Image: Marcel Marceau

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Teatro

Marcel Marceau

“Yo también he creado una gramática del mimo”

1 mayo, 2002 02:00

Marcel Marceau. Foto: Mercedes Rodríguez

Es aclamado como el mimo más popular del planeta. A sus 76 años, Marcel Marceau sigue paseando por los escenarios a Bip, el tierno y trágico personaje con cara pintada de blanco, camiseta de rayas, pantalones anchotes y magullada chistera que inventó hace 55 años y que le ha acompañado en este largo viaje sin mediar palabra. El Nuevo Apolo de Madrid ofrece desde el 2 de mayo y hasta el 19 de mayo un espectáculo que reúne algunas de las pantomimas clásicas más famosas de Marceau así como una selección de las historias de Bip.

Marcel Marceau (Estrasburgo, 1923) es un mimo al que le gusta hablar. En la entrevista se muestra elocuente, apasionado, y no puede evitar recurrir a los gestos para ilustrar sus argumentos.

A sus 76 años todavía no ha encontrado el momento de tirar la toalla. Ha recorrido el mundo entero y ahora llega a Madrid con Lo Mejor de Marcel Marceau, un espectáculo en el que reúne números de gran éxito que ideó hace más de cincuenta años como Juventud, madurez, vejez y muerte o El fabricante de máscaras. Sin embargo, el artista niega que el espectáculo sea un resumen de lo mejor de su carrera: "Esta es la quinta vez que actúo en Madrid y en este recital, que se divide en dos partes, ofreceré los mejores mimodramas clásicos pero también cinco que nunca se han visto aquí (El pájaro, El soliloquio de las tres almas perdidas, Las manos, Adolescencia, madurez, vejez y muerte, La creación del mundo ...). En la segunda parte representaré las aventuras de mi personaje Bip, al cual se verá viajar por el mundo, navegar, ir a una agencia matrimonial... Y por supuesto también actuaré con El fabricante de máscaras, que es un clásico.

Números clásicos y recientes
-La primera parte la ha bautizado Pantomimas de estilo. ¿Por qué?
-Porque el público conocerá a través de ellas el arte del mimo. En El jardín público aparecen diez personajes distintos, en Las manos ofrezco una metáfora sobre el bien y el mal, y en El tribunal recreo todos los personajes de una corte judicial. En Juventud, madurez, vejez y muerte relato la vida de una persona. Esto son las pantomimas de estilo. Por su parte, las historias de Bip están reservadas a un solo personaje, salvo el último número, El fabricante de máscaras, en el que un personaje se pone distintas máscaras. Es decir, que es una muestra de números clásicos y de creaciones más recientes.

-¿Cómo nació su personaje?
- Lo creé en 1947 y lo llamé Bip en homenaje a la pantomima blanca de la época de Pierrot, que se representaba en el siglo XIX. Me inspiré en él para crear mi propio maquillaje y le bauticé así en honor del personaje de Grandes esperanzas, de Dickens.

- ¿Por qué cree que le han salido tantos imitadores?
-Eso no es así. Todo artista que deviene popular tiene imitadores. Pero mis imitadores son sobre todo gente que trabaja en las calles. La gente que estudia en mi escuela no me imitan. Son creadores de mimo, como Blanca del Barrio, que es una mimo que ha desarrollado sus propias creaciones. Mis alumnos no se transforman en pequeños Bips, sino que aprenden el oficio y la técnica de Decroux, de Marceau y hacen sus propias creaciones.

Durante la II Guerra Mundial Marceau entró en la escuela de teatro del director Charles Dullin y allí conoció a una persona que luego resultaría clave en su vida: Ètienne Decroux. Considerado el padre del mimo actual, Decroux investigó sobre las posibilidades expresivas del cuerpo humano, intentó codificar una gramática del mimo: "Entonces los estudiantes no estaban muy interesados en el mimo, preferían hacer teatro de texto. Sin embargo, él progresivamente nos enseñó el arte del mimo y seguí las clases que daba fuera de la escuela. Así descubrí que había una gramática del mimo tan rica como en la danza".

-¿Fué Decroux quien creó esa gramática?
-Hizo un trabajo fundamental pero yo también creé una gramática del mimo que antes no existía. También las creaciones que yo he hecho son personales, como las convenciones de carácter, que Decroux no nos enseñó. Yo he establecido 42 convenciones de carácter. Es una gramática total. Mi especialidad es haber creado un mundo visible de lo invisible.

-Pero ¿se puede decir que fue Decroux la raíz principal de la que surgieron luego otras escuelas?
-Ahora hay varias ramas distintas que han surgido de la escuela de Decroux. Hay compañías que se han formado como el Teatro del Movimiento. Pero cuando yo empecé, mi compañía era única en el mundo. Cuando estuve en Rusia por primera vez no conocían otra cosa que mi arte. Cuando llegué a los Estados Unidos, nadie conocía a Decroux y declararon que Marceau era al teatro lo que Chaplin al cine. Dijeron que el mimo era la esencia del teatro. (Hace un juego de palabras con "essence", que en francés significa tanto "esencia" como "gasolina"). Bueno, sí, el mimo es también el motor del teatro, tampoco está mal decirlo así (ríe...).

