Image: Un laboratorio con nota

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Música

Un laboratorio con nota

El CDMC celebra 20 años de electroacústica

5 junio, 2009 02:00

Adolfo Núñez. Foto: Xavi M. Miró

Retrospectiva, maratón y estrenos para los 20 años de electroacústica en el CDMC. Adolfo Núñez, director de los laboratorios, explica a El Cultural los nuevos retos de esta disciplina.

El nacimiento de la electroacústica supuso a las ciencias musicales lo que el descubrimiento del quark a la física: la definitiva emancipación de los sentidos. Por eso resulta curioso que la noción del quark y los primeros experimentos de electrónica musical sucedieran de manera casi simultánea, como si científicos y compositores hubieran adquirido de pronto nuevas facultades que le permitieran manejar lo invisible y escuchar lo que el oído ni siquiera percibe.

Esta ciencia de la que fueron pioneros Schaeffer y Stockhausen encontró sus primeros discípulos en España al amparo del grupo Alea de Luis de Pablo, de la barcelonesa Phonos, de Lewin-Richter, y del Centro para la Difusión de la Música Contemporánea de Madrid, cuyo Laboratorio de Informática y Electrónica Musical celebra el lunes su veinte aniversario. Adolfo Núñez, director del LIEM, recuerda bien aquellos primeros ensayos con osciladores y magnetófonos, que serían el caldo de cultivo de una nueva disciplina y el acervo filosófico con el que la música iniciaría su particular utopía tecnológica. En estos sofisticados búnkers conspirarían contra la figura del intérprete -en eso consistía, entre otras cosas, la musique concrète- y contra el propio instrumento, como consecuencia de la descomposición infinitesimal del espectro sonoro. "Si nos fijamos en la habilidad de la electrónica para imitar la realidad sonora -explica Núñez a El Cultural-, la equivalencia de calidades es completa desde los años 80. Pero la calidad por su propio valor artístico existe desde mucho antes. Los sonidos sintetizados por Stockhausen en los 50 o las grabaciones de Radio France ya tenían la calidad suficiente como para emocionar".

Dos décadas y no pocas emociones después, las instalaciones del LIEM remiten vagamente a lo que fueron en un principio. Quienes lo custodian nos cuentan que el desarrollo de los aparatos y los softwares ha ido simplificando un oficio que ahora cabe en la memoria RAM de un ordenador de bolsillo. Y lo que antes era un enjambre de cables, ahora suena a hueco. Por eso, el laboratorio ha ido asumiendo nuevas competencias, más pedagógicas que experimentales, pero sin perder por ello poder de convocatoria. Por él han pasado Jorge Antunes, Leticia Armijo, José Luis Carles, Fernando Egido, Gabriel Cerini, José Manrique, Jorge Sad, Juan Blanco, Alina Blonska, Juan de Dios García Aguilera, David Alarcón y Francisco Guerrero, protagonistas del maratón retrospectivo del LIEM.

"Dentro de poco -vaticina Núñez- se hará indispensable tener en cada orquesta músicos especializados en informática musical, electrónica en vivo e ingeniería de sonido". Términos que generan, aún hoy, cierto vértigo. Sobre todo si, en las salas donde se pronuncian, una docena de altavoces ha hecho desaparecer a los tradicionales intérpretes, y, con ellos, el destino de nuestras miradas. De ahí que la solución del directo pase, de momento, por el live-electronic, es decir, la convivencia de instrumentos tradicionales con la electrónica."La combinación puede ser muy enriquecedora. Ahora bien, la experiencia de un músico manejando en vivo la difusión del sonido será siempre insustituible". Otra alternativa es aderezar las composiciones con imágenes. "Existe una estrecha relación con las artes visuales. Más en el caso de las imágenes de síntesis o en las creaciones visuales con fuerte procesamiento digital". Aunque para Núñez lo más recomendable sigue siendo"cerrar los ojos y entrar en contacto con la esencia de la música: sonidos y tiempo, sólo eso".