Image: La ciudad libre

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Novela

La ciudad libre

Félix Teira Cubel

6 septiembre, 2000 02:00

Muchnik Editores. Barcelona, 2000. 240 páginas, 1.990 pesetas

Este libro permite mantener las expectativas en próximas entregas de un escritor que sabe abordar la realidad de nuestro tiempo y construir un texto digno sin caer en maniqueísmos

Félix Teira Cubel (Belchite, Zaragoza, 1954) hizo su bautismo literario con Brisa de asfalto (1991), una novela compuesta por cuentos engarzados en torno a unas familias atrapadas en una casa-colmena, con sendas peripecias urbanas entretejidas con autenticidad y coherencia en su confrontación entre la realidad y el deseo y en el tratamiento neorrealista de su angustia o su resignación sobrellevadas a trompicones para llegar a donde ya estaban. Aquella valiosa primera entrega de un autor nuevo tuvo continuación regular en los años noventa con las novelas Gusanos de seda (1993) y La violencia de las violetas (1995), ambas bien recibidas por la crítica. Esta última, por su indagación en los horrores de la guerra y en la capacidad del ser humano para lo cruel, da paso a la siguiente novela del escritor aragonés, La ciudad libre, obra de máxima actualidad por su exploración de los entresijos del capitalismo de este fin de siglo en sus modos interesados de regir el mundo manipulando sus poderosos resortes a través de las corrupciones político-financieras que envuelven a los estamentos rectores de las modernas sociedades, desde los trapos sucios del poder político hasta la insaciable voracidad económica de las multinacionales, pasando por oscuras servidumbres y manipulaciones de los medios de comunicación.

En La ciudad libre se acumulan problemas y tensiones candentes en la sociedad española y aun europea de hoy. Este título irónico remite a una ciudad innominada invadida por unos cuantos miles de inmigrantes ilegales y amedrentada por la inseguridad y los conflictos sociales a que ello da lugar y por la creciente ascensión de la dercha más dura en el poder político. Allí está la sucursal española de una multinacional de productos químicos y farmaceúticos. Las secretas conexiones entre el dinero de Quimicox para favorecer al partido político dominante -también es irónico que se llame Partido Demócrata Puro- y la posterior compensación en forma de fraudulenta indemnización, a causa de un atentado terrorista, para trasladar la fábrica a otro lugar más tranquilo constituyen el trasfondo, no reconocido pero sí sugerido con abundantes visos de realidad, que explica los tres días de agitación, robos, violencia, sangre, caos y muerte que alteran la vida en aquella parte de la ciudad. La explicación mediática de lo allí ocurrido, servida en forma de carnaza para el gran público y manipulada de acuerdo con las exigencias del poder político y económico, se transmite por medio de dos cadenas de televisión. Hasta que, transcurrido poco tiempo, todo aquello pierde actualidad para ambas cadenas de televisión, ya fusionadas y, por ello, coincidentes en una mentira orquestada en forma de culebrón.

Con estos materiales de innegable actualidad el autor ha levantado un testimonio del ambiente de tensiones sociales, laborales y raciales que anidan en muchas ciudades europeas. Su amplio abanico de relaciones incluye a diversos sectores sociales, cada uno con personajes representativos de conductas movidas por el dinero, desde el ejecutivo que pone sus conocimientos de psicología al servicio de la empresa en la explotación de sus empleados hasta el marginado que se alquila como puto bien pagado. Pocos se salvan de la bajeza moral generalizada, y sólo parcialmente. Dos de ellos son el idealizado sindicalista defensor de magrebíes y su hermana, provocativa camarera entregada por necesidades familiares al químico de la multinacional. Con ello también se añade algo de erotismo y de sexo en una trama cuya tensión se nutre primordialmente de la agitación social y de la incertidumbre en el origen y las consecuencias del atentado terrorista. Y salvo algunos escapes líricos todo está contado con distanciamiento y naturalidad en una prosa ágil, nerviosa, de ritmo entrecortado acorde con el contenido. Por lo que, sin superar otras novelas de Teira, La ciudad libre permite mantener las expectativas en próximas entregas de un escritor que sabe abordar la realidad de nuestro tiempo y construir un texto digno sin caer en maniqueísmos ni excesivas simplificaciones.