Image: Poca acción y kilos de amor

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Teatro

Poca acción y kilos de amor

Teatro de la Danza estrena La Gaviota, de Chejov, en el Albéniz de Madrid

19 septiembre, 2002 02:00

Carmen Elías, Silvia Abascal y Goizalde Núñez, tres sólidas actrices para el sutil Chejov. Foto: Mercedes Rodríguez

"Muchas conversaciones de literatura, poca acción y kilos de amor", escribió Chejov sobre La Gaviota, que hoy se estrena en el Albéniz de Madrid, dirigida por Amelia Ochandiano. Una producción en la que su directora ha invertido dos años a fin de reunir un sólido reparto en el que figuran, entre otros, Carmen Elías, Jordi Dauder, Pedro Casablanc o Fernández-Muro.

Dos grandes obras de Anton Chejov se podrán ver esta temporada en Madrid. Tío Vania, dirigida por Miguel Narros y de gira por España en la actualidad, llegará a la capital en enero, y esta nueva producción de La Gaviota, que se estrena hoy en el teatro Albéniz de Madrid dirigida por Amelia Ochandiano.

Chejov ejerce una gran seducción entre los directores, quizá sólo comparable a Shakespeare, pero no es fácil acertar con la puesta en escena de sus obras. Su partitura es complicada, sinuosa, sutil. Desentrañar lo que de oculto hay en sus textos, interpretar sus pausas, sus diálogos interrumpidos..., lo convierten en un autor de una gran modernidad. En este sentido, Amelia Ochandiano señala que "el gran reto a la hora levantar un Chejov es el descifrar el subtexto de sus obras, es decir, todo aquello que sus personajes viven y sienten por dentro pero que no verbalizan. éste es su más preciado tesoro como autor pero también su mayor dificultad. Por eso nuestra intención en esta producción es desentrañar los sentimientos de los personajes y mostrarlos de la manera más clara y precisa".

Personajes modernos
Pero su modernidad también se mide en el retrato de sus personajes. Chejov es quizá el primer dramaturgo que se atreve a presentarlos en sus momentos de ocio, a mostrárnoslos cómo son en sus vidas cotidianas, con sus defectos y virtudes. El conflicto surge en el hombre de su estado habitual y cotidiano, no por los acontecimientos y circunstancias que le rodean. "Cuando las gentes cenan", decía, "no hacen más que cenar, y, durante esos momentos pueden construir su dicha o puede que se les rompa el alma".

La Gaviota no gozó del éxito esperado cuando se estrenó en San Petersburgo, en 1896. Consciente de que sus procedimientos dramáticos eran poco usuales, el autor escribió sobre la obra: "Muchas conversaciones de literatura, poca acción y kilos de amor". No fue hasta tres años después cuando le llegó el verdadero éxito, representada por el Teatro de Arte de Moscú. Para la compañía Teatro de la Danza éste es su cuarto Chejov. En sus 24 años de existencia el grupo ha llevado a escena dos obras del autor ruso (El oso y La petición de mano) y una tercera basada en algunos de sus personajes (Madame Josephine a... mi querido Chejov). Obras estas tres en las que el grupo ha intentado subrayar el carácter lúdico y divertido de uno de los autores que consideran con más sentido del humor.

También La Gaviota tiene momentos de humor, pero si Ochandiano la ha elegido por encima de sus dramas más refinados (El jardín de los cerezos o Las tres hermanas), es porque Chejov puso en ella sus ideas sobre el teatro y el arte, ofreciendo incluso algunos apuntes biográficos. "Habla de la vocación que tiene que tener el artista, algo que siento muy de cerca", explica la directora. Chejov llega a desmitificar a los artistas y plantear cómo el arte se convierte en un valor mediocre si no es vivido con vocación. Nina, uno de los personajes dice al final de la obra: "lo importante no es la fama, no es el brillo, no es aquello con que yo soñaba, sino saber sufrir...Yo creo y no siento tanto dolor; cuando pienso en mi vocación no tengo miedo en la vida".

Pero si el arte es el tema central de la obra, el autor llega a él a través de una galería de personajes que viven intensas historias: una neurótica relación madre-hijo, amores imposibles y no correspondidos, las desilusiones que llegan en la madurez de la vida, la historia de un escritor que no escribe otra cosa que su propia vida, el triunfo y la fama frente al fracaso en el arte y hasta juega con la idea del teatro dentro del teatro...La estructura se organiza en torno a dos parejas: una diva del teatro, Arkadina, y su amante escritor, Trigorin, y el hijo de la diva, un aspirante a escritor llamado Treplev, y Nina, una joven que también quiere llegar a ser una gran actriz. Todos coinciden durante el verano en la casa de campo de Sorin, hermano de la diva.

La obra se desarrolla en cuatro actos. Los tres primeros tienen lugar durante un verano, mientras el cuarto sucede dos años después. Por ello Ochandiano ha decidido representar los tres primeros de un tirón y reservar el último para después del descanso. La ambientación tiene un valor simbólico importante, ya que los dos primeros actos Chejov los sitúa en un jardín, mientras los dos últimos tienen lugar en el interior de la casa, como si los personajes huyeran de la naturaleza conforme se complican la existencia.

Impresionismo, simbolismo
Todo ello se cuenta desde una narración realista, que se mezcla con pasajes intensamente líricos. Aunque la directora también encuentra en la obra "cierto estilo impresionista, pero también simbolista".Y es ese estilo impresionista el que ha inspirado la escenografía. "No me gustan los exteriores en teatro, pero en Chejov la naturaleza cobra gran importancia. Para el primer acto Gabriel Carrascal ha diseñado una escenografía muy sencilla, de escasos elementos, que va mudándose conforme evoluciona la obra y que finalmente nos introduce en la casa, donde se desarrollan los dos últimos actos".

Ochandiano explica que ha invertido casi dos años en preparar este montaje y que uno de los mayores problemas ha sido encontrar un reparto equilibrado. Este lo componen actores con una sólida experiencia en las tablas: Carmen Elías (en el papel de la diva Arkadina), Roberto Enríquez (en el de su malogrado hijo Treplev), Juan Antonio Quintana (Sorin), Silvia Abascal (Nina), Pedro Casablanc (Trigorin), Jordi Dauder (Dorn), Marta Fernández Muro (Polina), Chema Mazo (Schamraev), Sergio Otegui (Medvedenko) y Goizalde Núñez (Masha).


Anton Chejov ha tentado siempre a los grandes directores de escena. Tío Vania, dirigida por Miguel Narros, comparte temporada con esta Gaviota. Ambos son los títulos más representados del autor junto con El jardín de los cerezos. La Gaviota la estrenó Jorge Eines en 1997 en Madrid y ese mismo año, Josep Maria Flotats, antes de dejar el Teatre Nacional de Cataluña, la dirigió e interpretó con Nuria Espert. Gustavo Tambascio cayó en las redes de Tío Vania hace dos años, obra que otro director, y además procedente de la escuela rusa como es ángel Gutiérrez, representó en 1998, haciendo El canto del cisne al año siguiente. Memorable fue El jardín de los cerezos que William Layton y José Carlos Plaza dirigieron en 1986, en el Centro Dramático Nacional, título que escogió Lluís Pasqual para despedirse del Lliure en 2000. Ivanov fue también representado en Barcelona, en 1997, con dirección de Gennadi Korotkov, título que Eines montó en 1983, en Madrid.