Image: Gustavo Pérez Puig

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Teatro

Gustavo Pérez Puig

“He gestionado el Español como un teatro privado”

30 enero, 2003 01:00

Gustavo Pérez Puig. Foto: Javi Martínez

Es el director más controvertido del teatro institucional. Su singular visión del mundo escénico le lleva a convenir que, primero, "el teatro público debe dejar de hacer gilipolleces y buscar al público con los grandes títulos"; y segundo, "la subvenciones actuales premian el fracaso". El 30 de enero estrena en colaboración con su mujer, Mara Recatero, la que probablemente sea su última obra al frente del Teatro Español de Madrid: 'El alcalde de Zalamea'.

Cuando Gustavo Pérez Puig deje su puesto no sabe dónde va a guardar tantas fotos dedicadas por Adolfo Suárez, por los alcaldes Rodríguez Sahagún (que le nombró director del Español) y Álvarez del Manzano, por sus toreros más admirados -es "julista" hasta el tuétano-, y cuadros y bibelots que ha acumulado en su despacho durante los trece años al frente del teatro municipal de Madrid. Así que confía en que le toque la lotería para ampliar su casa a fin de conservar los buenos recuerdos, porque ya se ha deshecho de los malos -especialmente de los provocados por los ataques que la oposición municipal de Madrid le ha lanzado en estos años-. Con 72 años, su estilo franco al hablar recuerda el de algunos personajes de nuestra popular zarzuela.

-El alcalde de Zalamea será su última producción en el Español porque ahora sí que se va ¿no?
-Pues no lo sé. Tengo contrato hasta el 31 de diciembre de 2003 .

-Creía que su cargo estaba vinculado al cese del alcalde.
-Quizá lo esté pero mi contrato acaba en diciembre y si Gallardón quiere que me vaya pues llegaremos a un acuerdo y me iré. Lo que no puede hacer uno es quedarse en contra de la opinión de quien manda.

-¿Gallardón le puede invitar a quedarse?
-Tendría que hablar con Alberto, que es un hombre muy dialogante, para ver si a él le conviene que me quede y a mí me conviene.

Moderneces antiquísimas

-¿Por qué ha elegido una obra esencialmente política como El alcalde de Zalamea para despedirse?
-Es una obra a la que tengo cariño desde hace muchos años. La he hecho muchísimas veces en los Festivales de España, y en este teatro, por el año 60, con Manuel Dicenta. Hace cuatro o cinco la quise hacer, pero la Compañía Nacional de Teatro Clásico también la programó. Y sin pensar si era la despedida o no, sin que tuviera ninguna connotación política, la elegí porque el título representa el cénit del teatro clásico español junto con La vida es sueño. Pepe Sancho es Don Crespo y Agustín González Don Lope. Quizá álvarez del Manzano sí pensó que tenía una relación con él: es una comedia en la que el alcalde se opone a la autoridad militar e impone la justicia y la monarquía le da la razón, es bonito pero impensable que ocurriera en el siglo XVI, aunque más impensable sería en nuestros días. Por eso no me gustan nada esas transposiciones de clásicos que hoy se hacen. Mire usted, para eso sea usted macho y escriba una comedia nueva.

-Conectar una obra del XVII con la realidad es necesario para que el público la entienda.
-Los argumentos, los textos y la forma de escribir del siglo XVII no tienen nada que ver con el año 2000. Vestir a los personajes de una comedia del siglo XVII con trajes de El Corte Inglés o de Cortefiel, fumando Chester y hablando en verso, no se lo cree nadie. Son ganas de llamar la atención por incapacidad para hacer las cosas como yo creo que hay que hacerlas, o como las hace La Comedie Française, por ejemplo.

-¿Y cómo hay que hacerlas?
-Respetando la idea del autor pero con los medios técnicos de ahora y haciendo que se entienda a los actores. Las moderneces en realidad son antiquísimas, yo las hice en el año 52. Hice El alcalde de Zalamea con los personajes vestidos de negro y la luz en sus caras, sin decorado.

