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Todo un mundo se encierra en esta caja de compactos, salidos de las viejas bodegas de la EMI, que nos ofrece nada menos que la integral de uno de los compositores más importantes de la historia moderna. Se precisan intérpretes de acrisolada musicalidad, conocimiento estilístico y probada técnica para acometer las monumentales propuestas sinfónicas y liederísticas de Mahler, como la mayoría de los que participan en esta fiesta discográfica. Entre ellos, Fischer-Dieskau (inmejorable en el Camarada errante o las series del Wunderhorn, al lado de la Schwarzkopf y Szell) o las impagables mezzosopranos Janet Baker, Christa Ludwig y Brigitte Fassbaender, que aparecen aquí y allí. Caso aparte es el de Kathleen Ferrier, que nos deja de nuevo con la boca abierta en las Canciones a la muerte de los niños en su célebre incisión de 1949 junto a Bruno Walter y la Filarmónica de Viena. En La canción de la tierra, al lado de Ludwig figura el diáfano Fritz Wunderlich. Klemperer con la batuta. Como cosa curiosa: el quinto lied de los Rückert, grabado por Ferrier y Baker, se escucha en el último cedé en otras siete interpretaciones, una más de Baker, dos de Ludwig, y otras de Dieskau, Allen, Fassbaender, Karnéus y Coote, con piano o con orquesta. Las sinfonías se distribuyen entre diversos directores (Giulini, Klemperer, Rattle, Horenstein...) y orquestas para unas interpretaciones de referencia.