Poesía y sofismas II
Vicente Núñez
22 octubre, 2010 02:00Vicente Núñez. Foto: Archivo
Si hay una originalidad que le es propia a la poesía de Núñez, no puede decirse nada diferente de estos textos mínimos, si bien hay que mencionar que también otros poetas han encontrado en ellos el cauce para sus intuiciones. Entre los españoles, hay que recordar a Juan Ramón Jiménez y su inmenso Ideolojía, Gómez de la Serna y sus greguerías, o Carlos Edmundo de Ory. Pero ahí está la obra de Heráclito, los ejemplos de los románticos alemanes o Nietzsche y Blanchot. Esta nómina, aunque muy incompleta, da idea de que se trata de un género de la máxima exigencia.
Renunciando a los nombres más usuales que designan este tipo de escritura -los clásicos aforismo, máxima, sentencia, fragmento-, Núñez denominó a los suyos "sofismas", que el diccionario de la Academia define como "Razón o argumento aparente con que se quiere defender o persuadir lo que es falso", definición que la lectura de este libro pone en aprietos. En efecto, ni hay motivos para tildar de "aparentes" estos sofismas, ni "falso" es adjetivo apropiado para lo que en ellos se dice. Aquí hay verdad y no sólo la verdad de Vicente Núñez, sino un modo de mirar, pensar, la realidad que pone en entredicho la doxa, el orden establecido de la vida, y desvela la posibilidad de otra moral, otra filosofía, etc., que resultan no sólo de un efecto redentor, sino más ajustadas al vivir.
En una colección extensa como la que se nos ofrece los temas son muy variados. No falta lo literario: "La muerte imita a la literatura" o "Sólo la poesía desobedece al lenguaje" y bastan estos ejemplos para mostrar cómo se promueve la insumisión. El ser, la identidad, la verdad y la mentira, también lo accidental y cotidiano, pero sobre todo la pulsión por salir de lo fijado en cualquiera de los órdenes recorren estos sofismas.
Cada género impone un ritmo de lectura. No se lee igual un ensayo filosófico que una novela, y el fragmento, el aforismo, impone un ritmo más pausado, más pautado, y esa morosidad es exigencia de la iluminación que trastrueca lo que creíamos. Al abrirnos los ojos, la verdad de estos sofismas ciega.