Está claro: Barbara Hendricks puede cantarlo todo. Asunto bien distinto es el resultado artístico que su respiración alcanza cuando echa mano de uno u otro repertorio. La reputada soprano anda últimamente fascinada por el jazz, protagonizando uno de los capítulos más frustrantes de su, por otra parte, impecable trayectoria. Su voz marida muy mal con esta música y sólo consigue algo de verdad al recitar, pongamos, clásicos de Broadway. Todo su recitado en torno a temas académicos del jazz es un despropósito expresivo que ni tan siquiera su garganta privilegiada logra disimular. Escucharla cantar Don´t explain, My man, Trouble un mind o la genérica Lady sings the blues se antoja un ejercicio titánico, y que al final del trayecto puede tener incluso consecuencias nocivas para la salud.