Teatro

Snowshow

"El payaso murió en el siglo XX"

20 febrero, 2000 01:00

El público español que vió el espectáculo que el Cirque du Soleil presentó la temporada anterior, Alegría, reconocerá fácilmente a este payaso singular y de merecida fama que protagonizó algunos de los números más poéticos de aquel montaje. Vestido de augusto, Slava rompía una carta de amor en trocitos de papel que se convertían en copos de nieve, para desencadenar una tormenta que envolvía todo el tetro. Tan inolvidable como la escena con la que Slava se despedía y en la que conseguía modular los aplausos del público a su antojo. Poderío.

Aquello es un anticipo de lo que se avecina, pues eran fragmentos de Snowshow, el espectáculo que Slava lleva representando desde hace seis años con gran éxito (ha sido galardonado con el Laurence Olivier en 1998, entre otros premios) y que ahora brinda al público español con actuaciones en Madrid (a partir del miércoles), Barcelona (del 15 de marzo) y Valencia (del 5 de abril).

Trazar la trayectoria de Slava es como repasar la evolución del arte clown en los últimos 50 años. Al igual que otro gran payaso, Django Edwards, que comenzó vendiendo terrenos hasta descubrir su verdadera vocación, Slava llegó a Leningrado para estudiar ingeniería pero, afortunadamente, entró en una escuela de mimo. En 1979 creó compañía, la Litsedei, con la pretensión de sacar del circo al personaje del payaso, llevarlo a la calle y de ahí a los grandes teatros. "El arte payaso murió a mediados del siglo XX. Fue cuando el circo perdió su poesía, aunque siguió preservando la técnica. Los payasos se dieron cuenta de ello y lo abandonaron incluso antes que el público. Muchos comenzaron a trabajar en la calle para comprender lo que el público quería e, inevitablemente, cambiaron el estilo. Yo pertenezco a esta generación, interesado por introducir un lenguaje moderno y de vanguardia que conecte con el público".

La tradición del género

De esta forma, una de las principales contribuciones de Slava ha sido recuperar la tradición del género para adaptarla al teatro de nuestros días. Por ello, su arte bucea en los orígenes de la comedia del arte y en sus arquetipos, rastrea la huellas de célebres artistas como el suizo Grock (cuya caracterización tanto deben los payasos augustos) o los famosos Stan Laurel, Charles Chaplin o los hermanos Marx. Pero como él dice "mi visión del arte payaso enlaza con las ideas de Stanislavski, Meyerhold, Artaud, Beckett, Bausch y Wilson. También me ha inspirado la pintura surrealista, el minimalismo musical y la literatura del absurdo". En definitiva, un nuevo estilo que, según dice, han asumido los payasos europeos a partir del año crucial de 1968.

Hoy, dice, el del payaso "sigue siendo un arte profundo porque exige la búsqueda de un mundo sin límites, hay que interpretar el mundo de forma sentimental. Y para eso hay que estudiar profundamente la tradición. Pero eso no basta, porque este mundo no se abre al estudioso, sino al genio".

Aunque Slava es quizá el payaso más popular de la Europa del Este, y con gran predicamento entre los artistas de su gremio, que lo consideran un maestro -él dice que en el mundo no habrá más de 10 maestros-, ganó proyección y reconocimiento internacional al viajar, en 1988, a Inglaterra, para montar este espectáculo. De la pérfida Albión, Slava opina que es la "tierra madre de los clowns", donde han trabajado payasos que admira como Joey Grimaldi, Dan Leno, Little Tich y Charles Chaplin: "El arte de los payasos nació en Inglaterra, aunque con los años se perdió. Sin embargo, es un país con gran tradición teatral, la lógica del clown y el humor absurdo es muy comprensible para los ingleses y, por el contrario, los eslavos somos demasiado sentimentales. Cuando debuté con este espectáculo en Inglaterra tuve que hacerlo más absurdo, más cósmico". Por eso, dice, mientras los ingleses ríen en Snowshow, los eslavos lloran.

En Snowshow ha reunido lo mejor de su repertorio. Vestido de amarillo -color que simboliza la alegría pero también la locura- su personaje va construyendo poco a poco un mundo que se le resiste, a veces duro, casi diabólico. El montaje cambia en cada función ya que, como en todos sus trabajos, el público es parte fundamental de su desarrollo. Dirigido por Victor Kramer, líder de una de las compañías rusas de nueva creación, el Teatro Fantasía, y uno de los impulsores del Teatro de la Comedia de San Petesburgo, en él colaboran otros tres payasos: Onofrio Colucci (payaso de origen italiano que ha trabajado con Derevo, el grupo ruso-alemán que recientemente actuó en La Alternativa de Madrid), Angela de Castro (payasa brasileña colaboradora de importantes compañías inglesas) y Elena Ouchakova.

Slava ha actuado en más de 50 países y en 1989 protagonizó una de las iniciativas más utópicas que han recorrido Europa: La caravana de la Paz: "Durante seis meses atravesamos el continente, desde Moscú a París. Convencí a todos los ministros de Cultura de Europa para que colaboraran. Se unían artistas de cada ciudad por la que pasábamos. Al final, cuando nos instalamos en Les Tuilleries de Paris, éramos 120 caravanas, 60 grupos de payasos y pudimos contar niños de 40 nacionalidades distintas. Nuestro pretexto fue el unir las culturas del Este y el Oeste de Europa". A caballo entre Moscú y Londres, Slava proyecta vivir en Paris. Si se le sugiere Madrid, prefiere Barcelona porque cree es más receptiva a su profesión. Y de sus proyectos comenta que con Terry William (director de las películas de los Monty Python) estudian crear un circo nuevo en Londres: "No lo tenemos muy claro pero pensamos en un circo surrealista que recoja la tradición del Grand Magic Circus. Sería algo intermedio entre el arte que en España hace Comediants y la Fura dels Baus". Además, el alcalde de Moscú le ha pedido dirigir el Teatro Permanente de la ciudad y este año se prepara para dirigir la Olimpiada Teatral que se celebrará en la capital rusa.