Para tocar estas piezas, en las que late toda la energía, a veces convulsa, de Beethoven, son necesarios dos intérpretes que se acoplen, que mantengan un diálogo constructivo, que se fundan en el desarrollo de una música que pide ante todo complicidad. Han sido las grandes parejas de músicos bien avenidos las que han llevado a la cima la interpretación de estas sonatas. Esa química natural no hay duda de que se establece también entre Agustin Dumay y Maria Joao Pires, que además son o han sido pareja sentimental. El juego de matices, el fraseo firme y delicado al tiempo de la pianista marcan el discurrir de la música, en la que se embebe sin problemas el violinista. Hay canto y respiración.