Diva, divo
Joyce DiDonato. Kazyshi Ono
4 marzo, 2011 01:00En su último recital (de generosísima duración, algo más de 80 minutos), Joyce DiDonato juega abiertamente con la ambigüedad sexual desde la misma portada, un evidente homenaje a la legendaria película de Blake Edwards. Desfilan así los Cherubinos de Mozart y Massenet, las Cenicientas de Rossini y del francés, que, además, hace de su Príncipe Encantador una mujer, y está presente también con su Ariadna, al igual que Richard Strauss con el Compositor de su homónima ópera. La mezzo americana sabe ser femenina en una ornamentadísima Rosina del Barbero y una delicada Susanna de Las bodas de Fígaro (relacionadas gracias a Beaumarchais), evocadora en la Margarita de la Condenación de Fausto y juvenilmente masculina en el Siebel de Gounod o el Romeo de Bellini (asociado a las estrofas de la sinfonía dramática de Berlioz).
Los equívocos van aún más allá, ya que el Sesto de La clemenza di Tito de Gluck (que no de Mozart) canta el precioso lamento de Iphigénie en Tauride. En el rondó de Vitellia, gracias a su cálido grave, impecable línea y cuidado fraseo, está a la altura de las más grandes. DiDonato pasa de la ornamentación belcantista (donde la voz fluye con facilidad) a la expresión elegíaca y sentimental. En varias piezas recuerda a su ilustre antecesora Frederica von Stade, con ese timbre de mezzo muy lírica, casi de soprano, aunque sin su incomparable morbidez. Al frente de la Orquesta de la Ópera de Lyon, Kazushi Ono salta de un autor a otro con oriental eficacia.