Image: Los solistas se hacen con  los atriles

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Música

Los solistas se hacen con los atriles

Alagna y Flórez

5 junio, 2009 02:00

Roberto Alagna. Foto: Javier del real

Conciertos y recitales inundan la cartelera en junio como broche final de la temporada operística y anticipo de lo que depararán los festivales veraniegos. El Cultural recorre los más relevantes, protagonizados por Roberto Alagna, Juan Diego Flórez, Edita Gruberova, Thomas Quasthoff, Albert Dohmen, Isabel Rey y ángeles Blancas. Se medirán en programas que van del lieder a la zarzuela.

Unas cuantas magníficas voces centran la atención musical de estos días. La de dos tenores en primer lugar, Roberto Alagna y Juan Diego Flórez. Aquél, tenor lírico o lírico-ligero en sus comienzos, que fue lanzado al estrellato a raíz de una sonada Traviata milanesa dirigida por Muti, poseía, en verdad, un instrumento hermoso: timbrado, dotado de bellas irisaciones, fácil en el agudo, emparentado con la luminosidad de ilustres mediterráneos, como Di Stefano o Pavarotti, gracias seguramente a sus ascendientes sicilianos. Tersa y vibrante, squillante, la voz de Alagna, no siempre igual y con determinadas limitaciones técnicas, llegaba fácilmente a cualquier público y a cualquier rincón. La progresión del tenor, que siguió el mal ejemplo de otros, discurrió pronto por el sendero de lo lírico pleno, lo spinto y hasta lo dramático, lo que el instrumento fue acusando lentamente. Su Aida de La Scala de hace un par de temporadas fue sonada. Nos congratula por ello reencontrarlo mañana en Sevilla cantando la delicada parte de Nadir de la versión de concierto que Pedro Halffter -tras su éxito personal en Tristán- dirige en el Maestranza de Los pescadores de perlas de Bizet.

En estas páginas hemos analizado las cualidades de auténtico tenor lírico-ligero de Flórez, su timbre penetrante y claro, su técnica de emisión, tan natural y franca, apoyada en un libre manejo del aliento; su extensión, que le lleva sin problemas a proyectar un do o re sobreagudos fulmíneos, firmes, brillantes como saetas; su fácil coloratura y dominio general de agilidades, que le facultan para completar ese tipo de tenor contraltino avasallador. éstas y otras virtudes habrán podido ser saboreadas ya por los buenos catadores en el concierto del Teatro Real del día 2 de junio, que se repetirá el 7. En programa, junto a su inseparable pianista Vincenzo Scalera, páginas muy de su repertorio rossiniana (canciones, Cenerentola, Guillaume Tell) y de Gounod (Romeo y Julieta), junto a romanzas de zarzuela (La alegría del batallón, El guitarrico, Los emigrantes, Doña Francisquita).


Nuevos retos para Flórez.
Un género, el chico, que no suele abordar el peruano y en el que su voz puede resplandecer. Habremos de contentarnos con este recital, aunque evidentemente muchos hubieran preferido escucharlo en el anunciado Rigoletto, al que, juiciosamente, renunció hace meses; cuando comprendió que el Duque de Mantua no es para él.

Thomas Quasthoff es un cantante de muy otra clase, centrado fundamentalmente en el mundo del lied, del que es máximo especialista. Barítono -o bajo si canta, por ejemplo, oratorio barroco o ciertas arias de concierto de Mozart o Haydn- de tinte lírico aunque de penumbroso color, de muy sólidos y bien apoyados graves, anchuroso centro y potable zona aguda, en la que resuelve con técnica algunos problemas relativos a una cierta cortedad de extensión y de proyección. En esa franja alta, el timbre clarea y la emisión es más bien abierta, algo bastante común a cantantes germanos, incluido Dieskau, de quien aprendió no poco. Al menos no abusa de sonidos engolados, a los que tan proclives son ciertos colegas y paisanos, como Goerne o Henschel. Parece un milagro que un hombre con la limitación física que él tiene, con una pierna tan corta y un torso tan diminuto, haya sido capaz de trabajar una técnica tan provechosa y de administrar un fiato problemático. El 17 de este mes se escuchará en el Liceo su interpretación del primer gran ciclo de Schubert, Die schüne Möllerin (La bella molinera), de la que el artista hace una verdadera creación, desde la primera, gratificante y optimista canción, hasta la última, cuando ya el amor se le ha escapado. Todos los estados de ánimo marcados por el compositor serán, como en anteriores ocasiones, captados finamente por el barítono. Encontramos también entre el plantel de voces varoniles a Albert Dohmen, un barítono de más hechuras, de mayor poder y amplitud, dedicado en los últimos años a servir papeles wagnerianos del fuste de Sachs, Holandés o, recientemente en Bayreuth, Wotan. No es un estilista, pero sí una voz recia, algo falta de carne, de brillo y carente de pegada en la zona superior, pero contundente, que el día 17 ofrecerá en el Palau de les Arts de Valencia un programa nada complaciente de canciones alemanas de signo más bien dramático firmadas por Schubert (entre ellas la terrorífica El doble), Brahms (Cuatro cantos serios), Pfitzner, Strauss y Schünberg. Adrian Baianu estará en el piano.

Pasamos al campo femenino, que brinda cosas sustanciosas aunque evidentemente de menor impacto. El nombre más sonado es el de la veterana eslovaca Edita Gruberova, que a sus 62 primaveras cumplidas aún tiene fuelle para pasearse por la zona sobreaguda y realizar complejas fioriture, incrustadas en un canto que siempre tuvo cierta tendencia a exagerar los portamentos y a aplicar un legato muy discutible. El próximo jueves abrirá en el Auditorio Nacional de Madrid una pequeña gira por España que se cerrará el día 26, en un concierto que incluye otro repertorio, con el que inaugura el Festival de Granada. El programa, muy bello, incluye asimismo lieder de Schubert, acompañados en esta ocasión de piezas de Mozart, Dvorák y Strauss. En el teclado, su marido, Friedrich Haider.

Para concluir, daremos noticia de tres voces femeninas españolas, lo que ha de ser resaltado como se merece. Tres voces de origen muy ligero. La primera, Isabel Rey, hecha ya a mil batallas, residente en la ópera de Zurich, aun sin la frescura que adornaba hace años su leve instrumento, interviene en un concierto de la Sinfónica del Vallès cantando, con su timbre alado, las Canciones de Valldemosa de García Abril y cinco canciones de Toldrà.

Polifacética Jurado.
La segunda, ángeles Blancas, de consistente amplitud lírica, brinda, hoy y pasado mañana, en el Liceo, donde triunfara hace dos temporadas con La voz humana de Poulenc, un recital de zarzuela que lleva por título Me llaman la primorosa, en el que podrá revalidar la fuerza lírica que lleva en las venas. Por su garganta pasarán páginas de Nieto, Giménez, Chapí, Vives y Fernández Caballero. La soprano que nos queda es la inquieta Pilar Jurado, artista de múltiples facetas, lírico-ligera, que está en Sevilla para tres actuaciones, dos de ellas, mañana y el día 17, con el repertorio integrante de su disco El arte de la coloratura, junto al pianista Duncan Guiford, y una tercera, que nos parece de mayor interés, al lado de los Solistas de Sevilla dirigidos por Miguel ángel Gris. Será el 10, dentro del Festival de Música Contemporánea de la ciudad andaluza, e incluirá obras de Donatoni, el propio Gris, Aracil y un estreno de la propia intérprete, meritoria compositora, como se sabe.