Image: Peter Grimes respira el mar de Valencia

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Música

Peter Grimes respira el mar de Valencia

26 enero, 2018 01:00

Gregory Kunde encabeza el reparto de Peter Grimes

Llega al Palau de Valencia el Peter Grimes. En esta obra "antiwagneriana", de recia tradición inglesa y de sutiles retratos psicológicos, Britten construye una partitura cargada de veracidad y fuerza. La protagonizará el tenor Gregory Kunde.

Pocos creadores tan dotados de talento e instinto teatral como Britten. En su lenguaje coexisten lo mismo la antigua música inglesa que Verdi o Puccini, Strauss o Mahler. Hizo uso asimismo de influencias dulcificadas de Stravinski, Hindemith, Shostakovich o Berg. Como señala el musicólogo Armando Gentilucci, la falta de estilización en cuanto a la rigurosa selección de motivos a emplear y la disposición para sacar partido de los más variados materiales, hacen de él "un compositor esencialmente de teatro empeñado en una dimensión gestual, donde a veces es inevitable una cierta propensión a la retórica, rescatada siempre en el plano de la invención musical".

Son consideraciones que vienen a cuento ante una nueva presencia en nuestros escenarios de esa gran obra maestra que es Peter Grimes, que se va a representar, a partir del 1 de febrero, en el Palau de Les Arts de Valencia, ciudad que tuvo oportunidad de escucharla, ya que no de verla, en una versión concertante dirigida en el vecino Palau de la Música por Josep Pons hace varios años. Nunca está de más repasarla. El propio Britten nos daba pistas en torno a la partitura: "La mayor parte de mi vida he estado en estrecho contacto con el mar. Escribiendo Peter Grimes quise mostrar la lucha continua de los hombres y mujeres cuya vida depende de ese elemento".

Las dotes pictóricas de Britten, encauzadas por una excelente técnica orquestadora y una inspiración dramática de primer orden, encontraron buen caldo de cultivo en el asunto, de sabor verdaderamente trágico. La obra, escrita en un estilo, por decirlo así, antiwagneriano, aparece constituida por números aislados, independientes, con especial atención al manejo de la voz. Obra coral, de recia tradición inglesa, con un admirable retrato de personajes. La rica orquesta subraya puntualmente el desarrollo de la acción y pone en ambiente al auditor, crea atmósfera. La naturaleza, protagonizada por un mar ora amenazador, ora tranquilo y bienhechor, está presente de principio a fin y brilla en todo su esplendor en los cuatro famosos Interludios.

Con esta ópera de 1945 se iniciaba prácticamente, tras Paul Bunyan, el camino lírico de Britten, inspirado para la ocasión en un sórdido libreto marinero de Montagu Slater. La elegante y airosa escritura, la hábil sutura de periodos, la consecución de un tejido bien trabado y fluido, la colorista pintura y descripción de ambientes, las sutiles connotaciones psicológicas y el empleo de una muy funcional armonía concedían a la partitura una veracidad, una fuerza y una singularidad indiscutibles. Pocas figuras tan entrañables y al tiempo odiosas y antipáticas como la del introvertido marino, de tan ambigua sexualidad, y que en Les Arts será un tenor habitual en ese coliseo que se prodiga mucho por España: el estadounidense Gregory Kunde. Su voz, la de un lírico-spinto o spinto, de ancho aliento parece muy apropiada a las características vocales del conturbado personaje. Debe resaltarse que, sin embargo, Britten eligió a su amigo del alma. Peter Pears, de menor consistencia vocal, la de un lírico-ligero de emisión nasal -pero gran artista siempre-, como creador de la parte.

Muy buena cosa es que la producción escénica venga firmada por un regista como Willy Decker, inteligente y conocedor del secreto de los significados más recónditos. Sus lecturas son casi siempre reveladoras. Aquí, en este antiguo montaje de la Monnaie de Bruselas de 1994, que se pudo contemplar en el Real en noviembre de 1997, queda en evidencia la gran fuerza simbólica de la pieza y resaltados, de manera cuasi expresionista, con un gran manejo de luces y de colores, sus aspectos corales. No sabemos si Christopher Franklin, director ducho pero de relativa profundidad, podrá llevar la nave, y a su extenso reparto, al mejor puerto.