Image: Kurtág

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Música

Kurtág

El último grande de la composición se presenta por primera vez en Madrid

1 mayo, 2008 02:00

La música contemporánea está de enhorabuena. El compositor húngaro Gyürgy Kurtág actuará el día 7 en el Auditorio Nacional de la mano del ciclo Musicadhoy. Con esta visita, España salda una deuda con el músico, que se "desquitará" en dos conciertos.

El próximo miércoles, en el Auditorio Nacional de Música de Madrid, se presentará por primera vez en España Gyürgy Kurtág, el gran compositor húngaro. En dos conciertos monográficos, acompañado de "master classes" en el propio Auditorio, Kurtág mostrará al público del ciclo Musicadhoy por qué es uno de los músicos más admirados del momento. El nombre de Gyürgy Kurtag (Lugoj, Rumanía, 1926), alemán de residencia, húngaro de cultura y rumano de nación, se asocia siempre a la música de calidad, a la "contemporánea" de prestigio, bien insertada en la estética de nuestros días. Y, sin embargo, es un autor poco presente en los programas de concierto.

La biografía de Kurtág es un buen ejemplo del carácter poligonal del mosaico cultural europeo, donde conviven fuertes raíces nacionales con una aspiración constante de lo universal. Kurtág es uno de los últimos miembros de aquella generación asombrosa que tomó el timón de la música europea después de la Segunda Guerra Mundial. Los italianos, que eran mayoría en el grupo, han muerto ya todos. Bruno Maderna, para muchos el más grande, se fue prematuramente. Luego se fueron Luigi Nono, Franco Donatoni y el gran Luciano Berio. También nos han dejado Iannis Xenakis y Karlheinz Stockhausen, con lo que Pierre Boulez se ha quedado un poco solo.

Hornada oriental
Esta generación de brahmanes de la modernidad musical tuvo también su hornada oriental. En los años 50, vinieron a Occidente desde más allá del telón de acero algunos compositores con ideas nuevas y potentes: los polacos Witold Lutoslawski y Krzysztof Penderecki y los dos "gyürgys" de la Transilvania húngara: Ligeti y Kurtág. De esta acumulación increíble de talento compositivo no nos queda más que Boulez, Penderecki y Kurtag, que cruzó hace poco la línea de los 80 años. Los dos primeros han venido más de una vez a España y su música se programa con bastante asiduidad entre nosotros. Kurtág, sin embargo, no ha tenido ocasión de presentarse sobre el escenario ante nuestro público y su música ha tenido una presencia escasa en los programas.

Lo interesante es que, a pesar de ello, Kurtág goza de gran prestigio. Es un compositor del que todo el mundo habla pero del que es muy difícil oír música bien tocada. Los conciertos de los próximos días en el Auditorio Nacional van a cambiar del todo esta situación. En primer lugar, porque se van a escuchar dos programas monográficos, con obras capitales de su catálogo que completan el "retrato del compositor" que se inició hace unas semanas con los Fragmentos de Kafka que András Keller y Juliane Banser interpretaron en el Museo Reina Sofía para el CDMC. Ahora además, el público español podrá presenciar por primera vez una actuación del propio Kurtág como pianista, acompañado también al piano por su mujer, Marta.

En el revuelto mundo de la música contemporánea, la figura de Kurtág no es sólo un destacado punto de referencia generacional, sino un símbolo viviente de las distintas fuerzas, a veces opuestas, que la mueven. La música de Kurtág tiene una base estructural muy sólida pero, al mismo tiempo, nos deja con la impresión de que lo importante en ella no es tanto el objeto musical cuanto el concepto creativo.

En otra vuelta de tuerca, la "conceptualidad" de Kurtág se ve desmentida por una búsqueda decidida de la belleza sonora. Belleza que, a su vez, no puede ser entendida a la manera tradicional. Pero la espiral sigue girando y girando, porque pocos compositores como Kurtág han sabido enraizar su música tan decididamente en la tradición. En toda la tradición, desde los polifonistas antiguos hasta Bartók pasando por Juan Sebastian Bach, a quien trascribe a menudo.

