Image: De la compañía a la productora

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Teatro

De la compañía a la productora

La empresa sustituye al grupo estable como estructura de la actividad teatral

1 mayo, 2003 02:00

La Cubana, con su director Jordi Millán (primero a la dcha. sentado) y el elenco de la obra que preparan. Foto: Antonio Moreno

Este año varias compañías de teatro están de celebración: la sevillana Atalaya cumple 20 años y lo celebra girando cuatro espectáculos de su repertorio, La Zaranda alcanza el cuarto de siglo con un nuevo montaje: Ni sombra de lo que fuimos. Ambas son un ejemplo de las contadas formaciones que todavía hoy permanecen fieles a un modelo que parece haber entrado en crisis. En su lugar la actividad teatral se organiza a través de empresas de producción, una fórmula a la que incluso muchas de las más veteranas formaciones de teatro se han ido adaptando (Dagoll Dagom, La Cubana, Comediants, La Fura...) generando nuevos procedimientos creativos con sus ventajas e inconvenientes.

La paulatina desaparición de la compañía de repertorio como estructura organizativa de la labor teatral es quizá el rasgo más destacado en la historia del teatro del siglo XX. Tal apreciación del autor y crítico Enrique Llovet se confirma en el hecho de que la mayoría de los espectáculos que hoy llegan a nuestros teatros proceden de empresas que encargan temporalmente a un equipo artístico una producción. Finalizadas las representaciones y la gira si la hay, hasta la próxima. La presión del mercado ha abocado en muchos caso a las compañías a reconvertirse en empresas de producción. Ocurre con un gran número de formaciones catalanas de renombre (Comediants, Dagoll Dagom, La Fura, La Cubana ...) u otras como Ur Teatro o Teatro de la Danza de Madrid. Muchas de ellas conservan el nombre original -su marca-, mantienen una estructura empresarial, pero su forma de creación dista de lo que se entiende tradicionalmente por compañía estable, es decir, un colectivo mayoritariamente integrado por actores que en torno a la figura de un director crean un repertorio de obras que representan durante un periodo. En la práctica estas formaciones siguen una estructura mixta que intenta combinar las virtudes de la compañía con la flexibilidad y rentabilidad de la empresa de producción. Algunas han ampliado su ámbito de actuación fuera de la obra teatral, llegando incluso a hacerse cargo de proyectos de gran magnitud, para lo que han creado otras empresas subalternas.

Largos periodos de ensayo
El director Jordi Milán ilustra cómo trabajan hoy en La Cubana, fundada por él y Vicky Planas en 1980 en Sitges (Barcelona). Del equipo inicial sólo Milán permanece. Hoy la formación se organiza como una cooperativa de tres miembros, aunque el equipo estable lo componen ocho. Por lo general, los espectáculos de La Cubana son muy corales. El último, Una nit d’opera, el más visto en Barcelona en las dos últimas temporadas, contaba con una veintena de actores, razón que le impidió girar por España pues los costes lo hacían inviable. Ahora Milán ensaya su nueva creación de la que sólo anuncia las iniciales del título: MQSF. Empleará a unas trece personas, y contratará a las que necesita de más: actores, de los que algunos del espectáculo anterior repiten. Desde que se creó, más de un centenar de artistas y técnicos han pasado por La Cubana, que hoy ha diversificado sus servicios (animaciones, vestuario, alquiler de pelucas, equipos ...). "En todos estos años no hemos cambiado ni en el espíritu ni en la filosofía que nos anima. Han cambiado los medios,- ahora tenemos mejores furgonetas, por ejemplo-, pero seguimos concibiendo el teatro como algo artesanal, colectivo, en el que todos hacemos de todo (vestuario, pintar, cargar y descargar...)", explica Milán. Quizá el rasgo más destacado de La Cubana como compañía, además de su personal lenguaje escénico, es que todavía dedican largos periodos a ensayar. En la última obra emplearon nueve meses, algo impensable en el sistema de producción predominante que reserva entre seis y ocho semanas.

Al igual que Milán, Joan Font, director de Comediants, defiende la denominación de compañía para su formación que recientemente ha anunciado suspensión de pagos. El grupo de Canet está constituido como sociedad anónima de siete personas, aunque emplea a un número que oscila entre 20 y 80 personas, según los espectáculos. Comediants nació artísticamente en 1971 y sus miembros vivieron en comuna hasta 1992, año en el que ganaron proyección internacional tras su espectáculo de inauguración de las Olimpiadas. A partir de entonces "tanto por asuntos personales como por exigencias artísticas nos tuvimos que adaptar a la situación". Se acabó el capítulo libertario pero los miembros siguen hoy compartiendo La Viña, una fantástica finca dividida en casas y sede de la compañía.