Un estilo singular
La influencia de Decroux y de Marceau -aunque al parecer el primero era de un estilo más austero- ha sido tan decisiva que durante años ha sido difícil para un mimo escapar al estilo francés. En nuestro país, uno de los actores que se inició precisamente en el mimo fue José Luis Gómez. En los años 70, el actor destacó en Alemania con un personaje, Herr Meck, que tenía un toque macabro más propio del origen ibérico de su creador. Marceau cree, sin embargo, que lo que él hace "es bien distinto del resto de mimos. Hay compañías que se han formado únicamente en el estilo de Decroux y van hacia una tendencia más abstracta. Ahora no tengo tiempo de ir a ver festivales para saber cómo está evolucionando realmente el mimo. Sé por ejemplo que en Polonia existía la compañía de Henryk Tomaszewsky.

-¿Por qué decidió crear una escuela de mimodrama?
-Decidí crearla para transmitir el arte del mimo. Cuando empecé, nuestro arte no estaba reconocido y gracias a esta escuela he podido enseñar y formar una compañía. La escuela la abrí en 1978 y fue inaugurada por Jacques Chirac. Pero para poder mantener a la compañía, que hoy está subvencionada por el Ministerio de Cultura francés, yo tenía que actuar como solista y todo lo que ganaba lo invertía en ella. Cuando trabajo con la compañía somos entre doce y quince personas. El abrigo de Gogol, El matador, Pierrot de Montmartre son títulos del repertorio que hago con ella. Ahora estoy preparando con el equipo un nuevo espectáculo que se llamará Los cuentos fantásticos.

Desaparecer del teatro
-¿No piensa nunca en dejarlo?
-Si fuera malo, lo dejaría, pero el público sigue viniendo. Mire usted, la diferencia entre el cine y el teatro es el público. Si desapareces del teatro, desaparece tu arte, es como la muerte. El teatro es muy frágil, existimos mientras estamos en escena, mientras que el cine queda para siempre. Actúo mientras mi cuerpo lo permita, aunque mi cuerpo no corresponde en realidad a mi edad. Siempre hago la comparación entre el flamenco y el arte del mimo: un bailarín de flamenco tiene una larga vida, porque su baile está muy arraigado al suelo, lo mismo que los mimos. Mientras que la mayoría de los bailarines a los 45 años ya no pueden elevarse. Ya sé que no se puede generalizar.

-Usted ha hecho bastante televisión, y también cine.
-Bah! bah!, la televisón es cero, no te permite preparar el personaje. Está bien para preservar tu trabajo, casi todos mis trabajos han sido filmados.

-En los últimos cuarenta años el teatro ha incorporado muchas técnicas de expresión corporal, de mimo, en su afán por hacerlo más visual . ¿Usted cree que esto es bueno para el mimo o prefiere que siga siendo un arte autónomo?
-Para el arte del mimo no es bueno porque el mimo es un arte total. Es como si pretendiéramos introducir en el flamenco cantantes de ópera o acróbatas. Estropearía la pureza de cada género y yo defiendo la pureza del arte. Quiero que el mimo sea una fuerza teatral importante. Alumnas mías como Blanca del Barrio han aprendido la técnica de Decroux, de Marceau, la danza clásica, la contemporánea, el esgrima, el teatro clásico. No está tan mal. Pocas son las escuelas que imparten tantas disciplinas.

-Por lo que me dice entonces su escuela sí ha incorporado otras técnicas teatrales.
-Absolutamente. Es bueno conocer la danza para aprender la diferencia con el mimo. El mimo es un arte de actitud y la danza es un arte de movimiento. El mimo es la formación de un actor silencioso: tiene que ser capaz de expresar lo que la palabra dice sin hablar. Nosotros traducimos los sentimientos con el cuerpo, sentimientos que revelan el pensamiento. Por ejemplo, cuando se habla de viaje uno se crea una imagen y en su cabeza hay como una película en la que discurren las imágenes de la palabra. Si yo hablara, mataría la potencia del arte del mimo. En el mimo, el silencio es la metáfora del arte. Chaplin estaba rodeado de un mundo invisible y yo también. Recuerdo que cuando actué en Estados Unidos, la prensa americana dijo: "Si el cine no hubiera existido, Chaplin hubiera sido el Marceau de la época". Bueno, realmente es absurdo porque él vivió antes que yo.

El mimo y la tristeza
-Usted ha manifestado que la danza expresa más fácilmente la alegría mientras el mimo la tristeza.
-Es verdad que la danza expresa mejor la alegría, mientras que el mimo está más cercano al sentimiento del ser humano, a la exhalación del alma, al ensueño, al contacto entre la vida y la muerte. Es el contraste entre la fantasía y la realidad. El mimo no puede mostrar la realidad. Tengo una pantomima -Los siete pecados capitales- en la que no figura la mentira. ¿Por qué? porque todos mentimos. Hay mentiras piadosas, mentiras políticas... En el mimo podemos mostrar a alguien que es muy gentil y que es un asesino. Alguien muy educado y que es un hipócrita. Pero es muy difícil representar la mentira porque está directamente confrontada con las acciones reales, con la vida, con el hombre y sus problemas.

-Usted no sólo goza de popularidad en su país, sino que es muy admirado en Estados Unidos. ¿Por qué gusta tanto a los americanos?
-En Estados Unidos soy muy popular y actores y artistas como Michael Jackson vienen a verme actuar. Pero también lo soy en Japón. Allí he aprendido cosas importantes, como por ejemplo, detener el cuerpo en escena. Hay una estilización del gesto japonés que me resulta muy interesante. Cuando las marionetas se convirtieron en un arte popular influenciaron el kabuki. Inspirándome en ello, he recopilado figuras de manos, como por ejemplo, el juego del abanico. Los japoneses también mueven el abanico, pero de otra forma.