar, siempre con el máximo respeto a lo escrito, partituras de madurez. Y ha sabido establecer un discurso tan sereno como refrescante a la hora de exponer los más granados frutos salidos de la pluma de Mozart. Sus versiones salzburguesas y vienesas de la trilogía dapontiana -hace bien poco se ha lucido en la capital de Austria con Così fan tutte- han sentado ya cátedra.

La soberbia disposición de los amplios brazos, el gesto ceñudo, la clara ondulación de la batuta, el férreo control del ritmo son bazas que dan seguridad a las formaciones a sus órdenes, tanto vocales como instrumentales. En su visita al Festival de Canarias, que él mismo cierra el próximo jueves en Santa Cruz, cuenta con la formidable Orquesta Philharmonia de Londres y con el Orfeón Donostiarra -que ha cantado la obra con las mejores batutas- para acometer el resultón Réquiem de Verdi, una obra que ha dirigido mil veces con una aplastante solvencia, de-sentrañando las lu- ces del entramado y dando opción a la exhibición de las voces solistas, en este caso, las de las rusas Tatiana Serjen y Ekaterina Gubanova, el italiano Giuseppe Sabbatini, fino estilista, y el finlandés Petri Lindroos. Antes, el día 25, Muti dirigirá en Las Palmas -el 27 en Santa Cruz- un hermoso programa fomado por la Sinfonía Inacabada de Schubert, Nobilissima visione de Hindemith y la Sinfonía n. 4 de Scriabin, Poema del éxtasis, obras que tiene bien ahormadas y que ha interpretado muchas veces. Cuenta en su haber con magníficas grabaciones de las integrales del romántico vienés y del visionario ruso. En versiones compactas y bien delineadas y cantadas. El fulgor ígneo que concede a las texturas enrevesadas y alucinadas de Scriabin seguro que está también presente en esta ocasión.