Nuevos colores, de calidades impresionistas, descubrimos en la interpretación del Concierto de Serge Rachmaninov, estrenado por el autor en Nueva York en 1909. El juego articulatorio de Mijail Pletnev, un instrumentista de una técnica fenomenal, casa bien con los planteamientos de Mstislav Rostropovich, aquí en funciones directoriales, al frente de la Orquesta Nacional Rusa, fundada, por cierto, por el pianista antes mencionado. Sin dejar de resaltar los aspectos románticos de la partitura, utilizan una acentuación sobria y depurada. La bondad de la recreación nos hace olvidar lo latazo que es este largo y repetitivo concierto. Por su parte el Tercer Concierto para piano de Serge Prokofiev -obra estrenada también por el autor, esta vez en Chicago, en 1921- recibe un cuidado exquisito, que la aleja no poco de lo meramente percusivo. Luces y sombras, matices, delicadezas se nos revelan, de repente, como integrantes de la música.
Es restallante, fulminante y de una ligereza excepcional el inicio en las manos de Pletnev. La orquesta -que ahora regenta Vladimir Spivakov y que vive inmersa en una extraña crisis-, obedece mansamente las órdenes de Slava. Versiones importantes, de moderna referencia.