Image: Rodríguez Méndez

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Teatro

Rodríguez Méndez

“El público de ahora es el peor que hemos tenido”

14 noviembre, 2001 01:00

Nadie mejor que el homenajeado de la IX Muestra de Teatro Español de Autores Contemporáneos de Alicante, José María Rodríguez Méndez, para dar un repaso a la dramaturgia española desde los años 60 hasta hoy. Sus pesimistas opiniones contrastan con las del director de la muestra, Guillermo Heras, quién reclama mayor atención al teatro de hoy a fin de que pueda ser representado.

Miembro de la generación realista junto con Buero Vallejo, Martín Recuerda o Alfonso Sastre, Rodríguez Méndez es un prolífico autor, cuya obra prácticamente está descatalogada (el mejor sitio, la librería madrileña La avispa, como siempre). Con 81 años, el dramaturgo es persona pesimista, -él prefiere el término de realista- que no deja títere con cabeza. Todo, todo está mal en el teatro: desde las salas alternativas "que no sirven para nada"; el público, "el peor que hemos tenido"; las subvenciones "que han suprimido al público"; por no hablar de los autores, "sólo se salvan una docena y no estrenan nunca".

Rodríguez Méndez ha escrito mucho. Su primera etapa, la de un realismo crítico, se inicia con Los inocentes de la Moncloa, estrenada cuando tenía 30 años y que le dio bastante éxito. Una segunda etapa , con piezas espectaculares, de muchos personajes, más expresionista y con un lenguaje poético que se inicia a mediados de los 70 con Bodas que fueron famosas del Pingajo y la Fandanga (estrenada para inaugurar el Centro Dramático Nacional en 1978) y Flor de otoño. Y una tercera, que él define como "un teatro formado por episodios históricos", de un historicismo dramático representado por obras como última batalla en el Pardo (que se representa en Alicante el día 21) y en el que el autor estudia la Historia de España desde un punto de vista sociológico.

Sabor amargo
Las dificultades que ha tenido que sortear para ver representado su teatro, le han dejado un sabor amargo al autor: "A mí me han querido destruir desde el principio. Durante el franquismo tuve problemas con la censura y cuando me dejaban estrenar, daba la casualidad que los críticos eran los censores con lo que me dejaban vacío el teatro. Luego, tras los estrenos de Bodas... y Flor de otoño he seguido teniendo dificultades. Ha sido una lucha continua".

-¿Qué opina de la dramaturgia actual? Hay voces muy diversas.
-Sí, pero esa diversidad no es buena. No tiene fundamento, se copia de aquí, de allá. Hay centenares de autores pero sólo una docena son valiosos y esos no estrenan nunca.

-Le propongo que seleccione esa docena de autores. Empecemos por su generación.
-Martín Recuerda es muy bueno. Carlos Muñiz tenía un par de obras estupendas. Alfonso Sastre es un autor importante, quizá demasiado serio. Y luego está Buero, que aparece como el maestro.

-¿Tenían conciencia de grupo?
-éramos muy compañeros.

-Y Buero ¿ejercía de maestro?
-No, no, era muy raro.

-En Los inocentes de Palacio hace usted una alusión a él.
-Sí, por eso nos peleamos. él era muy serio, no tenía sentido del humor. En esta obra un personaje dice: "déjame tranquilo en mi desesperación" y el otro contesta: "¡uy qué frase, parece de Buero Vallejo". Lo interpretó como una patada literaria. Era un tiquismiquis, enseguida se sentía acusado.

-¿Y la generación de los 70?
-Siempre he dicho que esta generación surgió para fastidiarnos a nosotros. Como a nosotros nos prohibían, hablaban entonces de la vanguardia. Son los del teatro de la paradoja, no les importaba lo social, sino el arte por el arte. Está López Mozo, Miralles que es un caos, Fermín Cabal que tiene algunas obras, Jesús Campos. Y Sanchis Sinisterra que ha hecho un gran daño al teatro. Intenta enseñar a escribir teatro ¿usted cree que se puede enseñar a escribir? Lo que ha hecho es una clonación de autores.

