Anton Bruckner
Sinfonías núms. 3, 4 y 5. W. A. MOZART: Sinfonía núm. 35 ("Haffner")
5 julio, 2000 02:00Pocos, tras Nikisch, Furtwängler o, modernamente, Wand, han tenido esa endiablada habilidad para dibujar las progresiones y jugar a la tensión distensión como la que poseía el maestro de Roman. En los años en los que tuvo contacto con la formación alemana, de finales de los sesenta a principios de los ochenta, Celibidache no había llegado aún a ese grado de misticismo superior que le hacía abolir el tiempo en sus postreros años de Munich. Sus recreaciones eran más directas y frescas, siempre equili- bradas en todo caso.
La Sinfonía núm. 3 ("Wagner") está expuesta sin énfasis, con un romanticismo muy medido y una admirable claridad contrapuntística, que resplandece en la monumental doble fuga de la núm. 5, cuyo inicio nunca ha sido tan aéreo. La "Romántica" (núm. 4), densa, amplísima de exposición ya en esa época (1969), alcanza un extraordinario clímax en la coda del Finale, donde el director dobla el tempo y acentúa, en un ostinato implacable, las notas de la cuerda hasta llegar a un inmarcesible cierre.
Hay dos regalos: una liviana y transparente Sinfonía Haffner de Mozart, de ejecución no del todo impoluta, y un ensayo de la Quinta de Bruckner, en el que se nos revelan algunos de los procedimientos que hicieron famoso el arte celibidachiano