Image: Un Parsifal atrevido

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Ópera

Un Parsifal atrevido

El Palau de les Arts apuesta por Wagner

23 octubre, 2008 02:00

Urmana y ventris durante la obra. Foto: Palau de les Arts

El Palau de les Arts de Valencia abrirá la temporada este sábado con una producción propia: Parsifal. Llevará el sello de Lorin Maazel y el cineasta Werner Herzog y contará con un portentoso reparto encabezado por Christopher Ventris, Katarina Dalayman y Violeta Urmana.

Parsifal, el testamento musical de Wagner, es una ópera pararreligiosa, una reflexión profunda sobre una manera de ver la vida y la muerte; un repaso a las cuestiones éticas fundamentales que preocupaban al compositor, que desde su juventud soñaba con plasmar en una obra monumental, de la que fue destilando retazos, acomodados, de mil y una formas, en las distintas óperas que fue produciendo con anterioridad a lo largo de su vida. Las narraciones Parzival y Titurel de Wolfram von Eschenbach estaban en la raíz del interés del músico, que concluyó la orquestación en abril de 1879 y estrenó la ópera en Bayreuth, bajo la dirección de Hermmann Levi, el 26 de julio.

Para trazar la fábula Wagner recurre al simbolismo, centrado singularmente en la Lanza y en el Grial; aunque de ese carácter están revestidos también los propios personajes. Los famosos motivos conductores, tan esenciales en los pentagramas del teutón, son aquí a lo sumo en torno a 20, que se engarzan, acoplan, mutan con una variedad asombrosa, tejiendo una tela de una reconfortante densidad, que no tenía para Ernest Newman, siempre iconoclasta, ningún significado. Le importaba un bledo que Parsifal fuera a redimir el mundo. Le interesaba únicamente el valor musical de las notas, derivado en este caso de la permanente aplicación de un arioso melódico y del manejo de una armonía tonal tendente a la bitonalidad. Diatonismo, modalismo, la polarización del material temático, el uso de acordes sorprendentes y de variados colores contribuyen a levantar un edificio musical extraordinario, que requiere, claro es, unos mimbres interpretativos de primer rango. Creemos que, a priori, los tienen las representaciones que se anuncian en el Palau de les Arts de Valencia entre el 25 de octubre y el 7 de noviembre. Se da cita, por un lado, la dirección musical de Lorin Maazel, un artista que, si está inspirado y concentrado, puede dar en la diana de la lancinante expresión, del humanismo poético que se desprende de música y texto. La elasticidad de su batuta, la sabia dosificación de tempi van como anillo al dedo a las volutas infinitas del recitado y propiciar una lectura intimista. Contará para ello con la estupenda y joven Orquesta internacional que reside en el foso del Palau de les Arts. Por otro, y esto es singularmente atractivo en una obra de tantos matices y luces, la dirección de escena corre a cargo de uno de los cineastas y hombres de teatro más inteligentes de la posguerra como Werner Herzog, de quien recordamos, en la Maestranza y el Real, un sugerente Tannhäuser.

El británico Christopher Ventris, un lírico algo corto, es el encargado de encarnar al hombre puro, del que da una buena y sentida imagen. El polimorfo papel de Kundry estará en la garganta de dos excelentes cantantes, la nórdica Katarina Dalayman y la lituana Violeta Urmana (que se dio a conocer internacionalmente por esa interpretación). El danés Stephen Millings, sólido y vigoroso, tratará de conceder ternura a Gurnemanz, mientras que el ruso Evgeni Nikitin, un potable Boris, se meterá en la sufriente piel de Amfortas. Sergei Leferkus, de la misma nacionalidad, pondrá su áspero timbre al servicio del malvado Klingsor. Alexander Tsimbaliuk, como Titurel, completa el reparto.