Vladimir Jurowski celebra los 500 años de la Orquesta de Baviera: "El conjunto toca con excelencia y fuego"
El director ruso habla de la flexibilidad de la formación alemana con motivo de su cita en el Auditorio Nacional, donde interpretará piezas de Brahms, Mozart y Respighi.
20 marzo, 2024 02:07El director Vladimir Jurowski (Moscú, 1972) se toma a sí mismo y su música muy en serio. Buen ejemplo de ello es su enfoque al frente de la orquesta bávara –de la que es titular desde 2021–, con la que acaba de estrenar, en paralelo a la del Teatro Real, una nueva producción de La pasajera de Mieczyslaw Weinberg junto a Tobias Kratzer.
“Un año antes de que empiece la producción, el director de escena y yo nos reunimos para conocer la ópera con todo detalle y empezar a trabajar. Y luego estoy presente en todos los ensayos de escena, durante seis semanas sólo salgo de la sala de ensayos para las lecturas orquestales. Es mi práctica habitual”, explica a El Cultural en conversación telefónica desde el Teatro Nacional de Múnich.
Llegará a Madrid con un repertorio romántico: la Sinfonía nº 32 en Sol Mayor de Mozart y la Serenata nº1 en Re mayor Op.11 de Brahms. “A pesar de su larga tradición romántica, esta orquesta es increíblemente flexible y cambia de estilo con mucha facilidad.
“Mi estilo no es ni ruso ni alemán. Actualmente, la información viaja tan rápido y es tan accesible que ya no puede hablarse de escuelas”
Tocan la música de Schoenberg o Weinberg con la misma excelencia y fuego con la que interpretan a Wagner, Strauss y Brahms”, asegura. Juntos han abarcado un repertorio ingente, de J.S. Bach a Brett Dean, pasando por los estrenos de La nariz, Los demonios de Loudun o El murciélago.
A esta reverencia casi sagrada hacia la música, fruto de su historia familiar –pertenece a una familia judía plagada de músicos ilustres que emigró a Alemania– se suma su pacifismo militante.
Criticado por seguir dirigiendo en Rusia después de 2014, no ha vuelto a pisar Moscú desde la invasión del Dombás, cuando interpretó el himno nacional de Ucrania junto a la Rundfunk-Sinfonieorchester Berlin (RSB), de la que es director principal y artístico desde 2017.
Pese a haber impulsado una reacción colectiva contra Putin en forma de carta abierta firmada por compatriotas como Yevgueny Kisin o Semión Bychkov, ve con escepticismo la posibilidad de que haya una verdadera democracia en Rusia, y ha declinado hacer cualquier comentario sobre las elecciones, que se celebran del 15 al 17 de marzo.
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No es la primera vez que las posturas del moscovita acaparan la atención mediática. Su temple se vio recompensado en el Festival de Lucerna de este verano, cuando dos jóvenes activistas irrumpieron en el escenario y se pegaron al podio. Él se las arregló para continuar a cambio de que el público los escuchara, algo que se interpretó como un gesto de empatía y conciencia climática.
Una actitud tolerante y cosmopolita que hunde sus raíces en su formación musical, en la que se combinan la escuela rusa –en la que se inició con su padre Mijaíl, que ganó cierta fama dirigiendo– con la alemana –estudió composición y dirección en Dresde y Berlín–.
Así adquirió una mezcla de estilos que ha incorporado al suyo personal, “que no es ni ruso ni alemán”. “Actualmente, la información viaja tan rápido y es tan accesible que ya no puede hablarse de escuelas”, afirma.
“Ya en los 90, cuando estudié dirección en el este de Alemania, sentía la necesidad de superar las fronteras para conseguir un estilo más universal, que me permitiera trabajar con orquestas de varios países y obtener buenos resultados independientemente de su nacionalidad”, zanja el ruso, que es un habitual de los escenarios de Berlín y Múnich.
También, en palabras del director del Wigmore Hall, John Gilhooly, “ha aportado una energía reveladora a los escenarios del Reino Unido a través de sus aclamadas asociaciones con la Orquesta del Siglo de las Luces, con Glyndebourne y con sus excelentes compañeros de la Orquesta Filarmónica de Londres”.
Pero la ópera es el mejor barómetro para coger el pulso a este director, formado en el género lírico en la Komische Oper de Berlín en los años 1990 con directores como Harry Kupfer, Christine Mielitz, Andreas Homoki o Barrie Kosky.
El 10 de marzo presentó en Múnich, mano a mano con Tobias Kratzer, una arriesgada producción de La pasajera en la que realizó importantes cortes en el libreto y la partitura.
Una disyuntiva, la de elegir entre ser lo más fiel posible a la idea original o dar rienda suelta a una interpretación más libre y creativa, que resuelve con un concepto musical: “Esta forma de trabajar nos permite al director de escena y a mí producir algo que es más que una ópera: un teatro musical [regietheater]”.
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Según esta práctica moderna, formulada por Walter Felsenstein en 1947 y que puede verse en España en las propuestas de Calixto Bieito –para mofa de los americanos más conservadores, que llegan a tildarlo de eurotrash–, la ópera no se concibe como una obra cerrada, sino como un evento que es necesario actualizar.
Una aproximación creativa especialmente relevante, según Jurowski, en el caso de La pasajera que ha ideado junto a Kratzer, porque en esta pieza hay elementos de ópera, teatro e incluso cine.
“Era nuestro derecho, y quizá incluso nuestro deber, modificar el libreto en algunos puntos, acortar ciertos pasajes que mostraban la vida en el campo de concentración de una manera muy alejada de la realidad histórica”, relata.
“Y el papel de la partisana rusa no está en nuestra producción, porque no aparece en Pasazerka, la novela de Zofia Posmysz [base del libreto]. Además de que los partisanos rusos no eran deportados sino ejecutados tras su captura”, concluye Jurowski.
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La flexibilidad innata y la capacidad de seguir no sólo al director, sino también al solista es uno de los puntos fuertes de la orquesta bávara. De ahí el interés del Concierto gregoriano de Ottorino Respighi que completa el programa del próximo día 20, elegido a petición de Frank Peter Zimermann, uno de los violinistas más solicitados de la actualidad.
“Cuando tocan con un solista, como es el caso de Zimmermann, lo hacen con la misma sensibilidad que si acompañaran a una soprano durante un aria. La brillantez técnica de esta orquesta, además de un sonido personal inconfundible, hacen que escucharla sea una experiencia fascinante. Pero también dirigirla”, promete el maestro.