Discos

Una vida por el canto

Dietrich Fischer-Dieskau cumple 75 años

24 mayo, 2000 02:00

El próximo domingo, el gran barítono alemán Dietrich Fischer-Dieskau celebra su 75 cumpleaños. Con este motivo, su casa discográfica, Deu-tsche Grammophon, le rinde homenaje con una colección de 20 compactos que recogen una buena muestra de su arte.

Nacido en Berlín, dudó en un principio si dedicarse al canto o a la dirección de orquesta, para decidirse por lo primero y dejar lo segundo para los años maduros. Sus comienzos en el canto fueron iguales a los de muchos de otros grandes intérpretes de una generación que tuvo que participar en la Segunda Guerra Mundial. Hecho prisionero en Italia por los americanos, cantó en sus fiestas con tal éxito que su carrera quedó marcada. Ya de vuelta en Berlín, fue alumno de Hermann Weissenborn y debutó en Friburgo con el Requiem alemán de Brahms en 1947. Unos años más tarde, dejaría una interpretación discográfica de referencia junto a Rudolf Kempe y Elisabeth Grömmer. Sin embargo, no fue ése su primer disco sino que lo fue, en 1947, el de una obra a la que permanecería siempre ligado, el Viaje de invierno de Schubert. La publicación de DG recoge una versión de 1980 con Daniel Barenboim al piano, así como un fragmento del citado Requiem alemán junto al mismo Barenboim, un artista con el que tiene no pocas cosas en común, tanto en lo musical como en lo personal, ya que ambos tuvieron primeras nupcias con chelistas que fallecieron prematuramente. La cuarta esposa del barítono, catorce años más tarde, sería la hoy tan reclamada soprano Julia Varady.

Comienzo verdiano

En 1948 logró ser contratado como primer barítono de la ópera de Berlín, donde había debutado como el Marqués de Posa del Don Carlo verdiano, un papel al que dotó de una nobleza que, probablemente, no se haya repetido. En 1951 cantó por vez primera en Salzburgo, ciudad en la que serían innumerables sus apariciones, nada menos que junto a Förtwangler, con quien dos años después encarnaría para el disco el Kurwenal de Tristan. Ese mismo año se presentó en Bayreuth con un papel secundario, el del Heraldo de Lohengrin, para asombrar a todos al cabo de dos años como Wolfram de Tannhäuser, y poco después como Amfortas de Parsifal.
Su repertorio operístico es amplísimo, abarcando óperas de todo tipo de repertorio y procedencias. Ampliamente aplaudido en el alemán, fue criticado por muchos como cantante de papeles italianos, principalmente por un exceso de manierismo, aunque bordó Scarpia o el citado Posa, dejando también una grabación un tanto peculiar de Rigoletto, en el que el bufón canta un "Deh, non parlare al misero…" sutil como pocos; y no puede olvidarse un célebre Falstaff en Viena con puesta en escena de Visconti. Cuidó también la ópera contemporánea: Wozzeck de Berg, Elegía para jóvenes amantes de Henze, Requiem guerrero de Britten, Lear de Reimann…

DG no ha pasado por alto la faceta operística del extraordinario barítono, y en dos de los compactos se incluyen arias que van desde Cimarosa, Rossini, Gluck o Haendel hasta Wagner, pasando por Verdi, Mozart o Puccini, alguno de ellos cantado en alemán. Sin embargo, la selección es algo arbitraria, deslabazada e incompleta, echándose en falta muchas interpretaciones y entre ellas esos ejemplos contemporáneos.

Realmente, la presente colección se centra en lo que podríamos calificar como el Fischer- Dieskau de referencia, es decir, el liederista. Desde aquel Winterreise de 1947 al último que cantó en Salzburgo acompañado de Alfred Brendel hay un recorrido espectacular en amplitud y calidad. Si su Schubert ya es historia, no lo es menos el Schumann, Mahler o Wolf, y no se quedan atrás los múltiples estrenos que protagonizó en este campo: Tres canciones op. 45 de Barber, Cinco lieder napolitanos de Henze, Tres poemas de Miguel ángel de Reimann, etc.

Un catálogo inabarcable

La publicación comentada es en este sentido amplísima, aunque realmente se trata sólo de una muestra de una producción tan amplia que superó los 3.000 lieder de más de cien compositores. Puede disfrutarse desde versiones conocidas de lieder de siempre hasta las hasta la fecha no publicadas, como La bella molinera con Jürg Demus, otras canciones de autores "aficionados" como Bruno Walter o Wilhelm Kempff, de compositores algo abandonados como Schoeck o Reger y, naturalmente, los de siempre: Schubert, Schumann, Brahms, Wolf, Mahler, etc. Tampoco podían olvidarse otras incursiones, como en Haendel y Bach. De éste último, además de escenas de la Pasión según San Mateo, se incluye la increíble cantata Ich habe genung. En fin, Fischer-Dieskau poseyó presencia escénica, una voz capaz de mil matices y sutilezas, una inteligencia extraordinaria, una musicalidad de primer orden y una personalidad fuera de serie, como afirmó Gerald Moore, que le acompaña en un espléndido Canto del cisne.

La publicación permite volver a disfrutar de una de las más grandes personalidades vocales e interpretativas del siglo XX. Nadie que le haya escuchado podrá olvidar aquella voz penetrante y acariciadora. Para quienes no tuvieron ocasión de ello, es una oportunidad que no puede dejar de aprovecharse.