Image: Un Sistema a prueba de orquesta

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Música

Un Sistema a prueba de orquesta

Christian Vásquez dirige a la Orquesta Teresa Carreño en su debut internacional

17 septiembre, 2010 02:00

Christian Vásquez dirige a la Orquesta Teresa Carreño.

Directores y orquestas dan cuerda a una temporada que se anuncia cargada de nombres, estrenos de alto voltaje y las habituales citas con los aniversarios, que protagonizan Mahler, Schumann y Chopin. El Cultural recorre la programación sinfónica, que aguanta la mordida de la crisis a base de brotes verdes, como la Orquesta Sinfónica Teresa Carreño de Christian Vásquez, que inicia estos días en Bonn su gira europea de presentación.

Las comparaciones pueden ser odiosas o, simplemente, inevitables. Esto último se dice Christian Vásquez (Caracas, 1984) cada vez que escucha su nombre ligado al de Gustavo Dudamel. Lejos de molestarse por que los citen siempre juntos o busquen rizos donde no los hay, se acoge al símil con orgullo. "Para mí es un complemento", que es como llaman en Venezuela a los cumplidos. Nos lo cuenta desde Caracas, cerca de las instalaciones del Sistema que fundó hace 35 años el músico y economista José Antonio Abreu, y que en 2008 le valió el Príncipe de Asturias de las Artes. Allí la música sigue soñándose a lo grande, en un Conservatorio por el que ya han pasado más de 150.000 alumnos, algunos llegados de familias sin recursos y otros captados directamente de la calle.

En sus aulas, Händel, Beethoven o Falla se expiden como analgésico a las penas. Y funciona. "Aquí la música clásica es sinónimo de diversión", continúa Vásquez, "y cada concierto está planteado como una fiesta". Una fiesta comparable a las grandes citas deportivas, de esas que reúnen a la gente frente al televisor. "Para los venezolanos el Sistema es como para los argentinos o los españoles su selección de fútbol. Une voluntades y llena nuestros corazones".

Ambición y pedagogía
Abreu refuerza la presencia de sus músicos en el mundo, hasta ahora en manos de los sinfónicos de la Simón Bolívar, con una segunda orquesta-insignia. En realidad, orquestas, lo que se dice orquestas, el Sistema mueve casi 200. Lo que distingue a la Teresa Carreño del resto es su vocación de público y la ambición de un proyecto pedagógico que no entiende de fronteras. Para ello ha tomado prestado el nombre de la legendaria pianista venezolana, conocida por la ubicuidad de sus giras, y se ha propuesto conquistar el Royal Albert Hall y el Lincoln Center, colarse en los titulares de Le Monde y Die Welt e ir escalando puestos en el ranking de orquestas que elabora Gramophone. Hasta cuenta con un avión propio. "No es nuestro -precisa Vásquez- pero lo llenamos, que es lo importante".

Tampoco el Beethovenfest que se celebra estos días en la ciudad alemana de Bonn les pertenece. Pero lo han llenado. Ya no quedan entradas para su debut internacional, a orillas del Rin, el próximo 28 de septiembre. "Estamos orgullosos de que el Sistema haya asumido el patrocinio del Festival", nos atiende su directora, Ilona Schmiel. "Porque lo cierto es que no se nos ocurren mejores invitados que Abreu y su orquesta para esta edición, cuyo programa encabeza el lema La utopía y la libertad en la música".

Después de la cita alemana, Christian Vásquez y la Teresa Carreño emprenderán una gira por varias ciudades europeas, que arranca en Viena, sigue por Berlín, Ámsterdam y Londres, y pasará por Madrid el 8 de octubre. Han sido cuatro años de duro trabajo, en los que Abreu y el maestro Ulyses Ascanio han sumado empeños para poner a tono a los 200 músicos de la que fuera la Orquesta Infantil de Caracas. Es un proceso lento el de la profesionalización musical que Vásquez compara con la formación de las estrellas en el universo. "Pueden llevar allí mucho tiempo y no verse. Porque su luz es el resultado de un largo viaje, lleno de esfuerzos y de esperas".

Mientras los programadores europeos y norteamericanos saludan a la crisis con recortes que hacen temblar el pulso de sus concertinos, el Sistema se embarca en un nuevo reto. "El dinero no entra en nuestro vocabulario. No somos una discográfica, sino un proyecto social que funciona como un trueque de almas por instrumentos". Una red solidaria que mueve más voluntades que Facebook, donde, por cierto, el Sistema cuenta con cerca de 4.000 amigos. "Los tiempos están cambiando", suspira Vásquez. Y añade: "Me refiero a que ahora la gente sí que va a los conciertos".

Directores a debate
No es el único en la sala que piensa que nada es como antes. Empezando por la figura del director, sometida constantemente a debate. Ya no se ven batutas autoritarias, como la que en su día empuñó Toscanini. "El director ya no es el rey, sino un elemento más de la orquesta. Es una autoridad, sí, pero también un colega". Hoy se lleva el tú-a-tú, la batuta amiga y el coloquio al final de los conciertos que ha puesto de moda en Berlín Simon Rattle, ese humanista de los podios a quien ya conocen como el Abreu europeo. "No me equivoco al afirmar -nos cuenta el titular de la Filarmónica berlinesa- que la Teresa Carreño se encuentra hoy en mejores condiciones que la Simón Bolívar hace tres años".

Vásquez comenzó como violinista de la venezolana Sinfónica de San Sebastián de los Reyes cuando aún le pesaba el atril. Enseguida cambió el arco por la batuta, y aprendió el arte de la dirección imitando en el espejo a sus "cuatro fantásticos": Rattle, Mehta, Abbado, Dudamel.

Reconoce que el primer borrador de programa para la gira les quedó algo revolucionario: obertura Rienzi de Wagner, Sinfonía n° 12, ‘1917' de Shostakovich y Quinta de Beethoven. Sólo ha sobrevivido el último título, con el que debutó en su día la Filarmónica de Nueva York. El folleto se completa con las Quintas de Prokofiev y Tchaikovsky, la Sinfonía India de Carlos Chávez, el Salón México de Copland y la obertura de Candide de Bernstein.

De momento, la Teresa Carreño no aparece en Wikipedia. Mientras arreglan eso, Vásquez ya ha pensado en algunos datos para el apartado de curiosidades, como el de su primer contacto con la orquesta. "Era nuestro primer ensayo juntos, tocábamos la Obertura festiva de Shostakovich y pude ver que saltaba una chispa". O quizá fuera una estrella.

Una plaga que cura

Se lamenta Mafalda desde la viñeta al comprobar que, si cambiáramos nuestros ejércitos por orquestas, el problema seguiría siendo el mismo: la sordera. Lo cierto es que hasta hace poco sólo intuíamos el poder terapéutico de la música, ajenos a su verdadero impacto socializador. Hablamos de barrios marginales de Berlín que en manos de Simon Rattle y su proyecto pedagógico, inspirado en el Sistema, recuperan su esplendor. También Daniel Barenboim ha reconciliado Oriente y Occidente con su West-Eastern Divan Orchestra, que colabora con los músicos de la Simón Bolívar. Lo mismo se puede esperar de los proyectos que preparan en Boston y Nueva York, o de la recién inaugurada Youth Orchestra de Los Ángeles, que atiende Gustavo Dudamel y que recorre las calles buscando "músicos para mañana". En España, la Asociación Española de Jóvenes Orquestas, que preside José Luis Turina, lleva un tiempo colaborando con José Antonio Abreu y el cuerpo docente de Venezuela.