Caída en el olvido, sin un repertorio que defender tras su apogeo en la Inglaterra isabelina, la voz de contratenor comenzó a tomar nuevo auge a mediados del XX gracias sobre todo a la labor de Alfred Deller, auténtico pionero y uno de los cantantes más señalados de la centuria. No cabe duda de que a día de hoy, y desde hace tan sólo tres o cuatro años, uno de los artistas más completos en este campo es el francés Philippe Jaroussky, un joven treintañero con cara de niño, que ha adquirido una singular soltura y un dominio sorprendente de la coloratura, lo que le permite realizar auténticas proezas, imaginables únicamente en las gargantas privilegiadas de evirados famosos como Farinelli, Senesino, Crescentini, Carestini o Pacchierotti. Aunque ni la sonoridad ni la técnica sean las mismas, por supuesto, este cantante -en la línea de otros modernos divos de su cuerda como Daniels, Scholl o Mehta o, por citar a dos españoles, Mena y Oliver- logra convencer en sus interpretaciones de la difícil literatura barroca que encandilaba a las masas del XVIII. Su timbre es de soprano aguda -podría hablarse por lo tanto de un sopranista-, de homogéneo colorido, y posee una importante extensión que le permite escalar sin aparentes problemas el do 5. Cualidades que sin duda convienen al repertorio que va a acometer en su anunciado concierto del día 11 de este mes en el Palau de la Música de Valencia. Sobre los atriles páginas nada fáciles de Haendel, Alessandro Scarlatti y Arcangello Corelli. Una serie de músicas de la época del Cardenal romano Ottoboni, previstas para castrati de ese tiempo.
Al lado de Jaroussky, la soprano Nuria Rial, cuya fresca voz lírico-ligera ha causado buena impresión en recientes actuaciones, y un pequeño conjunto de cámara que actúa habitualmente con el artista galo, el Ensemble Artaserse. Seguiremos hablando en las próximas semanas de Jaroussky, ya que prevé nuevas visitas a nuestro país para abril y mayo, en compañía de otras formaciones de época. Para ir conociendo su estilo y técnica es recomendable la adquisición de un espléndido disco de Virgin titulado The Story of a castrato Carestini, en donde practica un bello recorrido por piezas de alto virtuosismo servidas por aquel histórico cantor.