Image: Alfonso Zurro

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Teatro

Alfonso Zurro

“El XX ha sido el siglo de los antidonjuanes”

31 octubre, 2001 01:00

Por el Tenorio también pasan los años. Jubilado, se ha refugiado en un asilo donde se resiste a ser marido, fraile o viejo verde, las tres únicas salidas que Gregorio Marañón daba a los donjuanes que llegan a viejos. Ahí sitúa Alfonso Zurro el Don Juan Tenorio que ha dirigido para el Centro Dramático Nacional y que mañana, Día de Difuntos, estrena en el Teatro Principal de Burgos.

De Alfonso Zurro (Salamanca, 1953) se podría decir que tiene el don de la ubicuidad, su nombre suena en el teatro público, en el privado, en el alternativo... por Sevilla, Madrid, Burgos. Ahora, por ejemplo, ha dirigido una producción privada, Dulce pájaro de juventud, de Tenesse Williams, de gira por España. Como autor, su obra sigue atrayendo a compañías independientes que encuentran en sus farsas un excelente material de teatro popular. Y mañana estrena en Burgos el Tenorio del Centro Dramático Nacional. Un Tenorio atrevido, sin frescas ni lozanas carnes, pero interpretado por un conjunto de actores curtidos: Hector Colomé (Don Juan), María José Goyanes (Doña Inés) y Amparo Soler Leal (Brígida), en lo que supone su retorno a las tablas .

Destruir el mito

-Su Don Juan es un jubilado, vive en un asilo y está protagonizado por un madurito Héctor Colomé. ¿Quiere destruir nuestro mito?
-Nada de eso. Es así pero no es así. He trabajado sobre unos personajes maduros, con una edad mayor de la que normalmente vemos en el Don Juan. Eso me permitía ofrecer diversas lecturas, que dejo abiertas a la interpretación del espectador. O sea que no es una propuesta cerrada.

-Pero ¿cuál es su intencionalidad al jugar con la edad? ¿Intenta desenmasacararlo?
-No, no, soy muy respetuoso y siempre lo he sido con el texto y con el autor. No puedo hacer un Don Juan contra Zorrilla. Sé que estoy haciendo un Don Juan romántico y a ello me atengo. Sé que no es el de Molière, ni el de Tirso ni el de Mozart. Así que lo primero es el respeto al autor.

-Pero a Don Juan se le presupone juventud, fogosidad, energía...
-Se presupone, pero también hay donjuanes muy maduros. Gregorio Marañón escribió sobre la vejez de Don Juan y se han escrito muchos ensayos. Marañón decía que a un Don Juan mayor sólo le quedaban tres caminos: Marido, viejo verde o fraile. El nuestro se las apaña representando el Tenorio.

-Y también baila, porque el equipo cuenta con asesor coreográfico.
-Sí, bailan un poquito. Un Don Juan permite propuestas atrevidas y divertidas.

-Acláreme. ¿Por qué se interpreta el Don Juan el día de Difuntos?
-Al parecer, antes incluso de que Zorrilla escribiera el Don Juan, ya existía la tradición de representar una obra, que no recuerdo su título, el día de Difuntos, y en la que se jugaba con las estatuas de los cementerios que cobran vida. Zorrilla ya escribió el Tenorio para un productor que lo quería representar en estas fechas. Años después fue un éxito y se siguió con la tradición.

-¿Cómo explica la preferencia del público por el Don Juan de Zorrilla, por encima del de Molière o el de Tirso?
-Creo que se adapta muy bien al gusto teatral español. En la literatura dramática española, el desarrollo de la acción privilegia sobre el resto de los componentes. Mientras que al público francés le gusta más escuchar, es un teatro de oído. Para nosotros lo importante es la acción, el movimiento. Son fórmulas que se han ido acoplando a nosotros desde el Siglo de Oro. El teatro del Siglo de Oro se desarrolla perfectamente en el Tenorio, toda la primera parte es una comedia de capa y espada perfectamente desarrollada.

Un personaje en crisis

-De igual forma que se habla del Don Juan de Molière o de Zorrilla, ¿podríamos hablar en función de esta revisión del Don Juan de Alfonso Zurro?
-No, si yo hubiera hecho una adaptación, hubiera escrito un texto sobre el mito. Lo que yo hago es una dirección del Don Juan de Zorrilla. Creo que durante el siglo XX el mito de Don Juan no se ha desarrollado literariamente con la misma fuerza de antes. Es un personaje que entró en crisis con los movimientos de liberación, y los autores dramáticos se han preocupado más de escribir antidonjuanes que donjuanes, como por ejemplo Las galas del difunto, de Valle Inclán. El XX ha sido un siglo de antidonjuanes muy buenos y, sin embargo, el mito se ha quedado estancado. Por eso, miramos como último y gran referente el de Zorrilla.

