Intérpretes: Mikel G.-Borda, F. Carvajal Muñoz Seca. Madrid
Al final pasa lo que tenía que pasar y esto no es destripar el argumento: gana la generosidad y la capacidad de sacrificio. Y para eso, Molina, la mujer araña, ha de renunciar a muchas cosas aunque en ello le vaya la libertad y la vida. Valentín tampoco logra el triunfo de la revolución, más ese fracaso es relativo pues, a cambio descubre al ser humano en carne y hueso sin la mediación de las ideologías. Es una historia de cárceles, de torturas, de represión; una celda compartida por un revolucionario y por un homosexual que vierte en el otro toda su capacidad de seducción y de ternura. Evocar películas vistas en la precaria libertad de una dictadura (Molina) y estudiar la teoría revolucionaria (Valentín Arregui) vienen a mezclarse y ser parte del mismo mundo. La cuestión de este conocido texto de Manuel Puig estriba en cómo el director sea capaz de graduar la tensión y cómo los actores capaces de canalizarla: pasar de los recelos y las disputas a la comprensión y el afecto, arduo ejercicio que Manuel Dueso aprueba sobradamente. Y Mikel García-Borda, en el hombre que se siente mujer, y Ferrán Carvajal en la aspereza militante del revolucionario, también. Ambos conmueven en una interpretación más de intensidad que de gestos.