Robert Schumann
Barenboim sitúa los pentagramas, cosa lógica, en la acrisolada tradición teutona: frases amplias, acentos majestuosos, intenso lirismo, sonoridades densas y oscuras, gran poder orquestal, con algunos detalles realmente magistrales, como ese crescendo entre tercer y cuarto movimiento de la obra nº 4.
Pero hay algo que desluce en parte estas notables realizaciones, grabadas en conciertos públicos berlineses. La estupenda Staatskapelle presenta una tímbrica poco cuidada, una sonoridad masiva, contribuyendo a que las texturas no queden del todo aclaradas y a que se escapen algunos detalles de matiz, diálogos, labores de empaste. Hay un lirismo de fondo más transparente que aquí aparece poco. Ese comienzo de la Renana, por ejemplo, ha de tener una polifonía más aireada y una acentuación menos pesante. Puede que buena parte de estas reservas se deriven de una general falta de cantabilidad.
Con todo, una interpretación de altura, que se sitúa en honroso lugar tras las integrales discográficas de Szell, Kubelik o Celibidache.