Max d’Ollone (1875-1959), discípulo de Massenet y hombre relevante de la música francesa de la primera mitad del siglo XX, no estuvo inmerso, como otros más arriesgados, en alguna de las corrientes progresistas (impresionismo, los Seis, neoclasicismo). Lo sinfónico es secundario en su producción. Pero no despreciable. Y este disco nos lo demuestra palpablemente. Le Menétriér (1910) es una suerte de poema sinfónico en tres partes con violín solista que nos cuenta, con talante romántico y empleo de temas exóticos, la historia de un músico de pueblo. Lamento (1908) es una pieza enunciada en un tempo muy mesurado, de armonías finas y delicadas, ravelianas. La Fantasía para piano y orquesta (1899) resulta algo pomposa. Curiosos son el Andante y el Scherzo para tres chelos y orquesta (1931), de escritura más moderna y armonía más ambigua. Pulcra y muy entonada interpretación de la Sinfónica de Barcelona y los solistas Mark Kaplan (violín) y François-Joël Thiollier (piano) dirigidos por Foster.