Image: La bohème de París acampa en el Real

Image: La bohème de París acampa en el Real

Ópera

La bohème de París acampa en el Real

8 diciembre, 2017 01:00

Un momento de La bohème. Foto: Catherine Ashmore

La ópera de Puccini, con su verismo diluido y su realismo poético, ocupará el cartellone del Teatro Real desde el lunes 11. El personaje de Mimi lo encarna la exquisita Anita Hartig. En el foso, gobierna Paolo Carignani. La escena lleva la firma del imaginativo Richard Jones.

Rara es la temporada en la que no hablamos de La bohème, ese cálido, equilibrado, bien estructurado y melodioso fruto de Puccini. En esta ocasión es el Teatro Real quien cumple con la costumbre ofreciendo una producción muy lustrosa que viene de la Royal Opera House de Londres y de la Lyric Opera de Chicago, avalada por la firma de Richard Jones, un regista que suele mostrar lúcida imaginación y que en este caso nos enseña, de forma elegante y sugerente, no estrictamente realista, todo el ambiente y la atmósfera de un París pobre y encantador; con el dramático contraste representado por la muerte de Mimi.

Pese a ciertos toques algo blandos, herencia del operismo de Massenet, y determinadas faltas de rigor escénico -como toda la secuencia a la intemperie, en una fría noche invernal, del Café Momus-, Puccini supo crear, a través de ese característico verismo diluido, en el que lo realista queda subsumido por lo poético y por lo cordial de las situaciones, una serie de personajes entrañables, salidos en origen de la paleta costumbrista de Murger y dotados de especial vida gracias a la pluma del compositor. El literato unió simplemente una serie de historias, cuya suma no componía una novela en sentido estricto. El libro no tenía otra pretensión que la indicada por su título; porque "las Escenas de la vida bohemia no son, en efecto, sino estudios de costumbres cuyos héroes pertenecen a una clase mal juzgada hasta aquí y cuyo mayor defecto es el desorden; y aun pueden dar por excusa que este desorden mismo es una necesidad que les da la vida".

Poco desorden observamos en la fluida narración musical. Todo parece estar bien colocado y medido; ni una nota de más ni una de menos. Y las palabras precisas. Estamos ante un ejemplo de economía y sabiduría expresiva. Las partes scherzantes que abren los actos extremos están trabajadas según la técnica de breves temas superpuestos -algunos a modo de motivos conductores- que Verdi había elaborado en su reciente Falstaff. El lirismo y melodismo puccinianos hacen el resto .

Hay voces interesantes en los dos repartos que se van alternar en los papeles principales y que comienzan sus actuaciones este lunes 11. Mimi se lo reparten dos sopranos. Por un lado, la rumana Anita Hartig, a quien conocimos la temporada pasada en el Maestranza cantando el mismo rol. Es discípula de Ileana Cotrubas, lo que se nota en la exquisitez a la hora de planificar los reguladores y de buscar sensibles medias voces, aunque tiene una cierta propensión a dejarse ir en largas sfumature, lo que puede ocasionar algún desequilibrio en la cuadratura. El timbre, de lírica, es fresco, agradable y la emisión a veces en exceso fija, lo que, en la zona aguda, quita belleza y redondez al sonido. Por otro tenemos a la canaria Yolanda Auyanet, que en pocos años ha pasado de ser una aérea lírico-ligera a alcanzar el carácter de una lírica de cierto cuerpo, que se desempeña de manera muy musical, con rasgos de alta profesionalidad.

Batuta solvente, clara y efusiva

Marcello estará en las gargantas de dos aparentes tenores líricos, Stephen Costello y Piero Pretti, que ya coincidieran en el mismo escenario en el Rigoletto de 2016. Aquél es un lírico-ligero, con algún lejano parentesco tímbrico con Flórez en la zona alta, pero menos claro, con más carne en el centro y con frecuente aplicación de la gola. Lo recordamos como intérprete plano, aunque los agudos están habitualmente bien colocados. Éste es más seguro, de tinte menos claro, de emisión más cupa, pasajeramente nasal y tocada también de gola; firme en la zona alta. Etienne Dupuis y Alessandro Luongo se reparten Marcello y Joan Martín-Royo y Manel Esteve, avezados y despiertos, Schaunard. El robusto Mika Kares y el menos sólido Fernando Radó son Colline, mientras que Musetta será defendida por nuestra impetuosa Carmen Romeu y Joyce El-Khoury. En el foso, la batuta solvente, clara y efusiva de Paolo Carignani.