El 'Tríptico' de Puccini, oscuro y delirante a la vez, se escenifica en Bilbao
- Las tres óperas que conforman la trilogía del italiano, siempre asombrosas, se estrenan este sábado en el Palacio Euskalduna de la mano de la ABAO.
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El célebre Tríptico de Puccini se estrenó el 14 de diciembre de 1918 en el Metropolitan de Nueva York. Y se va a recrear en el Palacio Euskalduna de Bilbao este sábado 23 (también los próximos 26 y 29 de noviembre) de la mano de la ABAO.
Con las óperas que lo constituyen, Il tabarro, Suor Angelica y Gianni Schicchi, el compositor de Lucca supo amalgamar unas obras muy diferentes bajo el mismo lenguaje, el propio de un verismo evolucionado y estilizado y, ahí reside lo más meritorio, dar a cada una de ellas su propia personalidad.
La primera en ser concebida fue Il tabarro, nacida luego de que el músico viera en París, en 1912, La Houppelande, una pieza dramática de Didier Gold. Adami preparó el libreto. El dramaturgo Giovanni Forzano propuso posteriormente al compositor los otros dos sujetos: Suor Angelica y Gianni Schicchi, esta inspirada en algunos momentos de la Divina Comedia de Dante. Dada la dramática situación que vivía Europa por esas fechas las tres óperas verían la luz en el Met (donde se había estrenado ya La fanciulla del West en 1910).
Il tabarro (El capote) es obra oscura, dotada de una lóbrega y pesada orquestación, como requiere el tema centrado en las figuras de Michele, dueño de una gabarra, Giorgetta, su mujer, y Luigi, amante de esta.
En Suor Angelica todo es diáfano y bien sonante, envuelto en lo que podría llamarse una “estilización religiosa”. El aria final de la monja es una página magistral, que se cierra con un La agudo en pianísimo.
Con producción de Paco Azorín, la dirección musical corre a cargo del bien asentado y decidido Pedro Halffter
Gianni Schicchi es una chispeante comedia con moraleja incluida, en la que la figura del avispado Schicchi, un fresco redomado, y muy listo, se erige en auténtico hacedor al suplir al ya fallecido Buoso Donati y dictar, como moribundo, un testamento en el que lega toda la riqueza del ricacho a él mismo.
Es sin duda un heredero del Falstaff verdiano, aunque sin el humor socarrón y, en realidad, bonachón del barrigudo. La cohesión entre los distintos elementos es tal que ni siquiera la figura de Schicchi sobresale demasiado: se integra en la rueda imparable de la comedia. No hay una prospección psicológica como la que hacía Verdi.
Se necesita un barítono flexible, elástico, gran decidor, lírico. No es raro por todo ello que el creador en Nueva York aquel 14 de diciembre del año 1918 fuera precisamente un cantante como Giuseppe de Luca, una voz de no mucho volumen, clara, pero de intachable musicalidad, de una expresividad extraordinaria.
En esta producción bilbaína, que coincide con el centenario de la muerte del compositor, ese papel corre a cargo del veterano barítono malagueño Carlos Álvarez, voz recia y resonante, que cantará también el Michelle de Il tabarro. Como Lauretta estará la soprano Ángeles Blancas, siempre intensa y expresiva, y como Luigi el ya añoso tenor Marco Berti.
Suor Angelica será la soprano Chiara Isotton, amplia y de acusado vibrato. La muy rodada Karita Mattila, antigua soprano, es Zia Principessa. En Schicchi la pareja de enamorados estará a cargo de la gentil y refinada Sofía Esparza y Ioan Hotea.
Se escenificará la producción del siempre sorprendente y fantasioso Paco Azorín y la dirección musical correrá a cargo del bien asentado y decidido Pedro Halffter. La Sinfónica de Navarra será la que suene en el foso.