Teatro

Rafael Spregelburd

"Mis actores no componen personajes"

21 noviembre, 1999 01:00

El interés de Rafael Spregelburd (Buenos Aires, 1970) por indagar nuevos lenguajes escénicos lo han convertido en una de las grandes figuras del teatro argentino actual. El artista impartirá un taller de creación para actores y autores en la Casa de América (del 22 al 24) y presenta, en la Cuarta Pared de Madrid (20 y 21), "La modestia", el último trabajo de su compañía El patrón Vázquez.

Escribe, dirige y actúa, algo común entre los artistas de su generación. ¿Cómo ha sido ese proceso?

-¿Piensa usted que se trata de una evolución? ¿Escribir implica acaso un grado más alto de vinculación con el fenómeno teatral? ¿Tiene más estatus un director que un actor? Creo que no. Sin embargo, en mis frecuentes visitas a España he podido verificar que aquí sí se han establecido unos rangos, como en la milicia, y que los autores serían algo así como 'portavoces intelectuales" del hecho teatral, mientras que los actores son simplemente los soldados rasos. En Buenos Aires es muy común que el teatro empiece a generar más "teatristas" que actores o autores. Es decir: actores que devienen directores de sus proyectos, autores que se escriben sus propias obras para actuarlas ellos mismos, y diversas combinaciones más. Puede decirse que éste es un signo de mi generación. Las razones son muchas. Tiene mucho peso el hecho de asumir que el teatro no es un fenómeno de producción comercial. El teatro de mi generación no es muy comercial. Y lo más curioso: no busca transformarse en mercancía. Sospecho que el teatro logrará resistir el embate de los medios masivos, que como todo el mundo sabe están gobernados por la más impune de las estupideces, en la medida en que logre redefinirse una y otra vez como una actividad de factura artesanal.

-"La modestia" es una heptalogía inspirada en la "Tabla de los pecados capitales" de El Bosco. ¿Pretende una cartografía moral del hombre moderno?

El pecado como metáfora

-Se trata de un grupo de piezas que hablan del pecado como metáfora de la desviación. Dios (cualquier dios), la ley (cualquier ley) crean tanto el Orden como la Desviación. Ambos son necesarios para poder percibir el mundo y ubicarse en él. Ni el orden es el enemigo del ser ni el caos su aliado natural: es la tensión entre ambos lo que construye lo humano. El Bosco pinta suponiendo que su pintura es religiosa y moralizante: ante la caída del Orden Medieval, se estremece y quiere rescatar, como en un naufragio, lo que es bueno y lo que es bello. Ahora el orden que cae es otro, el Moderno. El que creíamos nuestro orden. Yo sólo me adhiero a esa idea de estremecimiento. A esa enorme dificultad para señalar el bien y lo bello que tiene lugar cuando todos los pactos en un orden social determinado cesan. Eso es lo que yo siento que pasa en mi época. Veo que aún se discuten términos equívocos como "unidad de la obra" o "mensaje del realismo" o "identidad del personaje" cuando ni la realidad tiene una unidad, ni dar mensajes es asunto estricto del artista, ni nosotros mismos como personas tenemos una única identidad.

- El lenguaje es el argumento de sus obras ¿no corre el riesgo de hacer un teatro deshumanizado?

-No, no. Nada hay más estrictamente humano que el lenguaje. De todos modos, no creo que el lenguaje sea precisamente el "argumento" de mis obras. Sólo disfruto del teatro que "crea' lenguaje. Cada obra genera un mundo en el que las reglas son internas y no tienen que ver con la realidad. Siguiendo a Kantor, abogo por una total independencia y autonomía del evento teatral y la realidad. Si el teatro reproduce la realidad con su propio lenguaje, no hay reflexión: sujeto y objeto son la misma cosa. Quizá haya, sí, identificación. Pero ésta no es estrictamente necesaria para que haya teatro. Pero, mi experiencia me dice que la gente suele identificarse con cosas rarísimas.

-Usted devuelve al intérprete un lugar central por medio de un "trabajo obsesivo sobre el cuerpo del actor".

¿En qué consiste ese trabajo?

-El actor debe entrenarse para ser un imaginador global" del fenómeno teatral, y no un mero representador de piezas, Para lograr eso apelo a un recurso casi sistemático en mí: la no "composición". El actor de mis montajes no compone un personaje. Más bien muestra su capacidad imaginativa. En "La Modestia", los actores encaman dos personajes cada uno. En la tensión entre ambas situaciones de caracterización surge la voz más íntima de cada uno de ellos diciendo: "así entiendo yo el mundo". Sólo me siento complacido cuando como director logro que los actores se apropien de tal manera de la obra que se sientan tan dueños como yo de nuestra pequeña fábrica de sentidos. Esto ha sucedido con "La modestia", y me siento muy orgulloso de ellos. Sé que defenderán la obra en tanto les pertenece tanto como a mí. Sólo envidio no haber podido actuar en ella esta vez. Pero la complejidad del mecanismo escénico (esta obra es una suerte de "summa" de mis últimos trabajos) me ha obligado a permanecer fuera de ella.

Sala, tiempo y dinero

-¿Escribe sus personajes pensando en sus actores de antemano?

-No. Salvo en algunas excepciones, en las que he escrito algún personaje pensando en mí mismo, o en una actriz con la que he trabajado muy a menudo, Andrea Garrote, y con quien somos fundadores de la compañía El Patrón Vázquez. Por lo demás, no tengo nada en contra de escribir un personaje pensando en determinados actores, y de hecho nuestro próximo proyecto tendrá que ver con eso. Lo que ocurre es que cuando empiezo a escribir una obra normalmente ni siquiera sé si tendrá personajes, ni cuántos serán. Tampoco sé si tendré sala, ni tiempo, ni dinero. Nuestra mayor habilidad ha consistido siempre en aprovechar la inestabilidad enorme de nuestro país y transformar las falencias en ventajas.