Contemporánea en ruta
Los festivales consolidan la composición española
22 enero, 2010 01:00De izquierda a derecha: Elena Mendoza, J. M. Sánchez-Verdú, Héctor Parra, Fabián Panisello, J. M. López López y Mauricio Sotelo.
La fuerte presencia española en los principales festivales europeos obliga a replantearnos el papel de nuestros creadores en la vanguardia musical. El Cultural ha reunido a José Manuel López López, Elena Mendoza, Fabián Panisello, Héctor Parra, José María Sánchez-Verdú y Mauricio Sotelo para dilucidar las claves de este sonido made in Spain y desterrar viejos prejuicios.
Los intérpretes son, además, músicos de la máxima calidad, como el trompetista Marco Blaauw, el Ensemble Recherche de Friburgo, el Neue Musik de Berlín o el madrileño Plural Ensemble, que dirige el propio Panisello. "No hay una temática española como tal en este Ultraschall -nos cuenta Panisello-, pero es verdad que coincidimos varios compositores españoles allí, lo que significa que se está normalizando nuestra presencia en festivales de este tipo".
Todos los compositores consultados por El Cultural coinciden con Panisello en destacar el fenómeno de la normalización. Los éxitos internacionales de las generaciones anteriores (Luis de Pablo, Cristóbal Halffter, Tomás Marco...) eran casos aislados, mientras que los de ahora son más recurrentes y entran dentro de "lo normal". Junto con el madrileño Musicadhoy, que también empieza en enero, el Ultraschall de Berlín representa el punto de partida de una ruta anual de festivales de música contemporánea que proliferan sobre todo en primavera y en otoño, y en los que cada año hay más presencia española.
¿Boom de compositores?
En los primeros días de febrero empieza en Múnich el festival Música Viva, en cuya edición anterior José María Sánchez-Verdú presentó su Concierto para clarinete y orquesta. "Cuando me fui a estudiar a Alemania -recuerda Verdú-, los compositores que más originales me parecían eran los españoles Manuel Hidalgo y Mauricio Sotelo. Pero a los alemanes les costaba hacerse a esta idea. Para ellos, Cristóbal Halffter era un compositor alemán con casa en España; y Frühbeck de Burgos, un director germano con no sé qué vínculos castellanos; Arturo Tamayo, un... ¡japonés!, y a Sotelo no lo llamaban Mauricio sino Maurizio". Hoy, sin embargo, le preguntan a menudo qué pasa en España, por qué hay tantos auditorios, orquestas y grupos de calidad. "Con todo, me parece excesivo -asegura- hablar de un boom de compositores".
La siguiente parada de la ruta contemporánea ocurre en marzo, en el Festival Ars Musica de Bruselas. Allí conocen también de cerca la música española, aunque sólo sea porque el Cuarteto Arditti tocó Leaves of Reality, del barcelonés Héctor Parra, para quien la composición tiene un futuro fascinante: "Hay que desarrollar una aventura hipersónica que fusione todos los componentes del discurso musical y hacer emerger, de forma natural, una alucinante polifonía de estados psicológicos unidos al sonido. La música artística del futuro tiene que estructurar y mover nuestra sensibilidad de forma lúcida y elocuente, y convocar al mismo tiempo nuestras emociones más ricas y desarrolladas". No es poca tarea.
También en marzo tiene lugar la Bienal de Salzburgo, donde se estrenó hace unos meses la Cripta de Mauricio Sotelo, escrita para el cantaor Arcángel y conjunto instrumental. Sotelo ha encontrado la manera de reunir lo local con lo universal. "Mi Cripta -aclara- es flamenco puro y hondo, con hache rasgada, que trata de comprobar de dónde vienen nuestras raíces, nuestra música más rancia, y que yo pongo en contacto con nuevos públicos, lo que da lugar a lecturas renovadas".
El éxito de la obra fue enorme y se repitió en Berlín, Oporto y en el Otoño de Varsovia, que es el próximo festival de la lista. Una cita ya legendaria, en donde se han estrenado obras maestras indiscutibles. Se inauguró en 1956, cuando el deshielo iniciado con la muerte de Stalin comenzaba a hacer las cosas algo más fáciles al otro lado del Telón de Acero. En la pasada edición del Otoño, la música española ocupó más de la mitad de la programación. Sonaron Sotelo, Verdú, Panisello, Fernández Guerra, César Camarero, Lazkano, Parra, Manuel Hidalgo, Francisco Guerrero, Martínez Izquierdo y obras ya clásicas de Roberto Gerhard, Joan Guinjoan, Enrique X. Macías y José Ramón Encinar. Fue un verdadero aluvión de creatividad y de interpretación: se lucieron allí la Orquesta de RTVE y los grupos Barcelona 216 y Plural Ensemble. Además, la música de Verdú y de Sotelo fue objeto de estudio monográfico en sendas mesas de debate. De José Manuel López López se tocó en Varsovia una de sus obras más recientes, Le parfum de la lune. Para el compositor madrileño, que ha desarrollado una magnífica carrera en París, este tipo de festivales "vienen desempeñando en el siglo XXI la misma función delos mercados medievales del siglo XXI, pues en ellos compositores, intérpretes, editores, programadores, musicólogos, radios e instituciones de todo tipo, se reúnen en torno a conciertos, encuentros, mesas redondas, conferencias, comidas, etc., donde se establecen unas relaciones directas de confianza y amistad que perduran mucho tiempo". Se entiende que para los compositores en activo la posibilidad de mostrar sus trabajos en estos múltiples foros supone un extraordinario incentivo.
Adiós a los clichés
En la última quincena de septiembre, a la vez que el Festival de Alicante, tiene lugar el festival de Estrasburgo, cuyo título, en su sencillez radical -Música-, dice más de lo que parece. ¿En cuántos festivales llamados "de música", la gente no busca en realidad "música", es decir, creaciones, sino "músicos", es decir, intérpretes? En Musica à Strasbourg eso no pasa. Allí triunfaron el año pasado Héctor Parra y otro compositor barcelonés, Octavi Rumbau. En las mismas fechas se celebra la sección musical de la Bienal de Venecia. Allí se puso también Aura y se estrenó una obra de Sotelo dedicada al gran flautista Roberto Fabricciani.
En la Universidad de Graz, la radio austriaca organiza a primeros de octubre el prestigioso festival Musik Protokoll. En la última edición, estuvieron programados Sotelo, López López y Elena Mendoza, compositora sevillana instalada en Berlín. "La identidad española -reflexiona Mendoza- ya no es definible con los clichés de siempre, sino con una perspectiva más amplia. Hoy acudimos a los festivales como individuos, y no como representantes de un país, con una etiqueta en la frente. Nuestro origen se manifiesta, pero de formas muy diversas y en diálogo permanente con otras culturas".
La ruta contemporánea termina en alto. Entre octubre y noviembre tienen lugar dos citas de enorme importancia. Una es el Festival Wien Modern, que fundó Claudio Abbado y que organizan a medias la Konzerthaus y la Musikverein. En 2009, el conjunto Klangforum interpretó en Viena Klang-Muro una obra en la que Sotelo da vueltas a una de sus más recientes ideas fijas: los muros de luz del pintor irlandés Ian Scully. La otra cita se refiere al Festival de Donaueschingen, el decano del circuito por edad y autoridad. Tanto aquí como en Wien Modern, sonó en 2008 Aksaks, obra orquestal de Panisello, encargada y dirigida por Pierre Boulez, lo que supuso un logro sin precedentes en la historia reciente de la música española.