Heinrich Schiff, violonchelo; Till Fellner, piano. 2 CD’s Philips 462 601-2 DDD
Las sonatas para violonchelo y piano de Beethoven, escritas entre 1796 y 1815, ilustran a su manera la evolución del compositor. Quizá no con tanto detalle como lo hacen las series de cuartetos de cuerda o de sonatas para piano, pero, ilustrar, ilustran. Tanto que los propios intérpretes, Heinrich Schiff y Till Fellner, se embarcan en esa misma evolución y acompañan a Beethoven en su viaje desde la genialidad juvenil de las dos Sonatas opus 5 hasta la grandeza madura de los dos opus 102. En medio, el fantástico acierto de la Sonata en la mayor opus 69 y los tres juegos de variaciones para este dúo. Digo que los intérpretes acompañan al autor en su viaje porque no suena igual el violonchelo de Schiff en unas sonatas que otras (es verdad que unas las toca con el stradivarius Mara y otras con el montagnana Bella Durmiente, pero no me refiero a eso). Schiff y Fellner entran con timbre nuevo a buscar las emociones nuevas que contienen las últimas sonatas. No se trata de decisiones estilísticas (sonido clásico frente a sonido romántico), sino de cuestiones de índole muy musical. En muchos momentos de estas grabaciones se tiene la sensación de cercanía y de correspondencia entre el diseño de las frases beethovenianas y las formas de ataque del arco de Schiff y de los dedos de Fellner. Hay mucha menos vehemencia en estas interpretaciones que en las de Mischa Maisky y Martha Argerich. Sólo constato su ausencia, no la echo de menos. Al contrario, saludo con gusto la contención con la que el dúo Schiff-Fellner trata el hervidero musical que presenta Beethoven. La contención, cuando se practica con talento y con sabiduría, como es el caso, permite que sean el compositor y el oyente los que ventilen entre ellos lo principal de la emoción musical. Schiff y Fellner cumplen su deber: tocar maravillosamente, cantar con verdadero genio musical y mediar con humildad entre el autor y su público.