Erkoreka, el sonido de la naturaleza
Gabriel Erkoreka. Foto: Miguel Pérez Cócera
Este sábado y el 26 de mayo la Orquesta Nacional, dentro de su tradicional Carta Blanca, algo oscurecida últimamente, coloca como protagonista al bilbaíno Gabriel Erkoreka (1969). Parece de justicia este homenaje de una institución que ya ha comprobado las características de este músico, de quien interpretó, en 2016, Zuhaitz (árbol en euskera), "un canto (o, mejor, un grito) en defensa de la naturaleza", según el propio creador.En ella el compositor incluía distintos instrumentos pertenecientes a la tradición vasca como la txalaparta, la flauta de pico txirula, los cuernos de caza alboka y adarra, estableciendo, como decía Germán Gan, "una atmósfera armónica polícroma". La obra poseía una notable variedad rítmica y manejaba todo tipo de timbres en un conglomerado hábilmente distribuido. Ritmos salvajes de danza pululaban por aquí y por allí. Todo lo cual nos informaba del universo sonoro de Erkoreka, variado, denso, minucioso y, a veces, complejo, frecuentemente bañado en el folclore musical, del que el músico extrae, como él mismo reconoce, "arquetipos melódicos y rítmicos, así como rasgos organológicos que me sirven como pretexto para una experimentación asociada a lo que podría definirse como la sonoridad de un lugar". Un mundo que apreciábamos asimismo en un enjundioso CD publicado por Verso hace tres años y que albergaba siete partituras que, en su mayoría, planteaban un contacto con la naturaleza, con el mundo que nos rodea.
El programa de mañana, en la sala de cámara del Auditorio Nacional, acoge tres obras de Erkoreka: Fauve, para cuarteto de percusión (2003), Cuatro diferencias para órgano (1996) y Veni Creator, para órgano, coro y dos percusionistas (2005). Junto a ellas se sitúan Ru Tchou (El ascenso del sol) de Michael Finnisy, antiguo profesor del compositor bilbaíno en la Royal Academy of Music de Londres, la impresionante Misa Glagolítica de Jánacek, en versión reducida, y Pápaine de Ligeti. Muy sustanciosa sesión gobernada por Miguel Ángel García Cañamero y en la que participarán como estrellas principales el organista Kevin Bowyer y el percusionista Juanjo Guillem.
El 26, con la dirección de André de Ridder, en la sala sinfónica tenemos otras dos composiciones del músico: Concierto para chelo y orquesta Ekaitza (con el chelista Jean-Guihen Queyras), que profundiza en los registros extremos de la orquesta y que plantea distintos tipos de ataque y atractivas resonancias, y Tres sonetos de Michelangelo (con el contratenor Carlos Mena). La primera es una obra de síntesis, que refleja el comentado amor por la naturaleza del compositor; la segunda (2009), tensa y dramática, une a los sonetos dos interludios orquestales. Obras que se alternan con Une barque sur l'océan y Alborada del gracioso de Ravel y Jonchaies de Xenakis, composiciones conectadas con la naturaleza.