De una manera auténtica y al margen de cualquier connotación intelectualoide -algo ajeno a un personaje de su naturaleza-, Chocolate (1931-2005) fue durante muchos años el puente que unió las estructuras musicales que surgieron durante la posguerra en la escuela sevillana de la Alameda de Hércules, con el neoclasicismo mairenista. Su amplia y coherente discografía es un reflejo de sus propios códigos vitales y, sin tener que leer entre líneas, el testimonio de una existencia aciaga, caracterizada en sus primeros años por las sombras de un tiempo hostil. Marcado quedó Antonio Núñez Montoya, Chocolate, por la adversidad y las carencias, unas circunstancias que dejaron huella en sus formulaciones estilísticas y, de modo palmario, en un peculiar sonido lacerante, muy distinto al de sus compañeros de generación. El productor Ricardo Pachón nos sorprende con unos registros de 1999, realizados en un estudio de grabación, pero con el ambiente de una reunión informal, donde Chocolate interpreta lo más granado de su repertorio. Además, entre cante y cante, se han respetado también sus conversaciones, jugosos monólogos sobre los aspectos del flamenco.