Janelle Monáe y Travis Scott
En los últimos cinco años el hip hop ha evolucionado de una manera asombrosa desde ser un género secundario a situarse en el centro de la cultura. Hoy,
Kendrick Lamar ya no es el héroe de la escena local de Los Ángeles sino un artista archifamoso que realiza la banda sonora de la película más taquillera de Hollywood,
Black Panther, regalándonos (otro) LP sensacional. El rapero sigue triunfando pero 2019 se escribe sobre todo con los nombres de dos grandes artistas femeninas:
Janelle Monáe, que deslumbra con un disco de R&B y soul inspirado en estos tiempos de Internet y auge del autoritarismo, mientras
Cardi B arrasa con un sonido bombástico cargado de energía con acento latino.
El gran rapero del año ha sido
Travis Scott, que se ha convertido en un nombre fundamental de la música contemporánea con el fastuoso
Astroworld. Ha habido más mujeres poderosas, como
Nick Minaj, pura fuerza y honestidad, o la fuerza poética de
Noname y
Tierra Whack. Más buenas noticias con la irrupción de dos jóvenes talentos: el guerrillero
Sheck Wes y el comprometido
Joey Purp.
MEJOR DISCO DEL AÑO
Janelle Monáe: Dirty Computer
El mundo de Internet y las redes sociales ha tenido un protagonismo especial en los últimos tiempos como tema para los músicos. Lo hemos visto con el rock de los británicos The 1975 este mismo año o el reciente álbum de St. Vincent. Janelle Monáe, una artista de Kansas de 32 años, plantea en su cuarto y mejor disco en una década una mirada desencantada a una red en la que campan a sus anchas las
fake news, el discurso del odio y las relaciones falsas. Arranca el álbum con un dúo con Brian Wilson (que está vivo, por cierto) y la artista deslumbra con un sonido a medio camino
entre el R&B, el soul y el funk muy marcado por la influencia de Prince, quien iba a producir el disco y es el autor de la idea original del single, la eléctrica
Make Me Feel. Hay momentos marcados por la realidad política, como el cierre,
Americans, en la que alerta contra el racismo y canciones de una gran fuerza como Crazy, Classic, Life. En 2018 perdimos a Aretha, es una suerte tener a Monáe.
POR ORDEN ALFABÉTICO
Cardi B: Invasion of Privacy
Deslenguada y eléctrica, la neoyorquina Belcalis Almánzar ha triunfado a los 25 años con un álbum de debut en el que se rebela como una fuerza de la naturaleza. Como sucede con el primer trabajo de Migos, quienes colaboran en la gamberra
Drip, con un ritmo sincopado que levanta a un muerto, la artista despacha una colección de singles, sumen
la ya célebre Bodak Yellow, glorioso himno choni, la lograda colaboración de J. Balvin en
I Like It, con influjo del reggaetón, y joyas quizá más ocultas como esa
Thru Your Phone en la que late con fuerza el corazón de la rapera. Cardi B construye un mundo en este disco y describe con una enorme paleta de colores lo que sucede en barrios como ese Bronx en el que creció para convertirse en
una verdadera cronista del suburbio.
Joey Purp: Quarterthing
El joven Joey Purp (1993) es un rapero y músico de Chicago, una ciudad con una tasa de homicidios 40 veces superior a la de Madrid. Una urbe en la que en 2017 murieron más de 650 personas asesinadas a balazos, el 75 % de ellas de raza negra.
La dura realidad de la urbe más violenta de Estados Unidos marca este disco en el que hay ecos del soul (
Godbody, Pt. 2, con RZA) o momentos luminosos con una cadencia trapera y californiana,
Hallelujah, o temas cercanos al house, con la bombástica
Elastic, que recuerda a los mejores Run-DMC.
Kanye West: Kids See Ghosts / Ye
Dos discos por el precio de uno. Por una parte, West forma junto al joven productor Kid Cudi, el grupo
Kids See Ghosts. Y el segundo, firmado on su nombre, titulado de manera sencilla
Ye. Sin desdeñar a Cudi, los dos suenan muy West aunque con distintas versiones.
Ye es un clásico álbum del artista, en el que se muestra como un virtuoso creador de
quiebros y más quiebros electrónicos a un hip-hop que en sus manos es como plastilina. En plena era Drake, el artista arranca explicando sus intenciones suicidas en la fantástica
I Thought About Killing You o vuelve a sus raíces en
All Mine para coquetear con el jazz en
No Mistakes. La colaboración con Cudi es más discotequera y apabullante.