Pasado y presente
Kurtág ha mirado constantemente atrás, pero no para volver, sino para dialogar con el pasado desde el más riguroso presente. El arte de Kurtág parece una invitación constante a la contradicción, pero aun en esto resulta contradictorio, porque es difícil encontrar hoy un compositor con tanta coherencia en su trayectoria creadora. En palabras de Tomás Marco, la obra de Kurtág "ha transitado siempre por una vía sonora plena de ascetismo y renuncia, una especie de esencialismo que le ha llevado, por un lado a que su catálogo no sea muy extenso y, por otro, a que algunas de sus composiciones sean verdaderas work in progress, abiertas, inacabadas y continuamente ampliadas por nuevas piezas o derivaciones". Símbolo radical de su tiempo, Kurtág es, por eso mismo, prototipo de artista.

El primero de los dos programas monográficos está dedicado a la obra de Kurtág para cuarteto de cuerda y será interpretado por el Cuarteto Keller. Comienza con Aus der Ferne III, es decir, De la lejanía III, que es un breve aforismo musical dedicado de Alfred Schlee, su editor en la célebre casa Universal Edition. Sonará además otra Lejanía posterior, la quinta, que también está dedicada a Schlee, pero esta vez en plan in memoriam. El interés de Kurtág por la música antigua está representado en el Homenaje a Jacob Obrecht, una obra reciente, de 2005, que demuestra cómo el maestro continúa en plena creatividad. En Signos, juegos y mensajes podremos apreciar otra de las características de la manera de crear de este artista. Se trata de una "obra en marcha", que ha conocido multitud de versiones. El segundo concierto consta de dos composiciones muy significadas. El título de Hipartita, para violín solo, apunta a dos direcciones. La primera sílaba es una referencia a Hiromi Kokuchi, la violinista que la ha de interpretar. El resto de la palabra remite a las partitas para violín solo de Johann Sebastian Bach, a quien Kurtág vuelve la mirada una y otra vez.

Una vertiente visual
La interpretación de esta obra tiene una vertiente visual que nos ilustra sobre la capacidad de Kurtág de dar sentido artístico a todos los aspectos de una obra. Para evitar el problema del pasa-páginas, el compositor pide que el violinista utilice once atriles, que están desplegados desde el principio uno al lado del otro. Este recurso práctico abre consecuencias expresivas que Kurtág aprovecha e integra: teatralmente hablando, la obra se convierte en un viaje de un extremo al otro del escenario y cada una de sus piezas se vuelven estaciones intermedias. Desde el punto de vista acústico, se produce también una lenta panorámica sonora, de derecha a izquierda, que acaba formando parte de la musicalidad de la pieza.

El concierto incluye también la actuación del propio compositor y su mujer tocando a cuatro manos un piano "con supersordina", es decir, un piano vertical al que el compositor ha aplicado una sordina que, no sólo reduce la sonoridad, sino que la modifica radicalmente y le da una calidad nueva. Con este curioso dúo terminará una visita que dará cuerpo y sonido tangibles al prestigio de Gürgy Kurtág que, hasta ahora, era entre nosotros más conocido que vivido.

Un ciudadano europeo

El lugar de nacimiento de Kurtág, Lugoj, pertenecía al Imperio Austro-húngaro y en 1918 se incorporó, con el nombre de Lugoj, a Rumanía. En 1946 se instaló en Budapest y en 1948 se nacionalizó húngaro. En la Academia Ferenc Liszt de Budapest terminó su formación musical y allí desarrolló su carrera de profesor. No de composición, curiosamente, sino de piano y de música de cámara. Su éxito en esa faceta se mide por la fama de sus alumnos: Zoltan Kocsis, András Schiff, el Cuarteto Takács. Se ganó, además, una gran reputación como pianista formador de cantantes. En 1956, tras la revolución, Kurták decidió quedarse en Budapest y ahí permaneció hasta 1993, cuando, dueño ya de un enorme prestigio, se instaló en Berlín, con estancias en París, Viena y Amsterdam.