Samuel Barber (1910-1981) es una especie de Joaquín Rodrigo a la americana. Detrás de su celebérrimo Adagio se oculta un considerable corpus creativo, si no excelso, sí digno de ser conocido por el melómano curioso. El compacto que ahora publica el sello ASV en su privilegiada serie PLATINUM incluye varias páginas que permiten conocer el estilo tardorromántico, lírico y conservador de quien, en cualquier caso, es uno de los compositores más conocidos de la música estadounidense. Además de una cálida lectura del inevitable Adagio el disco incluye obras como el Concierto para violín y orquesta de 1940, el farragoso Concierto para piano de de 1962 y una colección de cuatro piezas para coro. Las grabaciones cuentan con la eficiente colaboración solista del israelí Ittai Shapira (violín) y Tedd Joselson (piano). La Filarmónica de Rusia (dirigida por Thomas Sanderling) y la Sinfónica de Londres (con Andrew Schenck) se reparten el completo programa barberiano.