Antonio y Cleopatra, un idilio histórico que sube la temperatura en el Liceu
John Adams, el compositor minimalista más activo, propone un singular acercamiento operístico a la obra de Shakespeare.
28 octubre, 2023 01:43El Liceu se viste de gala para recibir una de las últimas creaciones de John Adams, el más inteligente y creativo minimalista de la actualidad. Lo pudimos corroborar de nuevo hace poco con ocasión de la producción de Nixon en China, programada hace unos meses en el Teatro Real. No es la primera ópera que recrea la pieza de Shakespeare. Recordemos que a principios de la década de los sesenta del pasado siglo Samuel Barber compuso una ópera con el mismo título y asunto para abrir el nuevo Metropolitan de Nueva York.
En realidad era una suerte de pastiche en el que se combinaban con dificultad una serie de elementos bastante dispersos provenientes en algún caso de la comedia musical, en otros de la grande ópera meyerberiana y en otros de unos planteamientos técnicos de signo ecléctico. En 1972 Barber revisó la partitura con la colaboración de Menotti quitándole espectacularidad y centrándose más en la anécdota amorosa. El producto, así cocinado, se presentó en el America Opera Center el 6 de febrero de 1975.
Adams prueba suerte a su manera y propone un singular acercamiento al idilio político-amoroso-erótico que vivieron, se supone, Cleopatra y Marco Antonio. La ópera se estrenó el pasado año en San Francisco. En Barcelona tenemos una nueva oportunidad para degustar la música, que no desdeña lo tonal, de este compositor, que tanto ha enriquecido las técnicas minimalistas con un sagaz sentido rítmico, una sabia aplicación de la variación continua, un manejo muy expresivo del ostinato, una elaboración contrapuntística de primer orden y una sorprendente paleta tímbrica.
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Adams en su libreto emplea además de las palabras de Shakespeare las de otros autores clásicos, Plutarco y Virgilio entre ellos. La puesta en escena es de Elkhanah Pulitzer. La acción transcurre aproximadamente en los años 30-31 a. C. y alterna dos lugares: Alejandría y Roma, aunque la producción utiliza una variedad de dispositivos para las conexiones del público con el mundo contemporáneo. Hay alusiones directas al glamur de la década de los años treinta en Hollywood.
No hay duda de que el trabajo delicado, de belleza tan sutil en los momentos líricos, y de enorme vigor cuando los personajes desatan sus pasiones más violentas –ira, ambición, traición, afán de venganza–, acaba revelándose como una verdadera obra maestra. Estamos ante un artefacto compositivo que fusiona con habilidad el lenguaje tonal y atonal para crear un intenso efecto expresionista, un reflejo sonoro de la violencia de la acción y de la psique tormentosa de los personajes. Algo que redunda en la consecución de una partitura que resulta enormemente excitante y que tiene un poco de todo.
El reparto parece idóneo. Lo encabeza el sólido barítono Gerald Finley, una voz de medio carácter hábil en el matiz, firme en la emisión, equilibrado en el timbre, variado en la expresión, y por la flexible y rotunda soprano Julia Bullock, de timbre penumbroso y emisión calurosa. Se enfrenta por primera vez a este complejo papel, de exigente octava superior. Dos voces absolutamente aptas que serán dirigidas además por la batuta del propio compositor, muy hábil también este cometido.