Una joya de Barbieri
La Zarzuela recupera Los diamantes de la corona de Barbieri
23 abril, 2010 02:00Ensayo de Los diamantes en el Teatro de la Zarzuela. Foto: Jesús Alcántara.
Este jueves el Teatro de la Zarzuela presenta su gran apuesta de la temporada, Los diamantes de la corona de Barbieri, en una nueva producción de José Carlos Plaza y Cristóbal Soler.
Telón, año cero
La escena, que se estrena el próximo jueves y estará en cartel hasta el 29 de mayo, cuenta con la garantía del buen hacer y el cuidadoso mimo de José Carlos Plaza en uno de sus escasos acer- camientos al género, que ha contado con dos miembros de su equipo habitual, el escenógrafo Francisco Leal -quien se ha inspirado en trabajos de Ferri, Soler Rovirosa, Busato, Ciceri y Percier, creando telones pintados que suponen una vuelta a los orígenes, pero con un toque de ironía y un guiño actual- y el figurinista Pedro Moreno. Entre los nombres del elenco podemos resaltar a la soprano Yolanda Auyanet -a la que nos alegra volver a ver en las tablas de la capital-, que se alternará con la experimentada Carmen González como Catalina, la reina convertida en bandolera, y los tenores Carlos Cosías y Albert Montserrat darán vida a su pretendiente, el Marqués de Sandoval. Lola Casariego y Marina Rodríguez-Cusí se repartirán, con su calidad de siempre, a Diana, la prima de la protagonista.
En el argumento se unen las conspiraciones políticas con el mundo de los bandidos y los enredos amorosos, sobre una soberana portuguesa que decide sustituir las joyas de su corona por otras falsas para salvar a su pueblo de la miseria. Para ello, Francisco Asenjo Barbieri y el libretista Francisco Camprodón acudieron a una opera cómica escrita por Daniel-François Esprit Auber, sobre un texto del máximo conocedor de la carpintería escénica de su tiempo, Eugène Scribe, y Jules-Henri Vernoy de Saint-Georges. Barbieri supo imprimir un brío típicamente español en páginas tan conocidas como el arrebatador bolero Niñas que a vender flores vais a Granada. Con el estreno triunfal de la obra en el madrileño Teatro del Circo, un 15 de septiembre de 1854, demostraba, una vez más, un olfato teatral de primera.