Situación crítica
Recientemente "los acontecimientos del 11S abortaron una importante gira que teníamos en América, pero también otra en Argentina y el teatro es una empresa muy delicada, más si apenas tenemos ayudas", explica Font. Llegaron a una situación crítica. "Además, desde un punto de vista empresarial, hemos estado funcionando familiarmente cuando el mercado cultural exige otros modos, así que estamos reorganizando la compañía". Se refiere Font a que Comediants ha acometido espectáculos costosos, como Bi, al que dedicaron mucho tiempo de preparación y para el que se han traido a una compañía de artistas chinos.

Pero todavía quedan en nuestro país compañías en estado puro, que entienden el teatro como un proceso artístico colectivo con el que sus miembros, principalmente actores, se han comprometido. Aquí se encuadran Els Joglars, con 42 años de existencia, La Zaranda de Jerez y Corsario de Valladolid, con 25, Atalaya de Sevilla, que ahora celebra su vigésimo aniversario, o la más joven de todas, Meridional de Madrid, con diez años de vida. No ha sido fácil mantenerse y muchos han estado a punto de desaparecer. Como explica Albert Boadella, director de Els Joglars, "para nosotros nuestra gran lucha no ha sido contra la censura o contra los curas, sino contra el mercado. Otros han optado por el procedimiento del contrato-basura, por buscar a los actores puntualmente en el mercado. Mantienen la marca, pero no son lo que eran".

Ricardo Iniesta, director de Atalaya, conoce los dos modelos según su relato de las vicisitudes de su compañía en los 20 años de existencia: "Fundé con siete actores la compañía en 1983 y puedo decir que hemos atravesado tres etapas. En los primeros ocho años hicimos trabajos importantes como Así que pasen cinco años; en los cuatro años siguientes funcionamos dando bandazos y recurrimos a contratar actores para cada espectáculo; y los últimos ocho años en los que hemos vuelto a la idea de compañía, -somos en total unas 20 personas, de ellos siete son actores- y en los que hemos puesto en marcha el centro de investigación teatral Territorio Nuevos Tiempos y una pequeña sala. Pues bien, los espectáculos de menos repercusión y peor nivel artístico los produjimos en esos cuatro años (La oreja de Van Goth y Espejismos), fueron los más costosos y, encima, Atalaya estuvo a punto de desaparecer".

Un teatro que no deja huella
Si bien Iniesta afirma que el coste de mantener una compañía es alto, a la larga es más rentable desde el punto de vista creativo: "Te permite equivocarte, seguir un proceso de experimentación y rectificación, no estás sometido al taxímetro del periodo de ensayos de una productora. Ese sistema que predomina actualmente propicia un teatro que no deja huella, sin permanencia y si pensamos en los grandes maestros del siglo XX como Brecht, Grotowsky, Mayerhold... vemos que han contado con equipos estables". Ahora Atalaya festeja su aniversario con la reposición de cuatro obras de su repertorio: Elektra, Divinas Palabras, Exiliadas y El Público.

Boadella señala también a la compañía como una estructura ventajosa para el teatro -"la productora no permite mantener una tradición, y sin tradición no hay escuela"- pero también para el actor: "para mi las ventajas de la compañía son todas porque permite la formación bajo un procedimiento de equipo y, sobre todo, es donde la intervención de los actores es más profunda". El actor, y también el autor, han perdido protagonismo en la empresa teatral a favor del director y del productor, que son ahora los que deciden qué y cómo producir. Durante siglos la compañía contaba con un autor que escribía obras incluso a medida de sus actores, de forma que eran éstos los que imponían el repertorio. Quizá de lo que si puedan congratularse hoy los actores es que sin el compromiso que exigen las compañías, pueden compaginar más fácilmente el teatro con el cine y la televisión.

Evitar agobios
Pero habrá que explicarse las razones de la "crisis" de la compañía. El director de Els Joglars, que funciona como una cooperativa de 23 personas, sostiene que el único punto débil que encuentra en esta estructura es el de las relaciones personales: "Es importante no sentirse agobiado y para eso es necesario montar una estructura dinámica que no sobrepase al actor. Pero sobre todo es una cuestión de interés artístico. No me interesan actores que estén pensando en salir en la pantalla, sino que tengan unos intereses más complejos, de seguir una metodología y adquirir unos conocimientos". Como añade Paco de La Zaranda, la compañía es compromiso: "nuestra compañía siempre se ha movido en la filosofía de la fe; el crear en colectividad respetando la individualidad de cada uno de sus miembros y el compartir un concepto de arte nos ha llevado a crear un lenguaje dramático que exprese lo que somos y lo que sentimos". La Zaranda la forman hoy siete personas, (cinco actores, el autor y un técnico) y tiene en Jerez su nave de ensayos. Este año cumple 25 años, un viaje que no ha estado exento de accidentes: "Las épocas de falsas vanguardias y el oportunismo cultural siempre fueron mis peores enemigos, unas son mi cruz, lo otro mis clavos", añade el director.