Image: Pablo Heras-Casado

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Música

Pablo Heras-Casado

“Mortier es un intelectual de los de antes, un generador de ideas”

1 mayo, 2009 02:00

Miguel Peñalver

Quién es ese director que se repite como un eco por los pasillos del Teatro Real? ¿A qué fenómeno obedece esa revelación de los atriles que se ha encaramado a los titulares de la prensa especializada y del que se ha hablado en los Times de Los ángeles y de New York? ¿Quién se esconde tras el nombre de Pablo Heras-Casado y un currículo próximo a la ciencia ficción? ¿Cuáles son los gustos, miedos, virtudes y vicios de este granadino de 31 años que ya ha probado la miel de París y Berlín, de este embajador de Falla y Granados que se mueve, discretamente, en las estratosferas de la música? En efecto, Pablo Heras-Casado (Granada, 1977) es, en todas sus facetas, insultantemente precoz. Reparar en él a sus 31 años es una imprecisión, un retraso. Más ahora, que tiene comprometida la agenda hasta 2011 y se habla de una más que probable colaboración con el Teatro Real para la era lírica de Mortier. En los próximos días, será el reclamo del Festival de Música Antigua de Aranjuez, que comienza el 9 de mayo, y al que acudirá para L’Isola Disabitata de Haydn con su formación de instrumentos historicistas, la Compañía del Príncipe. Asimismo, lo veremos emplearse a fondo frente al prestigioso grupo de música contemporánea Klangforum de Viena en el Teatro Alhambra de Granada (22 de mayo) y el Central de Sevilla (23) para dirigir música de César Camarero, Aurelio Copes y José Luis Sánchez, incluidos dos estrenos absolutos.


Galones de precocidad. En la trayectoria de Pablo Heras-Casado no hay sobresaltos o giros de guión repentinos. Desde que se estrenó en un podio, a los 16 años, ha perseverado en el tiempo y los lugares más oportunos (en 2007 Pierre Boulez y Peter Eütvüs le concedieron el premio a la mejor batuta que organiza el Festival de Lucerna), alternándose en la dirección de coros (como alumno de Harry Christophers o Christopher Hogwood y fundador de la Capella Exaudi o la Cantoría) y la música de cámara, sinfónica y operística. "Los directores son cada vez más y más precoces -explica a El Cultural durante uno de sus retiros vacacionales a Granada-. Hoy en día, más de la mitad de las orquestas importantes están siendo lideradas por directores que rondan la treintena. Lo que va a ocurrir en Barcelona con Pablo González o el caso de Lionel Bringuier, de 22 años, con la Orquesta de Castilla y León habría sido hace unos años sencillamente impensable". No menos difícil, en cualquier caso, que lo que ha logrado hace poco menos de un mes, cuando se puso por primera vez frente a la Filarmónica de Los ángeles. Dos grandes sinfonías, de Mahler y Menndelsohn, se han marcado a fuego en su memoria. Y han abierto el apetito a las Sinfónicas de San Francisco, Atlanta, Seattle y Detroit, que ya le han invitado a trabajar. "Aún no me he recuperado de mi experiencia de Los ángeles. Es una orquesta mágica, que combina el sonido inconfundible del rigor y una flexibilidad extraordinaria. Me encontraba de pie, delante de 90 músicos del más alto nivel, pero me sentía como en mi propia casa. Comprobé que es un conjunto muy enérgico, muy caliente".


Voltaje y temperatura que parecen muy acordes a los modos que postula Gustavo Dudamel, quien el próximo mes de septiembre tomará el testigo a una de las batutas predilectas de Mortier, la del finés Esa-Pekka Salonen, tras 17 años de dedicación. "Creo que es la orquesta ideal para Dudamel. Lo he visto trabajar de cerca, y no he podido dejar de admirar esa dimensión jovial y física que ha sabido imprimirle a la música, que él entiende como una celebración constante". Algo que en el extranjero se ha querido identificar con el carácter más típicamente latino. Y por qué no. "El espíritu latino tiene mucho que ver con la libertad física y la sensualidad de la que hace bandera la Simón Bolívar. Se trata de no tener complejos a la hora de expresar emociones, dejar de lado el peso de la tradición. No preconcebir nada". Y, como el venezolano, él también ha experimentado buena química con no pocas formaciones. Sonado fue el romance de Murcia, con cuya orquesta ha trabajado de manera muy regular.


Químicas explosivas. "Con la Orquesta de Murcia siempre ha habido entrega. Pero, por suerte, no es la única con la que he sentido el chispazo. Creo que se debe a que nunca he entendido la música como solista, sino en comunión. Por eso, si te implicas y huyes de la rutina, no es difícil tener relaciones tan gratificantes". Así ha ocurrido con orquestas de Estados Unidos, Inglaterra, Suiza y, sobre todo, Francia, donde ha sabido congeniar con el conjunto de Burdeos y se ha hecho valer con la correosa Orquesta de París, donde coincidió, como director asistente, con Mortier. "Es una formación que tiene un ritmo de trabajo intensísimo. Te exige demasiado, pero a cambio es muy eficiente. Tiene fama de ser dura y difícil, pero es que se dejan la piel en cada ensayo".
La agenda de este joven aficionado a "la lectura, la astronomía y el campo", alérgico a los achaques de los divos y las imposiciones del regiteatro, habla cinco idiomas. Sin embargo, dice no conocer las asperezas del exilio, ni se ha sentido nunca un residente. "No puedo decir que se me haya considerado mejor fuera. Aunque sí es cierto que la formación musical se consolida mucho antes en otros países".
No le molesta que su nombre haya empezado a trascender del anonimato con la coronación de Mortier. "No soy, ni mucho menos, la mano derecha de Gérard, aunque no puedo negar que haya afinidades". ¿Pero lo veremos, o no, la próxima temporada del Real liderando la Sinfónica de Madrid? "Ha habido conversaciones, pero sin llegar a concretar nada. él tiene unos ritmos muy particulares, toma mucho tiempo para meditar cualquier decisión artística. Sí ha mostrado su interés en que yo colabore, pero, de momento, sólo compartimos ideas".


Mortier, sin fobias. Si se le da a elegir entre el Real o Mortier, amaga por la izquierda -"no sabría qué decir, son dos atractivos muy diferentes"- y tira por la derecha -"para qué elegir, si ambas cosas son lo mismo"-. Profesa en cada palabra un enorme respecto por el belga, que no tarda en tornarse admiración. "Tiene una curiosidad y una capacidad de sorpresa inagotables. Y tiende, de manera natural, al diálogo. Es un intelectual de los de antes, y un generador de ideas". Muy al contrario de cómo se le ha venido pintando, a los ojos de Heras-Casado el futuro superintendente no tiene fobias a ciertos repertorios, y los riesgos presumibles de una dirección musical rotatoria no parecen tales. "No tiene por qué traducirse en indisciplina. Siempre he creído que sólo hay una manera de hacer las cosas cuando se trabaja con profesionalidad. Luego vienen las opciones estéticas, que cambian de un director a otro, y que pueden marcar a una orquesta para bien". ¿Y qué le ha marcado a usted en estos años? "Ver cómo los berlineses se aglomeran para ver a Rattle a la salida de un concierto. Y no lo llaman herr Rattle, sino por su nombre, Simon".