Juan José, la ópera proletaria de Sorozábal
Los cantantes Carmen solís y Ángel Ódena en una escena de Juan José. Foto: Fernando Marcos
Acontecimiento artístico en el Teatro de la Zarzuela, que estrena, el próximo viernes 5, la controvertida obra que Pablo Sorozábal compuso en 1968. Será la primera vez que pueda verse escenificado el trágico amor de Juan José (Ángel Ódena) y Rosa (Carmen Solís). La versión de José Carlos Plaza retrata con trazo verista la cotidianidad popular.
A partir de Katiuska (1931), la actividad de nuestro autor se centró casi exclusivamente en la producción teatral. Salvo páginas orquestales como la Suite Victoriana de 1951 o alguna música de cine -Marcelino pan y vino de 1955-, entre 1931 y la década de los sesenta produjo prácticamente sólo obras líricas; de ahí que haya sido considerado, junto a Moreno Torroba, como uno de los últimos grandes creadores de zarzuelas. De su originalidad es buena muestra Adiós a la bohemia, sobre libreto de Baroja, estrenada en 1933 y nunca comprendida realmente a juicio del propio autor. Representa una huida de los estereotipos que, quieras que no, aplicaba y aplicó con frecuencia en el futuro, con su personalidad, naturalmente, a las demás páginas líricas que salieron de su pluma.
Era aquél el momento del teatro ‘humano y realista'. En esta senda se coloca Juan José, escrita en 1968 a partir del drama de Joaquín Dicenta de 1895, que estuvo a punto de estrenarse en 1979 en el Teatro de la Zarzuela de Madrid. La historia es bien conocida: con casi todo preparado, incluido el aprendizaje de los cantantes, la puesta de largo se fue al traste. Las exigencias del compositor -en bastantes aspectos muy lógicas-, las disponibilidades de la administración, la falta de entendimiento mutuo, la consideración oficial de que el autor era, en definitiva, persona non grata, pesaron finalmente para que el acontecimiento no tuviera lugar.
Ya se sabía que Sorozábal era un tipo incómodo. Fue inevitable su enfrentamiento a un régimen que no le había precisamente favorecido -alguna obra suya fue más o menos vetada (La tabernera del puerto, cuyo estreno en Madrid fue boicoteado) y más de una vez se le prohibió dirigir- y que no soportaba a las personas que no tuvieran pelos en la lengua; lo que era cierto y que no parece suficiente desde luego para que siempre se le mirara con desconfianza. Quedémonos con estas palabras del músico que explican bastante fielmente sus pretensiones: "Efectivamente, soy un músico del pueblo y he compuesto con sentido humano. Mi música y mi teatro lírico van dirigidos a la gente del pueblo. De un pueblo liberal, progresista e inteligente, a la gente no embrutecida, a la gente que quisiera ser culta y hace lo posible por lograrlo, a la gente que tiene espíritu y sensibilidad, en fin, a la que también ‘tiene su corazoncito', como dijo en frase inmortal un honrado cajista de imprenta".
A esa gente, en efecto, va dirigida este Juan José que podremos ver y oír a partir del día 5 de febrero en el teatro en el que iba a presentarse en aquel lejano 1979. Justo es recordar que la obra pudo escucharse en el Auditorio Nacional de Madrid, en versión concertante, en febrero de 2009, pocos días después de su estreno absoluto en Musikene de San Sebastián. Se podría haber contado para esta presentación escénica mundial con ese magnífico músico que es José Luis Estellés -clarinetista y director-, que realizó una estupenda labor de revisión y montaje. Pero en esta ocasión la responsabilidad recaerá en Miguel Ángel Gómez Martínez, seguro, pautado y, a sus años, muy prudente con los tempi.
De Wagner al chotis
Será el que gobierne, por tanto, este estreno y el que cuide de que puedan aflorar las bellezas y hallazgos de una partitura que nos revela de nuevo la sabiduría dramatúrgica del músico, que parte del manejo, como bien nos ilustra Mario Lerena en su autorizado artículo incluido en el programa de mano, de una consistente red de motivos conductores asociados a ambientes, situaciones y personajes, según la técnica de los leitmotiven wagnerianos. Escuchamos citas alusivas al mundo del cine, a los cafetines, al folclore, con inclusión de referencias al vals, al chotis, a la habanera o a la mazurca."La disonancia expresionista", comenta Lerena, "impregna el corazón de la trama y de los personajes". Por tanto, y resumiendo, un lenguaje que se constituye en síntesis del arte y la idiosincrasia del Sorozábal maduro. Para buenos degustadores y amantes de emociones fuertes.
José Carlos Plaza dará animación a una escena que conecta en determinados aspectos con la estética verista y que él parece tener bien aprehendida cuando afirma que estamos no ante un melodrama, sino ante "una denuncia política, en la que no hay héroes, todo lo contrario, allí todas las miserias del ser humano afloran". Una visión pesimista acorde con la composición y que nos traerá las vivencias y sinsabores de esos personajes malditos, que estarán servidos por un plantel de buenas voces, naturalmente españolas. Rosa, la protagonista, será encarnada por la soprano extremeña Carmen Solís, un lírica plena bien esmaltada, de adecuada extensión y excelente proyección. El amoral Paco será interpretado por el tenor lírico-ligero, cada vez más dueño de su medios, Antonio Gandía, uno de los herederos de Kraus. El barítono Ángel Ódena, seguro y contundente, dará vida al desgraciado y enfermizo Juan José. Estarán acompañados por otros nombres relevantes: el bajo Rubén Amoretti (Andrés), la mezzo Milagros Martin (Isidra), la soprano Silvia Vázquez (Toñuela) y el bajo Ivo Stanchev(Cano).