-La propuesta de Andrés Amorós de que un director distinto dirija cada año el Tenorio ¿se podría haber hecho con otro título?
-Creo que se ha elegido éste porque es el único que se ha ido representando dentro de una tradición y gusta y atrae a todo tipo de público. Hay gente que se lo sabe de memoria, que conoce dónde el actor tiene que hacer las pausas, es increíble.

-Usted lo mismo trabaja para el teatro comercial, como para el público como para la compañía Jácara de Sevilla a la que pertenece.
-Sé que hay gente que le extraña muchísimo que me interese por montar una obra de teatro popular cada dos años y llevarla a aldeas y lugares apartados, y al mismo tiempo montar a Beckett o dirigir en Madrid un producción privada de Molière. A mí me parece algo muy natural. Es fácil comprender que hoy en día el público no está para que le demos a Beckett. Así que es muy difícil que alguien te llame para dirigir un Beckett, cosa que me encantaría. Así de simples son las cosas.

-Sus primeras obras, Farsas Maravillosas o sus teatrerías burlescas, Por Narices, dan la sensación de que fueron escritas para una compañía y con un objetivo urgente.
-Sí, cuando me uní al grupo sevillano Jácara, a finales de los años 70, inicialmente nos interesó el teatro de Beckett, Ionesco, Handke, teatro de vanguardia. Pero cuando actuábamos por los pueblos de Andalucía vimos que con estas piezas estábamos fuera de lugar, de época. No enganchábamos con la gente. Así que pensamos que había que hacer un teatro para esos lugares y es cuando empiezo a hacer dramaturgias inspiradas en nuestros clásicos.

-Sus farsas remiten a los Entremeses de Cervantes.
-Sí, creo que hay que mirar a Europa, pero nuestro siglo de Oro es un saco sin fondo donde bucear y es el referente de nuestro teatro.

-Y ¿qué tal funcionó este teatro popular?
-Muy bien, actuábamos en las plazas de los pueblos y la gente salía con sus sillas y a veces hasta con el sofá a la calle, pero curiosamente no nos atrevíamos a actuar en las capitales. Creíamos que no podíamos sacarlo de su contexto. Y ahora que lo están traduciendo al francés y al rumano, que se representa bastante en Suramérica, cuando creía que era un teatro muy localista, estoy muy sorprendido.

Dirigir obras de otros

-¿Cómo se lleva lo de ser autor y director?
-No diferencio. Prefiero dirigir obras que no sean mías. Aunque yo tengo la suerte de no escribir con imágenes y cuando tengo que dirigir obras mías me encuentro con problemas de puesta en escena que no sé solucionar, algo que suele sorprender a los que me rodean. "¿Pero cómo no sabes montar algo que has escrito?", me preguntan. En ese sentido, soy un autor literario. Por ejemplo, mis farsas hay que inventarlas encima de un escenario. Pero hay otros autores que escriben todas las acotaciones clarísimamente.

-O sea, que usted es de esos autores-directores que creen que el texto es un pretexto.
-A veces me llaman compañías para decirme que van a cortar o eliminar algunas partes de mis obras, y les digo que hagan lo que quieran. Como director, prefiero textos totalmente abiertos, donde yo pueda desarrollar mi indagación en esa propuesta. Cuando trabajo con autores vivos, intento que me dejen libre de referencias y acotaciones de puesta en escena. Es muy delicado trabajar con autores vivos.

-Antes decía que era difícil hacer teatro de vanguardia. ¿Cree que el público es más receptivo que hace 20 años?
-No, peor. La televisión ha destrozado al público del teatro. El teatro prácticamente ha desaparecido. La gente se ha acostumbrado a ver televisión y cuando le propones desde el escenario algo complicado, lo rechazan. El público se ha hecho muy perezoso.

Otros Tenorios

La tradición de escenificar el Tenorio el Día de Todos Los Santos la guardan ya pocas ciudades. La más respetuosa con esta costumbre es Murcia, donde la compañía de Cecilio Pineda la representa desde 1907, con la excepción del periodo que va de 1957-1989. Para Los Santos, los murcianos comen dulce de membrillo y arroz con calabazate, visitan el cementerio y los hombres visten capa para ir al teatro Romea a ver el Tenorio de Cecilio Pineda. El tal Cecilio fue un actor profesional con múltiples oficios, muy popular en su Murcia natal. Hoy, sus descendientes, con Julio Navarro Carbonell de director, siguen con las representaciones que gozan del mismo éxito que antaño. En Málaga y Alcalá de Henares también llevan casi 17 años escenificándolo. En Málaga se hace en el teatro Alameda, y en Alcalá es el casco antiguo el que sirve de escenario a un Tenorio itinerante que este año protagoniza Liberto Rabal.