-¿Y por qué lo hizo entonces así?
-Porque no tenía dinero para el decorado. Mire usted, hay muchos que siguen esa teoría de llamar la atención, todo ese estudio tan detenido que dicen que hacen es mentira; habría que rascar un poco para ver su preparación. El escándalo siempre gusta a unos cuantos pero las taquillas no responden. Luego resulta que se hace Art, nada trasgresora, y el teatro abarrotado; El fantasma de la ópera, un éxito; My fair lady, idem, y La cena de los idiotas, llenando desde hace tres años. Entonces ¿qué es lo que se persigue con estos experimentos? Convencer a los cursis, a los que juegan a la cultureta y a los que juegan a progres. Los listos son los que plantean cosas totalmente intolerables y los imbéciles los que los contratan y les pagan. ¿Por qué? porque no juegan con su dinero. Afortunadamente, el público es más listo y se da cuenta que se está confundiendo la velocidad con el tocino y que muchos se aprovechan de esa velocidad para meter tocino en vez de jamón.

-¿Cuál ha sido la obra más taquillera de las que ha puesto?
-Quizá Los habitantes de la casa deshabitada, de Jardiel. También Eloísa está debajo de un almendro y Cyrano de Bergerac.

-¿Y la peor?
- Pues algún premio Lope de Vega, pero no voy a decir el nombre.

-Se le critica que haya gestionado un teatro público como un teatro privado.
-Para mí más que una crítica es un elogio. En el teatro público el dinero hay que cuidarlo mucho más que en el privado porque es de todos los ciudadanos, así que no hay que tener este teatro para divertirse con gilipolleces. Hay que hacer un teatro para que el público venga y para que a los madrileños, si es posible, no les cueste dinero.

-Entonces ¿para qué tener un teatro público si, según usted, no hay diferencias con uno privado?
-Sí, hay una diferencia: el teatro público tiene que hacer obras más arriesgadas, títulos de primera división, y ofrecer las entradas más asequibles. Aquí hemos hecho a Calderón, Lope, Mihura, Jardiel, Buero Vallejo, Rostand, Zorrilla, Benavente... Hay que hacer cosas de calidad en lugar de divertirse haciendo muchos montajes al año y así cobrarlos; una gran mayoría de los que juegan a intelectuales lo que quieren es quitarnos la cartera.

Crear un público para el teatro

-Estas ideas suyas de confianza en el mercado no las comparte casi nadie de la farándula y dudo que lo hagan en el PP o ¿cree que Gallardón las defendería?
-No defiendo que sea el mercado quien dicte la política teatral, no se equivoque, sino que haciendo bien a autores importantes, se puede defender el presupuesto mucho mejor que haciendo experimentos. Y la prueba es que en los últimos cuatro años no hemos tocado los 250 millones de pesetas de presupuesto que tenemos al año, este teatro ha vivido de la taquilla. Si hubiera defendido un teatro público en manos del mercado le aseguro que hubiera invitado a Lina Morgan y a Moncho Borrajo, a los que admiro mucho, pero éste no es su marco. No, yo no he mezclado una cosa con la otra y es un sofisma que digan que no defiendo el teatro público porque lo quiero hacer comercial. Lo que pretendo es que el teatro de los grandes autores sea comercial: no he hecho teatro para el público, sino un público para este tipo de teatro. Y los datos son abrumadores, hemos tenido 1.814.001 espectadores en estos trece años.

-¿Usted también es contrario a las subvenciones al teatro?
-Sí, porque premian el fracaso. No me gustan las subvenciones a priori, el riesgo del empresario es ganar o perder y preferiría un sistema que diera el dinero por las butacas que yo venda y si fracaso, me chincho y pierdo dinero, y si tengo éxito, entonces me da el equivalente para que pueda montar otro espectáculo. Ese sistema protegería el teatro y el talento, porque lo que se está creando son muchos vicios.

-¿Qué tipo de vicios?
-Pues que el empresario coja el dinero, se gaste la mitad en la obra y se guarde la otra mitad. Este sistema está provocando que el empresario teatral esté desapareciendo.

-¿Qué va a hacer cuando abandone el Español?
-Pues quiero coger un teatro y gestionarlo, aunque también tengo proyectos para la televisión.

-¿Cuánto tiempo va a estar en cartel El alcalde de Zalamea?
-No sé, lo que diga el público.