Image: Misión: Wagner

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Música

Misión: Wagner

La Sinfónica de Galicia culmina su Tetralogía

22 octubre, 2010 02:00

Los músicos de la Orquesta Sinfónica de Galicia.

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  • El Palacio de la Ópera de La Coruña acoge mañana la última jornada de la Tetralogía (Götterdämmerung) en versión de concierto. Se rubrica de esta manera la aventura iniciada hace cuatro años por Víctor Pablo Pérez al frente de la orquesta de la que es titular, la Sinfónica de Galicia, y que ha mantenido un muy aceptable nivel de calidad en las tres travesías realizadas hasta el momento. La batuta del director burgalés ha aprendido a penetrar con rara habilidad en los entresijos de las complejas partituras wagnerianas.

    El reparto de este concierto coruñés estará formado por tres de los cantantes que han dado vida a la obra en el pasado Festival de Bayreuth, como Linda Watson (Brünnhilde), segura y aguerrida, aunque con frecuencia destemplada, Andrew Shore (Alberich), dramáticamente eficaz y un tanto descolorido tímbricamente, y Ralf Lukas (Gunther), de escaso relieve pero entonado. Además se cuenta con el neozelandés Simon O'Neill en el papel de Siegfried, valiente y digno, pero sin la consistencia de un auténtico heldentenor o tenor heroico. El resto de la plantilla está integrado por Gidon Sachs (Hagen), Marta Matheu (Gutrune, tercera Norna o "tejedora del destino"), Pilar Vázquez -ojo a esta joven y caudalosa voz- (Waltraute, segunda Norna), Marina Rodríguez Cusí (primera Norna), Raquel Lojendio (Woglinde, hija del Rin), Sandra Ferrández (Wellgunde, hija del Rin) y Anna Alàs (Flosshilde, hija del Rin).

    El ocaso de los dioses sobrepasa la noción misma de tema y se cuela en un "más allá". Nos instalamos en una nueva cosmogonía musical que encontrará sus vías en una organización específica, en la articulación de escenas, en las curvas generales, en las oposiciones de luces y sombras, de diatonismos y cromatismos. Es en este universo donde todo es música, en donde nada es accesorio, en donde todo arde constante y completamente, sin cenizas ni escoria. Allí uno puede descubrir el poder emocional del compositor, que se engendra y se agiganta en el grado más alto la relación de la música y del drama, única e indisociable.

    Escuchamos varias páginas sinfónicas que han tomado vida propia y separada, pentagramas que se hallan entre lo más acabado de Wagner desde un punto de vista orquestal, como el Viaje de Sigfrido por el Rin, precedido habitualmente, en los conciertos, por el Amanecer, ambos inscritos en el prólogo; como la célebre Marcha fúnebre por la muerte del héroe. La obra está cuajada de originalidades de lenguaje y de situación. La misma conversación entre las tres Nornas, al comienzo de la ópera, es todo un hallazgo.

    La noche y sus caras
    El ocaso pone sobre la mesa los fundamentos míticos del Anillo a través de una exposición dramático-musical que revisa toda la historia, desde el pasado remoto, anterior al comienzo del ciclo, hasta un futuro profético. Es a través de la doble faceta de la noche (la real y la mítica) que se van construyendo los quince minutos de una de las introducciones músicales más densas y evocadoras.