Belbel y Caballero


-El término de clonación lo acuñó Paloma Pedrero.
-Paloma es una autora importante, aunque ella es de los 80, como Sergi Belbel y Ernesto Caballero, autores con mucha vocación pero que se han metido a dirigir y compatibilizar las dos funciones es muy difícil. A mí no me han interesado especialmente. Bueno, Ignacio del Moral es valioso y Paloma.

-¿Y en los 90?
-Nada, nada, muy malo. Pallín, José Ramón Fernández, muy flojitos. Y Mayorga ¿por qué no se dedica al cine? Haría buenos guiones de cine. Esa meticulosidad de Cartas de amor a Stalin... El teatro no es sólo un texto dialogado, es algo más, tensión dramática...

-No salva a ninguno de la generación última. Y ¿Antonio álamo?
-Muy bueno. Con él me quedo. Leí Los borrachos, una obra maravillosa, y luego Los enfermos. Discuto con él porque quiere dedicarse a la novela. Es el gran autor de esta generación. Y hace mucha falta.
Repaso demoledor que no agota a Rodríguez Méndez, pues no está dispuesto a dejar en pie ningún pilar de la escena. De las salas alternativas, pasa al público y la crítica.
"Las salas alternativas no sirven para nada. El equivalente en mi época eran los teatros de cámara y de ahí se saltaba a los teatros comerciales. Pero eso no pasa con las salas alternativas. Y un autor tiene que estar en un teatro comercial porque tiene que ser visto por la mayor cantidad de público posible. Para que el teatro tenga incidencia, tiene que verlo el público y el de ahora es el peor que hemos tenido".

-¿Por qué? Se supone que tiene una mayor formación cultural que el de su época.
-En mis tiempos, el público pateaba cosas de Pemán y hoy va al teatro de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y ante obras malísimas, que se debía protestar porque lo hacen muy mal, todo son aplausos y parabienes.

-Quizá en su época la gente tenía más cultura teatral porque iba más al teatro, que no competía con el cine y la televisión.
-No creo que fuera más al teatro. La gente tenía un espíritu más crítico. El público es fundamental en el teatro y lo malo de ahora es que se ha suprimido al público con el sistema de subvenciones. La taquilla ya no importa porque tienen los ingresos cubiertos. No se arriesgan. Yo he visto lo que ahora es inconcebible: patear un estreno de Calvo Sotelo. Un pateo que daba miedo.

-¿Qué le ha parecido tan malo de lo que ha visto?
-Una adaptación de La vida es sueño de un tal Calixto Bieito, que me pareció horrorosa. Pone a Clarín vestido de torero. ¿Cómo lo consiente la Real Academia? ¿Y la ministra de Cultura? ¿y todos los que estais en los periódicos?. Busca destruir a los clásicos. Ese señor es un terrorista de la cultura. ¿A usted le parecería normal entrar en el Museo del Prado y pintarle unos bigotes a Las Meninas de Velázquez?

El teatro es falso

-Quién lo diría, es un radical.
-El teatro de hoy es muy falso. Falta el público y la crítica ni la leen. Falta entusiasmo y es tan hermoso ver un teatro lleno aplaudiendo de entusiasmo. El otro día en Valencia lo viví con última batalla y creo que es porque al público de hoy le interesa el tema de España. La obra es una conversación entre Franco y un general de la República en la que hablan de España.

-¿Cree que es momento para reinvindicar la idea de España?
-Creo que sí. Se pueden hacer filigranas vanguardistas, pero un teatro influyente tiene que tratar los problemas de su tiempo y encarnar personajes vivos.

-En su última obra, Buero intentaba el reencuentro de las dos Españas. Y ahora es un tema que usted también trata.
-Somos una generación marcada por ese tema.

-Vista su trayectoria ¿se sigue considerando un autor realista?
-Sí, la realidad es infinita, inagotable, tiene muchos recovecos. únicamente cambian los puntos de vista. Creo que la mejor literatura española es la realista.