Feel the Love es un tema para la pista de baile sensacional mientras creaciones como
Freee (Ghost Town) tienen un aire más experimental.
Kendrick Lamar: Black Panther B.S.O.
El mayor éxito comercial del ínclito rapero ha sido su trabajo para la película
Black Panther, donde vemos a
un Lamar más popular y divertido que demuestra su mucha pericia para crear
beats sensacionales. Domina el disco esa fantástica
All the Stars en la que también canta ZSA, ese hit accesible con toque pop que quizá alguno echaba de menos en
To Pimp a Butterfly.
Plagado de colaboraciones, como es habitual en los discos de rap, hay momentos sublimes como
Opps, con el magnífico Vince Staples, con una base espectacular y electrizante, o
King's Dead, en la que Lamar colabora con Future y James Blake creando una lograda aproximación al trap con ecos
old school.
Nicki Minaj: Queen
La sensacional Onika Tanya Maraj, una rapera de 35 años nacida en Trinidad y Tobago y aficada en Nueva York, se hace llamar a sí misma "la reina" sin más en este magnífico disco en el que reúne a estrellas del calibre de The Weeknd, en
Thought I Knew You, Ariana Grande en la seductora y juguetona
Bed o el mismísimo Eminem en
Majesty, donde brilla más que nunca ese hip hop de Minaj en el que una cierta forma de parodia parece esconder algún tipo de fragilidad,
como si se enfrentara con la armadura del rap al mundo de las emociones. A veces dura y a veces de una sensibilidad delicada y lírica, Minaj acaba demostrando que domina como nadie los misterios del ritmo y la percusión.
Noname: Room 25
Grabado en el espacio de un mes, la rapera y poeta Fatimah Nyeema Warner, de Chicago, convierte su disco en un vehículo para expresar sus emociones más íntimas.
Cercano al spoken word, con una base que realza el rapeo y
recuerda a los trabajos de los años 70 de Miles Davis, Noname explica en este disco confesional su traslado a Los Ángeles o su pérdida de la virginidad a los 25 años en una relación fallida.
A veces cerca de Nina Simone, como en el tema
Montego Bae, y en otros momentos más cerca de una experimental Julia Holter (Regal), Noname tiene talento y corazón.
Sheck Wes: Mudboy
Hay algo en la música de este joven rapero neoyorquino que deja tocado. Probablemente es
una voz de una profundidad insólita para un chaval de veinte años que desde el primer tema, la oscura
Mindfucker, parece presentarnos una visión tenebrosa en un universo marcado por las drogas, la tecnología y el acoso policial a las minorías. Él se identifica como "mudboy", título del disco, que significa "chico de barro", y en el álbum ofrece al mismo tiempo una reinvención y una versión nostálgica del prototipo de rapero
gangsta. En un mundo de pantallas y de frialdad maquinal, la voz de Wes resuena con especial hondura en
Mo Bamba, como si fuera el grito de angustia desesperada de un hombre atrapado en la red.
Tierra Whack: Whack World
Tierra Whack se llama Tierra Whack y es una rapera y artista de Filadelfia que ha despertado entusiasmo generalizado con este disco juguetón y sofisticado en el que parte de la premisa de que
cada canción dura exactamente un minuto. Desplegando un enorme talento, Whack explora distintos palos del R&B contemporáneo para ir de temas con tono
spoken word como
Bugs Life para acercarse al R&B comercial en
Flea Market o
coquetear con el pop "blanco" en la exquisita
Pet Cemetery.
Travis Scott: Astroworld
El rapero estadounidense Jacques Webster se ha convertido definitivamente en una superestrella con este cuarto disco, el segundo en solitario. Es, si no el mejor, el más divertido y ultraadictivo de los álbumes de hip-hop del año. El título,
Astroworld, se refiere a un parque de atracciones del que disfrutaba Scott en su infancia en Texas y que fue arrasado para construir en su lugar un complejo de apartamentos. En ello ve Scott
una metáfora del fin de la infancia y de la codicia que arrasa con todo. Hay una cadencia del trap que recuerda a Young Thug con su influencia del dub y su aire melancólico, pero también brilla la opulencia efervescente de Big Sean. Hay canciones con estribillos magníficos como
Sicko Mode, en la que se acerca a paisajes de una psicodelia digital parecida a la de ASAP Rocky, o momentos más emotivos como
Stop Trying To Be God, en la que se revela, una vez más, como un letrista ingenioso y punzante para terminar su canción con una sensacional colaboración de James Blake.
@juansarda