De uno de los grupos punteros del rock independiente americano, a referencia del rock internacional. éste es el salto que dieron Wilco en 2002 con la publicación de Yankee Hotel Foxtrot. Se convirtieron en la gran esperanza del género con una fórmula basada en la síntesis sonora y la deconstrucción instrumental. Cinco años después, la dirección de la banda ha virado casi en redondo. Sky blue sky, que sale a la venta el próximo mes de mayo, sorprenderá a muchos, ya que parece una vuelta a los inicios que en realidad no es. Es el disco que siempre quiso grabar Jeff Tweed; un disco incondicionado, ya no hay tensiones en el seno del grupo ni acuciantes problemas de salud. Superadas estas barreras, aparecen unos Wilco más adultos -peligrosa palabra- que nunca. Sin embargo, aquí adulto no se identifica con aburrido y previsible, sino con sabio, bello y real; lo que se traduce, en primer lugar, en la desaparición de los componentes electrónicos y la primacía de lo orgánico. En determinados solos de guitarra, abundantes y virtuosos gracias a la maestría de Nels Cline, parece que se puede tocar el sonido. Segundo, el tono del disco es apacible y el ritmo, calmado, como si intentara reflejar el estado vital que ha alcanzado un Tweedy que, por cierto, canta mejor que nunca (la aproximación al soul de Hate it Here es fabulosa). Y tercero, las letras, parte fundamental en todos sus discos, muestran con gran transparencia a un hombre que lidia con las grandes -y al final pequeñas- cuestiones de la existencia: la paciencia, la soledad, la pareja… Quizás no sean emociones trepidantes, pero sí terriblemente reales. Tweedy, casado y con hijos, se convierte en cronista de la estabilidad, con la fragilidad y la tormenta siempre al acecho. Como anécdota, la coral What Light parece dirigirse a los que con tanta vehemencia luchan por proteger sus canciones: "Si todo el mundo canta tus canciones, recuerda que lo que un día fue tuyo, desde ahora es de todos".